Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)

—Ahora te subirás a él —dijo Adrik.

Primero me explicó dónde debía poner el pie y cómo impulsarme hacia arriba. Después, al intentarlo, fallé y automáticamente me puse a la defensiva, lista para afrontar su burla. Solo que no se burló, lo cual fue inusual para mí. Tomó aire y volvió a indicarme los pasos. Iba a fallar en mi tercer intento, pero él terminó aupándome por la cintura (?por qué había sentido un raro cosquilleo?) y, cuando menos me lo esperaba, logré estar sobre el caballo.

El triunfo me emocionó y sorprendió al mismo tiempo.

—Oh, Dios, estoy arriba —dije, mirando hacia los lados con una sonrisa de satisfacción en la cara.

Adrik asintió desde su posición, como un profesor satisfecho de sus ense?anzas. El cabello azabache despeinado le brillaba, y sus ojos grises por la genética Cash no parecían tan obstinados.

—Lo demás será sencillo.

—Gracias, yo... —intenté decir, aún entusiasmada, pero él me cortó.

—Estoy aquí para ense?ar a cualquiera que necesite aprender, no te confundas —zanjó con un tono neutral.

Por alguna razón, eso me dejó callada.

Bueno, había logrado lo que necesitaba. Ahora quería aprender a cabalgar. Me preparé para esa parte, pero entonces oí unos relinchos y Hades entró a toda velocidad al campo de prácticas. Se detuvo en una estúpida e irreal pose imperiosa con Aegan sobre él, quien se bajó de una manera ágil, demostrando que aquello se le daba más que bien.

En su rostro resplandecía esa insoportable sonrisa de superioridad.

—Parece que Driki hace milagros —dijo, mirándome sobre el caballo—. Puede hacer que un cactus aprenda a sobrevivir en el frío, si quiere.

Abrí la boca para rebatirle épicamente, pero Adrik intervino e hizo algo que ni en un millón de a?os me habría esperado.

—Yo acabo de llegar —mintió con indiferencia—. No tengo nada que ver.

Y, sin decir más, se alejó caminando hacia el establo de nuevo.

En cuanto Aegan y yo nos quedamos solos, puse mi cara más seria y me bajé del caballo. Pasé junto a él, ignorándolo, y avancé en dirección a la puerta trasera de la casa club, lista para largarme de allí. Escuché sus pasos rápidos detrás de mí. Intenté no dirigirle la palabra, pero él tuvo el descaro de preguntar con cierta diversión e incredulidad:

—?Qué? ?Estás enfadada?

?Que si estaba enfadada?

?QUE SI ESTABA ENFADADA?

Mi furia podía alimentar tres países en crisis.

Pero no podía demostrarla. Se suponía que él me gustaba. Una novia enamorada era paciente.

—No —le mentí, tensa, conteniendo mi ira.

De forma intencional, él me detuvo en el vestíbulo para sonreírme en una promesa de caos.

—Qué bien —exhaló— porque ahora que formas parte del club podemos hacer muchas cosas juntos, así que ven ma?ana.

Mi enfado me hizo hundir un poco las cejas.

—?Qué plan hay para ma?ana? —pregunté en un tonillo odioso.

Aegan me gui?ó el ojo.

—Ya lo verás.

Se despidió de mí dándome la espalda y avanzó por el pasillo, rumbo a quién sabía qué parte del club, confiado, triunfante, orgulloso de sí mismo. No tuve más remedio que irme.

De acuerdo, a pesar de ese horrible momento con el fallo al subirme a la yegua, no me rendiría porque, al final, el día no había estado tan mal. En realidad, había descubierto algo: la puerta, esa que Aleixandre había dicho que debía estar cerrada.

Tenía que ver qué había tras ella.

Y también tenía que encontrar formas más inteligentes de fastidiar a Aegan mientras mis investigaciones sobre Eli duraran, y sobre todo antes de que mi tiempo como su novia terminara.





11


Ring, ring... ?Sí? ?Quién es?




Lo confieso, no dejé de pensar en el ?ya verás?.

Dio vueltas burlonas en mi cabeza, inquietándome. ?Qué iba a ver? ?Tenía un plan? Maldito Aegan, hasta con dos simples palabras lograba poner nervioso a cualquiera. ?Es que nada lo ponía nervioso a él? Claro que sí. Seguía siendo humano. Tenía debilidades, puntos que atacar. Tal vez el asunto de Eli era uno de esos puntos.

