Entrelazados

Ella escrutó la zona.

Un segundo después, sus miradas se encontraron. Hubo una ráfaga de sonido mientras el mundo se detenía, y después, nada. Ni un movimiento. Ni siquiera los latidos de sus corazones, ni sus respiraciones. No había ayer, ni ma?ana. Sólo aquel momento.

Eran las únicas personas que existían.

Aquello era la paz, pensó Aden con incredulidad. La verdadera paz. La calma y el silencio, sin voces que lo presionaran, que lucharan por captar su atención. Entonces, todo explotó. Hubo otra ráfaga de sonido, como si el mundo se expandiera. Los coches empezaron a moverse de nuevo, y los pájaros, a canturrear. El viento movió las hojas de los árboles, y una racha lo empujó hacia atrás. Cayó al suelo con un sonido seco, y sintió el impacto en la mandíbula y el esternón.

Aquel viento debió de sacudirla también a ella, porque también cayó al suelo con un grito.

Entonces, Aden notó que se le encogía el estómago, y que los miembros le pesaban. Tuvo la imperiosa necesidad de echar a correr hacia ella, y después, la necesidad de huir de ella.

—Tendré cuidado. Lo prometo —dijo.

Aden vio a la chica a una manzana del cementerio. De nuevo, el viento lo empujó y sintió un fuerte mareo, y el mundo se convirtió en todo lo que había so?ado. Silencio. Sus pensamientos, suyos.

Dios santo. Ella era la responsable.

Comenzaron a sudarle las palmas de las manos. Ella torció una esquina y se dirigió hacia un cruce lleno de gente. él metió las manos en la mochila para sacar unos pa?uelos de papel, y se limpió la cara lo mejor que pudo mientras apresuraba el paso. Sacó una camisa limpia y se escondió entre las sombras, y se cambió, sin apartar la vista de la chica.

?Se pondría a gritar si él se acercaba? Después de todo, lo había visto rodeado de huesos.

Esperó a que sus compa?eros le dieran respuestas, pero todo permaneció en silencio. Era extra?o no tener a nadie que le dijera lo que tenía que hacer, y cómo, o lo mal que iba a terminar todo. Raro y angustioso, cuando él llevaba a?os pensando que sería maravilloso.

Por primera vez en su vida, estaba verdaderamente solo. Si estropeaba aquello, no podría echarle la culpa a nadie.

Irguió los hombros y se preparó para acercarse a la chica.





Mary Ann Gray vio a su amiga y vecina, Penny Parks, y se acercó a la terraza de la cafetería.

—?Estoy aquí, estoy aquí! —dijo mientras se sacaba los auriculares de los oídos. Evanescence quedó en silencio.

Guardó el iPod en su bolso y le echó un vistazo a su Sidekick. Sólo tenía un correo electrónico de su padre, que le preguntaba qué quería cenar. Podía responder un poco más tarde.

Penny le tendió a Mary Ann su café.

—Justo a tiempo. Te has perdido el corte de electricidad. Yo estaba dentro, y todas las luces se apagaron. Nadie tenía cobertura en el móvil, y le oí decir a una se?ora que los coches se habían quedado parados en la carretera.

—?Ha habido un corte de electricidad que ha parado a los coches?

Qué raro. Sin embargo, aquel día era el día de las cosas raras. Como el chico a quien había visto en el cementerio, y que había hecho que se cayera, ?sin tocarla!

—?Me estás escuchando? —le preguntó Penny—. Te has quedado en blanco. Bueno, como te estaba diciendo, fue hace un cuarto de hora.

Exactamente, cuando ella estaba en el cementerio, cuando su iPod se había quedado en silencio momentáneamente, y cuando había soplado una racha de viento inesperado. Eh…

—Bueno, ?y por qué has tardado tanto? —le preguntó Penny—. He tenido que pedir yo sola, y ya sabes que eso no es bueno para mi dependencia.

Gena Showalter's books