?Joder, ?qué me estaba pasando??
La saludé como siempre, con un beso en la mejilla, y nos sumamos al jaleo habitual. Platos arriba y abajo, mi madre evaluando a Oliver para cerciorarse de que no había pillado ninguna enfermedad contagiosa durante aquellas semanas en Sídney, Emily ordenándoles a los gemelos que fuesen a lavarse las manos y mi padre tarareando por lo bajo la última canción de moda.
Me senté en mi sitio de siempre, al lado de Leah.
—?Quieres guisantes? —le ofrecí la bandeja.
Ella negó con la cabeza sin mirarme.
—?Max, no cojas la comida con las manos! —gritó Justin—. ?Maldita sea! Emily, pásame una servilleta. O dos.
—?Cómo va todo, colega? —mi padre miró a Oliver.
—Bien, una buena semana, ?verdad, Leah?
Ella asintió y bebió agua.
—?Y eso? ?Alguna novedad? —insistió papá.
—Bueno, hemos salido a surfear un poco alguna tarde. Ya no recordaba la última vez que lo hicimos juntos. —Oliver miró a Leah con orgullo—. Y ha sacado un notable en el último examen, ?no os lo ha dicho?
—?Eso es maravilloso, cielo! —exclamó mi madre.
—Gracias —respondió Leah bajito.
—?Te pongo más guarnición?
—No. —Leah se levantó—. Vuelvo enseguida.
Yo la imité medio minuto después.
—Voy a por la salsa —dije.
Pasé de largo la cocina y seguí hacia el cuarto de ba?o. Esperé delante de la puerta hasta que ella la abrió y entonces di un paso al frente, me metí dentro y la cerré a mi espalda. Leah se mostró primero sorprendida, luego incómoda al sentirse acorralada.
—?Ahora no me hablas? ?Quieres que todos empiecen a notar que ocurre algo?
—Ah, ?acaso ocurre algo? Pensé que dejaste claro que no.
—No me jodas. Sabes lo que quiero decir.
—No lo sé, pero empezarán a sospechar si te pillan aquí.
Estaba muy enfadado. Aunque no sabía seguro si era con ella o conmigo mismo.
—Leah, no me compliques la vida…
Ella se tensó. Me atravesó con la mirada.
Y joder, tenía una mirada muy peligrosa… Peligrosa, cautivadora y electrizante.
—No lo haré. A partir de ahora, no complicaré nada, no te molestaré, puedes estar tranquilo por eso. Déjame salir, Axel. Quiero volver.
Me aparté aliviado y decepcionado a la vez. Como si eso fuese posible.
Como si tuviese sentido…
Leah salió como un huracán. Yo me lavé las manos y pasé por la cocina para coger la salsa. En el comedor mi madre estaba echándole la bronca a Justin por algo relacionado con los proveedores.
—Te aseguro que lo tengo controlado —afirmó él.
—Pues nadie lo diría. —Mamá chasqueó la lengua.
—El chaval hace lo que puede, Georgia —intervino papá.
—?Por qué llamas chaval a tu hijo?
—Solo tiene treinta y cinco a?os.
—Y no lo parece, por cómo maneja las cosas.
No sé por qué reaccioné. Si porque vi a Emily morderse la lengua para no intervenir y defender a su marido, o porque la chica que tenía al lado me había sacado de quicio unos minutos atrás, pero interrumpí a mi madre.
—Deja a mi hermano tranquilo. —Soné seco, brusco.
Todos me miraron. Todos. Incluso Oliver alzó una ceja sorprendido desde el otro lado de la mesa. Mi madre pareció contrariada, pero terminó de comer en silencio. Cuando se levantó a por los postres, la seguí. Vi cómo se apoyaba en la encimera antes de sollozar.
—Mierda, mamá, no quería…
—No es por tu culpa, cielo.
La abracé y esperé callado mientras ella se limpiaba las lágrimas con el dorso de la mano. Cogió el montón de platos sucios que había traído y lo metió en la pila.
—?Qué es lo que te pasa?
—No es el momento, cari?o.
Me tendió la tarta de queso y un cuchillo y me pidió que fuese sirviéndola, así que la dejé a solas con esos pensamientos que aún no quería compartir. Mi hermano me miró agradecido desde el otro extremo de la mesa. Empecé a cortar la tarta en varias porciones. Le tendí a Leah el trozo más grande, aunque estuviese cabreado con ella. O conmigo por cómo era con ella. Yo qué sé.
La cuestión es que, cuando salí a media tarde después de despedirme de todos y mientras caminaba por las calles de Byron Bay alejándome de la casa de mis padres, me asaltaron todos los problemas que se mezclaban bajo esas paredes, en cada una de las personas que nos reuníamos allí.
Emily reprimiendo una contestación. Mi hermano, frustrado e inseguro. Mi madre y sus demonios. Mi padre y su conformismo. Oliver y la carga que llevaba a cuestas. Y Leah…
Quizá yo estaba demasiado acostumbrado a vivir tranquilo.
Quizá me había pasado media vida evitando los problemas.
Quizá estar solo mirándose el ombligo era la manera más fácil de sobrevivir.
55
LEAH
—?Quieres que compremos de cena algo para llevar?
—Estoy muy llena —le dije a Oliver.
—?También para un helado?
—Para eso no —le sonreí.
Cogí la chaqueta vaquera antes de irnos, porque durante las noches de invierno refrescaba un poco. Caminé junto a mi hermano por las calles poco iluminadas y me sentí bien. Me sentí muy yo. Muy como antes. También cuando nos sentamos en una terraza cerca del mar y pedí un helado de pistacho y chocolate.
En teoría, debería ser al revés…
Debería sentirme mal por lo que había ocurrido con Axel. Porque me había decepcionado y la decepción siempre sabe amarga y cuesta tragarla, pero, cuando lo haces y la digieres, afrontas mejor las cosas, con la cabeza más fría. Probablemente él ni siquiera sería consciente de por qué estaba enfadada, claro. Y darme cuenta de que de algún modo seguía siéndome fiel a mí misma me hacía sentirme más fuerte.
—No quiero que te vayas… —dije.
Y era verdad. Por primera vez, no me era indiferente quién estuviese a mi alrededor. Quería tener a mi hermano cerca.
—Tres semanas se pasan en nada.
—Ya, seguro que estás deseándolo…
Lo miré divertida y lamí la cuchara de helado.
—?Por qué piensas eso?
—Mmm, ?cómo se llamaba? ?Bega?
Mi hermano asintió un poco tenso.
—No creas. Es complicado.
—Ya me imagino…