Entrelazados

Además, sólo había una manera de enfrentarse a cuatro a la vez…


Con los ojos entornados, se lanzó hacia el cuerpo que estaba más cerca de él. Acababa de emerger la parte superior de su cabeza. Estaba completamente calvo y no tenía piel. Un esqueleto viviente, de los que aparecían en las pesadillas.

?Puedes hacerlo?, le dijo Eve, animándolo.

Salió un brazo… la espalda… Finalmente, aparecieron los hombros, y Aden tuvo el espacio que necesitaba para trabajar. Golpeó, y con un movimiento fluido, devolvió a la muerte a aquel muerto.

—Lo siento —susurró.

?Uno menos?, dijo Julian.

Aden ya estaba corriendo hacia la tumba siguiente. No se detuvo cuando llegó, sino que levantó el brazo y cortó.

—Lo siento —dijo de nuevo, mientras la cabeza caía hacia un lado y el cuerpo hacia el otro.

?Así se hace?, lo alabó Elijah.

Tenía las manos empapadas, y la cara y el pecho húmedos de sudor, pero corrió hacia la tercera tumba, desde la que le observaban unos ojos enrojecidos.

?Deberían pagarnos por esto?, dijo Caleb, y cada una de sus palabras transmitía excitación. Claramente, estaba excitado otra vez.

Aden oyó un rugido un segundo antes de que un peso esquelético se le lanzara a la espalda y le hundiera los dientes en el hombro. Le atravesó la camisa y llegó al músculo. ?Estúpido! Se había dejado a uno.

Aden gru?ó mientras se lanzaba al suelo. Otro mordisco, más veneno. Y después, más dolor.

Agarró al demonio por la clavícula y tiró, y se quedó con un pedazo de encaje y de hueso en la mano. En aquella ocasión, una mujer. ?No pienses en eso?. Vacilaría si lo hiciera, y eso le costaría muy caro.

Aquellos dientes afilados se le clavaron en la oreja y le hicieron sangrar.

él apretó los dientes para poder contener un grito de dolor, y consiguió agarrarla por el cuello. Sin embargo, antes de que pudiera tirar, el cuerpo cayó al suelo inerme, y las cuatro voces de su cabeza comenzaron a gritar como si tuvieran dolores, y después se acallaron, se acallaron… silencio.

Aden se quitó el cuerpo de encima y se puso en pie de un salto. Le quemaban el cuello, el hombro y la oreja. Miró hacia abajo; el cadáver no se movía. Todavía tenía la cabeza en su sitio, pero no se movía.

él giró a su alrededor, escrutándolo todo con la mirada. El otro cadáver, hacia el que estaba corriendo en un principio, también había caído, aunque también tenía la cabeza puesta. Incluso la luz de sus ojos se había apagado.

?Qué demonios había ocurrido?

Extra?amente, ninguno de sus compa?eros respondió.

—?Chicos?

No hubo respuesta.

—?Por qué estabais…?

Sus palabras se interrumpieron. A cierta distancia, vio a una chica, y lo olvidó todo. Llevaba una camiseta blanca manchada, unos vaqueros desgastados y unas zapatillas de deporte, y pasaba por delante del cementerio. Era alta y delgada, y tenía el pelo casta?o, recogido en una coleta. Estaba bronceada, y tenía una cara muy bonita. Llevaba unos auriculares en los oídos, y parecía que iba cantando.

Todo aquel pelo oscuro… ?Era la chica de las visiones de Elijah?

Aden se quedó inmóvil, cubierto de barro y de suciedad, presa de la confusión, e intentando no dejarse dominar por el pánico. Si lo veía, y veía la carnicería que había a su alrededor, iba a gritar, y la gente acudiría. Lo seguirían fuera donde fuera. Siempre lo seguían. Y volvería a perder la libertad.

?No mires, por favor, no mires?.

La plegaria era suya. Las almas estaban muy calladas. Y, sin embargo, una parte de él quería que lo mirara, que lo viera, que se sintiera tan atraída por él como él se sentía por ella. Si era la muchacha a la que había visto… por fin…

Ella casi había pasado de largo. Pronto desaparecería por una esquina. Pero entonces, como si hubiera sentido el deseo secreto de Aden, miró hacia atrás por encima de su hombro. Aden se puso rígido, y vislumbró unos enormes ojos casta?os y unos labios de color rosa.

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