Perfectos mentirosos (Perfectos mentirosos #1)

Resultó que allí estaba Artie, todavía con su máscara. También Aleixandre, él con el rostro libre y con la máscara de Ernesto de la Cruz sobre su cabeza. ?Identidad revelada!

Aegan me soltó. Artie y yo automáticamente nos pusimos la una al lado de la otra, como unas recién capturadas en pleno delito, listas para ser metidas en celdas.

—?Las reglas prohíben cualquier tipo de peleas entre los miembros, de lo contrario serán expulsados! —nos lanzó Aegan en un reproche firme y furioso, y en un movimiento rápido me quitó la máscara de la cara.

Al ver mi rostro, se sorprendió tanto que se quedó mudo y dejó de lanzar reproches. Entonces también le quitó la máscara a Artie y nos miró fijamente con el ce?o fruncido y la mandíbula apretada, muy molesto.

—?Qué demonios hacen aquí? —exigió saber.

No supe qué decir. Mi corazón se aceleró un poco. No tuve ninguna buena respuesta, a pesar de que había tratado de ingeniar un plan antes. Mis ideas desaparecieron como si un borrador invisible les hubiese pasado por encima. Me puse nerviosa como una novata de las mentiras. Creí que ya no podía arreglar aquello; nos habían descubierto.

Entonces sucedió algo inesperado.

—Nos invitaron —le dijo Artie.

?Qué?

—?Quién? —preguntó Aegan.

—No lo sabemos —dijo ella con total control—. Solo recibimos un mensaje que decía: ?Viernes, ocho de la noche, club?.

—Quiero ver el mensaje —ordenó él.

De acuerdo, ?y ahora? Miré a Artie, callada. Obviamente, a Aegan no se le podía enga?ar solo hablando con seguridad y con una buena mentira.

Ante la falta de respuesta, perdió la paciencia.

—?Que quiero ver el mensaje! —repitió con brusquedad.

—?Para empezar no nos grites! —dije al instante, utilizando su mismo tono para defendernos.

—No es necesario que discutamos... —intervino Aleixandre tras esos gritos.

—Y una mierda —soltamos Aegan y yo al unísono.

Aleixandre nos miró, ce?udo.

—Quiero ver el mensaje y el número que lo envió —repitió Aegan, silabeando y sin gritar.

Decidí actuar para intentar salvarnos.

—?Sí? —solté, molesta—. Pues nosotras queremos saber qué clase de sitio es este, porque no parece muy normal, ni tampoco un lugar donde alguien como tú debería estar.

Dio justo en el blanco. Aegan apretó la mandíbula enfurecido. Iba a decirme algo, pero de pronto la puerta del peque?o cuarto se abrió y entró un muchacho que jamás había visto en mi vida, pero que, al parecer, ellos sí conocían muy bien.

—Ya he logrado que todo el mundo se calmara allá afuera y he vuelto a bajar las luces —informó quien fuera—. ?Qué es lo que ha pasado?

Cuando se levantó la máscara, lo primero que llamó mi atención fue que tenía unos ojos ambarinos impresionantes. Tenía el aire de chico con pocas preocupaciones, un chico que podía unirse a una caravana hippy, pero también interpretar a Dorian Gray en una película. Un mechón de cabello rubio le caía por un lado de la cara, hasta por encima de la mandíbula, mientras que el otro permanecía detrás de la oreja. El resto del pelo, que le llegaba hasta por encima de la nuca, estaba recogido en una coleta. Usaba un pantalón con los bajos doblados hasta por encima de los tobillos y una camisa blanca holgada.

Sin embargo, lo que me dejó perpleja fue que reconocí su voz, aunque ahora no estaba ebrio.

Era el chico que había llamado al club. El que me había dado el código pensando que yo era esa tal Sascha.

Me pregunté quién era él. ?Y por qué no lo había visto antes? ?Reconocería mi voz? Debía intentar modificarla un poco.

—Ella es Jude, y sale con Aegan —le puso al tanto Aleixandre, se?alándonos—. Ella es Artie, y es amiga de Jude.

—Y ninguna debería estar aquí porque no son miembros del club —completó Aegan, severo.

El rubio alzó las cejas con divertida sorpresa y alternó la mirada chispeante entre Aegan y yo. Culminó mirando a Aleixandre.

—Me he perdido algo interesante, ?no? —preguntó, disfrutando de la escena.

