Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)

—Ma?ana. A las dos. Te paso a buscar.

Hecho el acuerdo, me ajusté la mochila y avancé hacia la salida para dejarlo solo con lo que fuera que iba a hacer con la chica que esperaba.

Justo antes de salir me lanzó:

—Oye, que lo del favor sea un secreto entre tú y yo.

?Qué? ?A Aegan no le gustaría enterarse? Tal vez Aleix sí era el Cash más estúpido. Igual eso lo descubriría cuando me dijera qué favor le debía.

—Gracias. —Apelé a mis modales para confirmar que no le diría nada a nadie.

—No es nada. —Hizo un gesto para quitarle importancia, y después me dedicó una sonrisa que nuevamente emanó dobles intenciones—. Me agradas, Jude. —Y enfatizó de forma muy rara—: Bastante.

Tras eso, me fui.

Anota esto: nunca le debas un favor a un Cash.





10


Si a Aegan quieres enojar,

consecuencias deberás aguantar




Aleixandre cumplió lo prometido.

El club estaba ubicado en lo que se conocía como ?las lomas de Tagus?, cerca de los límites que conformaban la universidad.

Se notaba que había empezado siendo una casa victoriana de tres pisos y ventanas amplias, y que luego habían a?adido áreas nuevas y más modernas a ambos lados. Junto a la puerta de entrada había una placa con grabado que decía: hermandad de 1974. Contaba con una terraza cercada y estaba rodeada de árboles y de altos muros de arbustos, ?tal vez para proteger los secretos del interior?

O... tal vez no.

Me había esperado que entrar me resultase más impactante, pero en realidad no parecía un lugar en donde se escondiera algo.

Apenas pisamos el vestíbulo, me di cuenta de que todo tenía el mismo estilo clásico de la fachada. El suelo era de algún tipo de madera reluciente y oscura. Había cuadros en casi cada pared de personas con caras viejas o de lugares de Tagus. Los muebles eran de madera, el techo era muy alto y las lámparas colgaban del techo. Flotaba un olor a le?a y a perfume de hombre. Era muy... acogedor.

?Y lo raro? ?Y lo misterioso? Podía sentarme a tejer ahí.

Emosido enga?ado.

—Bienvenida —me dijo Aleixandre como un guía turístico mientras lo se?alaba todo con los brazos extendidos—. Este vestíbulo, la sala de estar y los dos pisos superiores son los únicos lugares en todo Tagus que están tal cual fueron hechos en su momento. Lo demás empezó a a?adirse y a remodelarse cuando mi padre estudiaba aquí. ?Qué te parece?

—Es interesante —fue lo que pude opinar, decepcionada por no ver nada misterioso—. ?Por qué ya no se llama Hermandad de 1974?

—Solo porque a mi padre le pareció que sonaba a secta —fue su respuesta—. Ahora sígueme por favor.

Empezó a guiarme por un pasillo en donde tampoco vi nada sospechoso, solo cuadros y diplomas enmarcados, tal vez de miembros anteriores.

—?Tú no tienes pensado unirte a algún club? —me preguntó—. Hay muchos en Tagus.

—Después de haber visto la serie Scream Queens no creo que sea buena idea —respondí.

Soltó una risa.

—Eres graciosa, Jude.

Volvió a girarse cuando cruzamos otro pasillo. Lo que noté es que era una casa con bastantes puertas. Eso me decepcionó por un momento, aunque no sabía qué rayos esperaba. ?Descubrir que eran una secta? ?Toparme con una cabeza cortada y colgada sobre una chimenea? Solo me pareció que era un buen sitio para explorar y descubrir cosas, pero no vi nada que me resultara sospechoso.

—Bueno, Aegan debe de estar afuera —comentó Aleix, e iba a decir más, pero de pronto se dio cuenta de algo y se detuvo.

Casi me choqué con él porque se quedó mirando hacia un lado donde había otro pasillo. Eché un vistazo con curiosidad y me fijé en que, al fondo, había una puerta medio abierta. De ella colgaba un letrero de no pasar.

No entendí qué hacíamos mirándola hasta que...

—Esa puerta no debería estar abierta —murmuró él, tan bajo que me costó oírlo.

