LEAH
Casi nunca somos conscientes de lo felices que somos mientras lo estamos siendo. Solemos recordarlo y valorarlo después; esa comida familiar a la que te daba pereza ir y que terminó siendo una lluvia de risas, anécdotas que cuando ocurren aún no sabes que se quedarán para siempre contigo, esa tarde tonta en la que acabas riéndote a carcajadas con tu mejor amiga hasta que te duele la tripa, un día en el que piensas que lo tienes todo mientras estás tumbado sobre la arena de la playa y el sol cálido te besa la piel. Ese tipo de instantes en los que disfrutas tanto que no te paras a valorar porque estás ahí, justo ahí, viviéndolos, sintiéndolos en ese presente.
Sin embargo, con él no podía dejar de pensarlo. ?Felicidad?, la palabra me bailaba en la punta de la lengua cada ma?ana, justo antes de despertar y darle un beso lento. Creo que era porque una parte de mí ya sabía que no acabaría bien, que tenía que guardar con mimo todos esos momentos que estábamos viviendo juntos, porque los recordaría durante a?os y serían lo único a lo que podría aferrarme.
95
AXEL
Noté algo. Un crac flojito, pero no le di importancia hasta que oí el ruido de un par de pisadas en la madera del salón. Abrí los ojos de golpe. No sé cómo cojones conseguí levantarme de la cama y ponerme un ba?ador que cogí del primer cajón, porque de repente tenía el corazón en la garganta.
Leah murmuró algo incomprensible aún medio dormida, pero apenas le presté atención. Crucé la habitación con dos zancadas y me sujeté al marco de la puerta. Y mierda. Joder. Mierda.
Justin me miró, con las llaves en la mano y una mueca de incredulidad.
Sus ojos se desviaron hacia la ropa que la noche anterior habíamos dejado desperdigada de camino al dormitorio, y luego se detuvieron en la habitación vacía de Leah antes de volver a clavarse en mí.
—?Qué cojones has hecho, Axel? ?Qué cojones…?
Se llevó las manos a la cabeza y yo cerré la puerta rezando para que Leah no saliese en ese momento, aunque tampoco es que la situación pudiese empeorar más. La expresión de Justin era suficiente para entender que no había nada que explicar, que ya lo sabía todo.
Tragué saliva despacio. Casi no podía respirar.
—Te dije que la llave era solo para emergencias.
—?La hostia! ?Eso es todo lo que tienes que decirme? ?Te has vuelto completamente loco? ?Has perdido la cabeza? De todas las jodidas cosas que has hecho en esta vida, te juro que con esto…, con esto has cruzado el límite. Pero tú no entiendes de eso, ?no? Tú estás por encima de cualquiera, porque está tu ombligo y luego todo lo demás.
—Baja la puta voz. Vas a despertarla.
Justin me miró alucinado. Yo también lo estaba, porque, joder, de todo lo que podía decir en ese momento, no, eso no era lo mejor; pero estaba asustado y enfadado y más bloqueado que nunca. Me mordí la lengua para evitar soltar ninguna otra idiotez y salí de casa por la puerta trasera. Mi hermano me siguió. El sol de la ma?ana brillaba en lo alto del cielo. Me interné en el camino hasta que las hierbas dejaron paso a la arena. Entonces me detuve y respiré hondo un par de veces sin apartar la mirada del mar.
—No es lo que piensas, no es una chorrada…
El viento despeinaba el cabello casta?o de mi hermano.
—Pues explícamelo. Haz que lo entienda, porque ahora mismo no sé cómo encajar esto, Axel. Nunca se me pasó por la cabeza…
—A mí tampoco. Yo qué sé, Justin. Simplemente pasó. ?Qué quieres que te diga? Me enamoré de ella. No quería, pero tampoco sé por qué está mal. No lo siento así.
—Joder, Axel. —Se alejó unos pasos.
Yo le dejé su tiempo y un poco de espacio. Esperé parado en medio de la playa mientras él caminaba de un lado a otro con el ce?o fruncido y soltando un par de tacos de vez en cuando. Me hubiese reído en cualquier otra situación, pero ese día estaba a punto de sufrir un infarto. Me acerqué a él cuando me pudo la impaciencia.
—Justin, di algo. Lo que sea.
—?Estás enamorado de ella? —Me dirigió una mirada dura.
—No me hagas repetirlo.
—Hoy no es el mejor día para que te comportes como un tocapelotas, Axel. Está bien, aceptemos que ha pasado, que estas cosas ocurren, pero eso no elimina la cuestión más importante: que tienes que hablar con Oliver. Ya.
—No puedo. Aún no.
—?Por qué? —Se cruzó de brazos.
?Joder, porque lo voy a perder.? ?Porque odio la palabra “consecuencias ”. ? ?Porque me da miedo lo que pueda pasar.?
—Necesito encontrar la manera perfecta de decírselo. Necesito que, cuando se lo explique, él lo entienda. Mira cómo has reaccionado tú y multiplica eso por mil. No es tan fácil, ?vale? Al principio quería ver adónde conducía esto y ahora…, ahora es aún más jodido.
—Te estás pringando hasta el fondo.
—?Ya lo sé, Justin, co?o! —grité enfadado.
Y entonces, en vez de replicar alguna gilipollez de estirado de las suyas, se acercó y me abrazó. Me quedé allí, un poco acartonado y frío, porque no podía recordar la última vez que había abrazado a mi hermano.
Le palmeé la espalda, todavía sorprendido, y alargué un poco más el contacto al recordar la impresión de mi padre sobre los celos de Justin cuando salimos a cenar. Mi hermano me miró y me dio un apretón en el hombro.
—Todo saldrá bien, ya lo verás. ?Quién más lo sabe?
—Nadie.
él alzó las cejas.
—?Qué esperabas? Joder.
—Está bien. Pues…, bueno… No sé….
—No tienes que hacer nada —aclaré.
—Ya. Pero si necesitas hablar o algo…
—Te llamo. Gracias, Justin. —Regresamos a casa—. Por cierto, ?para qué venías? Ah, y dame mi llave. Has roto las normas.
—No pienso devolvértela. Tenía un rato libre, di por hecho que estarías practicando surf y quería, en fin, pensé que podría pasarme por aquí y acompa?arte, que me dieses unas clases rápidas. Te llamé, pero no me lo cogiste, claro.
—?Por qué ibas a querer clases de surf?