—Aegan, creo que deberíamos explicarles —dijo Aleixandre, pero su hermano estaba entrando en modo ira y, cómo no, lo ignoró.

—Hablemos afuera un momento —les ordenó a los chicos, pero antes nos advirtió—: Ustedes se quedan ahí.

Salieron de la habitación y nos dejaron a solas. Al instante, Artie y yo nos miramos. Su rostro dejó fluir todo el temor que estaba sintiendo. Le faltaba poco para echarse a llorar. Quizá hasta me odiaba por haberle hecho sentir que debía acompa?arme.

—Ay, Jude, ?qué vamos a hacer? —gimoteó.

—??De dónde salió esa mentira del mensaje?! —le pregunté, asombrada—. Porque fue increíble cómo mentiste.

Punto importante: celebrar las mentiras es malo. No lo hagas.

—Sentí que debía decir algo. —Temblaba, y estaba mordiéndose el labio inferior, tal vez para contener sus ganas de chillar—. Pero ?tengo miedo, Jude! ?Aegan parece muy furioso! Y este lugar... —Miró alrededor, afligida—. Oh, no tienes ni idea de lo que esto significa.

La tomé de las manos y se las froté.

—Calma, saldremos de aquí —le prometí, sin saber con exactitud cómo íbamos a hacerlo—. Procura no demostrar que estás asustada.

Tras decir eso, los tres volvieron a entrar. Aleixandre cerró la puerta. No les di tiempo de decir absolutamente nada. Solté mi discurso en defensa de mis derechos de repente:

—Miren, si lo que les preocupa es que digamos algo sobre esto, no lo haremos. Nos importa muy poco este sitio. Ahora, Artie y yo nos vamos porque no nos sentimos cómodas aquí.

Tomé a Artie del brazo para tirar de ella e irnos, pero Aegan se interpuso como un indestructible muro de piedra.

—No.

—?Perdón? —solté, indignada. A mi lado, Artie emitió un chillido de miedo con los labios pegados.

Aleixandre dio un paso adelante. Se sumó a Aegan o eso me pareció.

—Ustedes vendrán con nosotros —sentenció.

Sentí a Artie temblar bajo mi agarre. Quise gritarle: ????Para, que me pones nerviosa a mí también!!!?.

—Claro que no —le refuté, firme, porque en casos así no hay que mostrarse débil.

—Entonces no saldrán de aquí nunca —sentenció Aegan, inclemente.

Oh, joder.

?No había una ventana para poder escapar?





13


El mundo no gira alrededor de los Cash,

pero sí alrededor de sus secretos




Bueno, sí me asusté.

Pero mi reacción fue activar a mi salvaje interna para lanzar patadas y golpes en caso de tener que huir. En un microsegundo traté de calcular si podía lograr llegar a la puerta tras patearle la entrepierna a Aegan y darle un pu?etazo en la cara a Aleixandre. Me pareció que sería difícil salir, porque no me daría tiempo de pegarle al rubio, pero...

Tal vez estaba exagerando.

—Aegan, así las asustas —intervino el chico rubio como un mediador pacífico.

—Es que deberían estar asustadas —gru?ó Aegan, implacable.

Alcé el pecho y lo reté.

—?De qué? —solté sin miedo—. ?De ti?

El rubio se metió al notar que incluso nuestras energías querían pelear.

—Miren —dijo, apartando un poco a Aegan, pero mirándonos a nosotras—. Lo que sucede es que no todo el mundo sabe que existe este lugar. Debes ser invitado para poder entrar y luego debes firmar un acuerdo de confidencialidad. No pensábamos aceptar a nadie este a?o, y por eso no tenemos aquí esos documentos.

Así que ese lugar era de ellos. Vaya, vaya.

—Hay unas copias en nuestro apartamento —a?adió Aleixandre—. Las llevaremos allí para que los firmen.

—?Costaba mucho explicárselo así? —preguntó el rubio riéndose y mirando a Aegan.

Paseé la mirada por los tres, desconfiada. A pesar de que Aleixandre no era tan cruel como Aegan, seguía siendo un Cash y mi vena suspicaz no quería creer ciegamente en ninguno. Lo peor era que le debía un favor. En cuanto a ese rubio, daba una buena impresión, pero no lo conocía, y sabiendo lo de Eli, había que estar alerta.

No, no estaba segura.

—Para empezar, ?quién es él? —exigí se?alando al rubio.

—Owen —lo presentó Aleixandre—. Amigo cercano.

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