—?Por qué? —pregunté de chismosa.

Esperé tan confiada una explicación que me sorprendió cuando él se volvió hacia mí y me dedicó esa sonrisa que ya sabía que usaba con todo el mundo y que, de alguna forma, siempre era igual de radiante y accesible. Lo raro era que la esbozaba con brusquedad, como si le costara hacerlo.

Yo notaba esas cosas porque llevaba días analizando a los Cash muy detenidamente. Otra persona lo habría pasado por alto.

—Tú, por favor, sigue hasta el final y saldrás al área donde está Aegan —fue lo que me respondió, de nuevo como un guía—. Yo iré en un momento.

Y me puso una mano tras el hombro y me impulsó con suavidad más allá del inicio de ese pasillo para que caminara.

No me quedó otra que hacerle caso. Seguí sola. Por un instante miré hacia atrás y lo vi perderse por el otro corredor. Me quedó la sensación de que eso había sido extra?o.

Al pisar el exterior de la casa, mi inquietud por Aleixandre se desvaneció y solo pude pensar: guau.

El terreno que rodeaba la casa era inmenso. Metros y metros de césped cuidadosamente cortado al nivel perfecto se extendían bajo el sol de la tarde. Había mucho terreno, pero capté lo que mi campo visual abarcaba. Un peque?o establo, un estanque, un círculo de troncos con restos de una fogata apagada y algunos caminos marcados por piedras.

Aegan estaba cerca del establo. Por desgracia, no estaba solo. Lo acompa?aban un par de chicos y un trío de chicas a quienes ya había visto varias veces cerca de él. No podía decirse que fueran sus amigos, pero siempre eran los mismos, así que eran considerados como las personas que Aegan prefería para hacer algunas actividades, tal vez porque eran más importantes que el resto. Seguramente habían conocido a Eli, hablado con ella, ido a las mismas fiestas, pero eran tan culos estirados que sabía que de ellos no obtendría más que saludos hipócritas y críticas apenas les diera la espalda, así que sus nombres no me importaban, y socializar con ellos, menos.

Caminé hacia Aegan, muy campante. Apenas él vio mi fabulosa presencia yendo en su dirección, la enorme sonrisa con la que había estado contando algo empezó a reducirse con lentitud al mismo tiempo que su ce?o se hundía en una clara expresión de que no entendía qué demonios hacía yo ahí. Fue un gesto tan épico que lo habría grabado solo para guardarlo como momento histórico.

Alzó una mano para disculparse y se acercó a mí a paso poderoso antes de que yo llegara.

—?Qué haces aquí? —soltó apenas me detuvo frente a él, nada contento.

—He venido con Aleixandre —me defendí rápido.

él miró en todas las direcciones como buscando algo, luego volvió a mirarme a mí, severo, con los ojos de un gris casi transparente, intensos y amenazantes.

—?Y se ha hecho invisible o lo traes guardado en el bolsillo?

—Me ha dicho que ahora vendría —contesté, confiada.

Miré hacia atrás, hacia la puerta por la que acababa de salir, esperando que Aleix apareciera en cualquier momento justo como había dicho, pero...

Nada. Nadie. Y tras unos segundos más, ni un alma en pena.

—Se ha debido de quedar dentro... —mascullé como estúpida.

Ahora Aegan tenía los brazos cruzados y una asombrosa cara de ira que no me hacía ninguna gracia. Solo le faltaba repiquetear con el pie la hierba de forma repetitiva.

—?Entraste aquí por tu cuenta? —escupió, perdiendo la paciencia—. Es un sitio privado, Jude.

—No, no; en serio he venido con Aleixandre —dije, defendiendo de nuevo mi verdad—. Pero no sé dónde está.

Un momento, ?me había enga?ado? ?Aleixandre me había mentido?

—Puedo denunciarte por esto —me amenazó, y luego decidió no tener piedad—: No, voy a denunciarte.

Bueno, Aleixandre no aparecería y no estaba segura de si era cierto que podía denunciar mi aparición allí, por lo que debía recurrir a algún método para salvarme.

Y se me ocurrió uno rápido.

Alex Mirez's books