—Vamos, Mary. Todavía estás dolida. Perdóname, por favor. Sólo nos quedan quince minutos, y no quiero pasármelos discutiendo contigo. Te quiero mucho, y sabes que sería capaz de cortarme una pierna y patearme el trasero si pudiera. Tal vez también debería cortarme la lengua y clavarla con un clavo en la pared de tu habitación. Y después…
—Está bien, está bien —dijo Mary Ann, riéndose—. Te perdono. —Gracias a Dios. Pero, de verdad, me has hecho trabajar mucho para conseguirlo, y ya sabes que odio trabajar.
Con aquella irresistible sonrisa suya, Penny encendió un cigarrillo e inhaló profundamente. Pronto estuvieron rodeadas de humo, y Penny se reclinó en la silla y estiró las piernas.
—Entonces, ?de qué quieres hablar? ?De las chicas a las que odiamos? ?De los chicos que nos gustan?
Mary Ann tomó su taza de café y se echó hacia atrás todo lo que pudo.
—?Por qué no hablamos de que fumar mata?
—No hay necesidad. Soy indestructible.
—Eso te gustaría —dijo Mary Ann con una sonrisa.
Sin embargo, la diversión desapareció rápidamente al notar una ráfaga de viento en el pecho. Se frotó el pecho, sobre el corazón, y miró a su alrededor.
Aquella ráfaga no había afectado a nadie más, aparentemente. Y ella sólo había notado tal golpe en otra ocasión. Se le encogió el estómago.
—Si no apagas el cigarro por ti misma, hazlo por mí —dijo—. No quiero volver al trabajo oliendo a cenicero.
—Me da la sensación de que tus rosas te van a adorar de todos modos —dijo su amiga irónicamente, y dio otra calada—. Apiádate de mí. Tengo estrés, y lo necesito.
—?Y por qué has estado estres…?
—Oh, oh, oh. Vaya. A las tres en punto. Acaba de sentarse a una mesa que está enfrente de la nuestra. Es moreno, tiene cara de actor de cine, y músculos. Dios santo, qué músculos. Y lo mejor es que te está mirando. Lo mejor para ti, claro. ?Por qué no me mira a mí?
A Mary Ann se le aceleró el corazón al instante. Primero, aquel extra?o viento, y después, un chico moreno cerca. ?Por favor, que sea una coincidencia?. Se inclinó hacia delante, y tapándose la boca para disimular, le preguntó:
—?Está manchado de barro y tiene la ropa rasgada?
—Sí, tiene la cara sucia. Bueno, es como si se hubiera intentado limpiar. Pero lleva la camisa limpia y perfecta. Dios, tiene el pelo te?ido de moreno, pero las raíces rubias. Me pregunto si tendrá tatuajes. Es muy sexy. ?Cuántos a?os crees que tendrá? ?Dieciocho? Creo que es lo suficientemente alto como para ser mayor de edad. Y, oh, Dios mío, ?me acaba de mirar! Creo que me voy a desmayar.
Aparte de la camisa, la descripción cuadraba. Tal vez se hubiera cambiado.
Sintió una emoción que no sabía identificar. El hecho de que él pudiera estar allí…
Tenía intención de pasar a ver la tumba de su madre antes de reunirse con Penny. Después de todo, estaba de camino. Sin embargo, al ver a aquel muchacho y sentir la extra?a ráfaga de viento, sólo tuvo ganas de escapar.
—Lo he visto antes —dijo ella—. ?Crees… crees que me ha seguido?
Penny abrió unos ojos como platos, se movió en el asiento y lo miró sin disimulo.
—Seguramente. ?Crees que es un acosador? ?Dios santo, eso es todavía más sexy!
—?No lo mires! —le dijo ella, dándole una palmadita en el brazo a su amiga. Penny se volvió hacia ella.
—Mira, no me importa si es un asesino en serie que tiene los corazones de sus víctimas en el congelador. Cuanto más lo miro, más me gusta. Parece un chico malo y misterioso —Penny se estremeció—. Puede que yo le ofrezca mi corazón.