?De verdad se había ido en un coche alquilado? Pero ?a dónde? Si se había ido por voluntad propia, ?por qué se la veía tan asustada en la grabación? Quería averiguar más sobre ella, y luego...

Kiana me interceptó de repente en uno de los pasillos; parecía un poco agitada, como si hubiese estado buscándome por todas partes. Ese día, su largo cabello estaba trenzado al estilo Daenerys Targaryen, lo cual combinaba bien con su parte ruda, pero no tan bien con su ropa de artista pacífica.

—Hay un rumor —me soltó con gravedad.

—?Cuál? —Entorné los ojos.

Dash apareció también, apurado y resplandeciendo con una bufanda de lentejuelas verdes.

—?Artie me dijo que lograste ir al club! —exclamó, ignorando lo que había dicho Kiana—. ?Cómo es? ?Qué hacen? ?Cuenta, cuenta!

Sin darme tiempo de decidir a quién contestar primero, tiraron de mí para llevarme a un aula cercana que estaba vacía y cerraron la puerta.

—Dicen que Aegan te tiene miedo porque eres agresiva y tienes problemas de ira —informó Kiana al instante.

—Muy a lo Emma Roberts... —complementó Dash.

Me quedé boquiabierta.

—?En serio?

—Sí, y que le montaste una escena en el club y casi lo golpeaste —continuó Kiana.

Pero ??qué demonios?! De acuerdo, le habían puesto demasiada creatividad a la transformación del chisme. ?Yo no era Emma Roberts! ?Y Aegan, en definitiva, no tenía la inocencia de Evan Peters, gente!

—Eso no pasó así —les dejé claro—. Ni intenté golpearlo ni fui agresiva.

—?Cómo pasó entonces? —me exigió saber Dash, haciendo un gesto de ?no te guardes nada?—. ?Y cómo es el lugar? ?Es verdad que hay un cuadro de Aleixandre desnudo?

Les conté cómo había sucedido lo de mi supuesta ?escena?. Agregué lo de los caballos y luego llegué a lo más importante, que se trataba de un sitio común y corriente. Sin cuadros de nadie desnudo. Sin objetos sospechosos. Lo único extra?o había sido esa puerta y la actitud de Aleixandre al cerrarla, y eso no iba a decírselo a nadie. Mi investigación sobre Eli y cualquier otra situación extra?a eran un secreto.

Dash puso cara de desencanto total.

—Qué decepción... —suspiró, dramático—. Pensé que sería como una sociedad secreta en la que hacían orgías y tomaban vinos extra?os.

Kiana y yo lo miramos con rareza. Ejem...

Por otro lado, aquello era el colmo.

—No puedo creer que hayan colocado a Aegan en la posición de víctima —resoplé—. ?Qué dirán ma?ana? ?Que hizo un milagro y que lo van a beatificar vivo?

Kiana se quedó pensativa. Por primera vez me fijé en que sus u?as eran peque?as e irregulares. U?as así indicaban que se las mordía, lo cual a su vez indicaba que era una persona nerviosa. Aunque no lo parecía. Kiana era segura y osada, alguien que no temía dar su opinión y que cuando hablaba captaba la atención de la gente por la sensatez de sus palabras. Pero ?qué había aprendido ya? Que en Tagus todos eran lo contrario de lo que aparentaban.

?Qué podía causarle ansiedad a una chica como Kiana?

—Creo que me estoy dando cuenta de algo... —murmuró tras su análisis—. Y si es cierto, él no es idiota. Es un tipo inteligente que se hace el idiota.

—Bien, cuenta —dije, con curiosidad.

—Aegan te ve fuerte y decidida, y como no puede atacarte directamente, buscará ponerte en situaciones que no puedas manejar para que te quiebres y dejes de ser un obstáculo —teorizó—. Salir contigo y tenerte cerca le ayuda porque puede estudiarte y buscar tus puntos débiles.

?Era posible que Aegan estuviera haciendo conmigo algo parecido a lo que yo estaba haciendo con él? ?Por eso quería que fuera su novia? Me sorprendió entender que tenía sentido. En el club había hecho el ridículo porque no sabía cabalgar. ?Y de quién era la culpa entonces? Mía, por no haber aprendido nunca a montar. Solo yo había pasado vergüenza. él no.

Alex Mirez's books