El mapa de los anhelos

Así que llego allí con un Audi elegante y salgo con un Jeep destartalado, que en realidad se traduce en que llego con apatía y salgo más contento de lo que esperaba.

Al principio me siento un poco raro mientras lo conduzco. He dejado los trastos en la parte de atrás, aunque ya he decidido que voy a donar la mayoría de los libros a la biblioteca. Piso el acelerador con cuidado, conduzco por las calles de la peque?a ciudad, dejo atrás el parque de caravanas y sigo hacia las afueras. Pongo la radio. Suena All We Ever Knew, y parece un mensaje cuando dice ?Now I’m trying to wake up from this. I’m trying to make up for it?.

Estoy tan concentrado en la letra de la canción y en la sensación de libertad que me invade al conducir este coche que no sabría decir si me interno en este camino de forma inconsciente o porque en realidad es exactamente adonde quiero ir. Avanzo despacio conforme me acerco. El sol no tardará en esconderse tras el horizonte cuando llego hasta la granja y paro el coche. Es lo que me impulsa a salir antes de que la oscuridad me impida hacerlo. Cierro la puerta y me guardo las llaves en el bolsillo.

El edificio en ruinas me recibe con su silencio.

Recuerdo el día que vine aquí con Grace y lo importante que me pareció volver con ella a mi lado, aunque ni siquiera pudiese imaginárselo. Y me gustó lo que dijo, aquello sobre que resultaba perturbador entrar en la intimidad de una familia y no saber qué había sido de ellos. Visitar casas abandonadas es viajar al pasado. Si hubiese sido sincero con ella sobre quién era, al encontrar la fotografía la habría sacado de dudas diciéndole: ?Los padres siguen unidos y siendo encantadores, la abuela murió mientras dormía y en cuanto al ni?o, bueno…, se perdió un poco. Pero ya ves, la Tierra es muy grande, tiene un diámetro considerable, ?cómo no perderse alguna vez??.

Si no le conté desde el principio que su hermana y yo fuimos amigos de ni?os fue porque entonces tendría que haberle explicado todo lo demás. Y creo…, creo que en el fondo deseaba que Grace me conociese de verdad, sin prejuicios, sin juzgarme. No pensé que resulta imposible descubrir el estado de un edificio contemplando solo la fachada.

Me dirijo hacia la casa y entro.

Todo sigue igual que la última vez, pero el lugar me parece más decadente. Dejo atrás el salón en el que mi abuela solía leer y tejer y contarme historias, avanzo hacia las escaleras y subo con cuidado. Tengo un nudo en la garganta. Mi habitación es la primera puerta a la derecha. Solo queda un somier, algunos marcos viejos, papeles y la tela raída de una antigua manta. Me planto en medio e intento recordar, recordarme.

A veces me siento como si tuviese el cerebro lleno de grietas y este es uno de esos momentos. ?Qué le diría a mi yo de hace ocho o nueve a?os? Probablemente repetiría las palabras que la abuela me dijo en aquel cumplea?os solitario: ?No cambies, no dejes que ellos ganen. Algún día estarás rodeado de gente que te amará por quien eres, tan solo debes tener un poco de paciencia y mantenerte fuerte?.

La abuela siempre tenía razón.

Me quedo un rato más allí antes de bajar. Cuando salgo de la granja, ya está anocheciendo y me invade una melancolía extra?a porque sé que no volveré. En este lugar, solo quedan fantasmas.

Entro en el Jeep. Enciendo la calefacción y permanezco delante del volante mientras el sol se esconde y las estrellas empiezan a salpicar el cielo.

De entre todos los lugares del mundo, ?por qué decidí regresar a Ink Lake? Podría haber empezado desde cero en alguna ciudad desconocida o haber viajado hasta otro continente, embarcarme en una aventura diferente. Y, sin embargo, acabé volviendo. Quizá fue porque coincidir con Lucy en el hospital me hizo recordar este lugar, esta etapa de mi vida, esa inocencia perdida. O puede que fuese porque, al fin y al cabo, los seres humanos somos animales. ?Y adónde iría un ratón asustado y herido? A su madriguera.

Cuando llego a la caravana, ni siquiera me molesto en quitarme la chaqueta antes de coger el sobre morado que Lucy dejó para mí. Todavía no lo he abierto. He pasado semanas mirándolo, pero no he sido capaz de leer su carta. Me avergüenza pensar que probablemente todos los Peterson lo hayan hecho antes. Quizá sea un cobarde, siempre lo haya sido, o puede que necesitase encontrar el momento adecuado.

Y sé que es este.



Querido amigo:

Si tienes esta carta en tus manos, significa que acompa?aste a Grace por su mapa particular de los anhelos olvidados. Te estoy agradecida por ello. Imagino que, llegados a este punto, ya sabrás por qué te elegí a ti para que fueses su guía: pensé que era un recorrido que tú también necesitabas hacer. Espero que fuese satisfactorio y que disfrutases de cada pasito junto a Grace. Ya te habrás dado cuenta de que es una persona increíble, con sus peculiaridades, sí, pero una se da cuenta con el paso de los a?os de que la normalidad no existe, todos somos maravillosamente raros.

Tú también, Will.

El tiempo que compartimos juntos fue un regalo inesperado. Quizá significó más para mí que para ti, pero es que es fácil sentirse sola cuando estás enferma, la vida se ve a través de un filtro grisáceo. Por eso me escapé de mi planta aquel día, en un acto estúpido de rebeldía, y te vi en esa cama. Nunca olvido una cara; cuando el futuro es dudoso, te refugias entre recuerdos. Y ahí estabas. Me pareció una se?al. Lo cierto es que pensé mucho en ti cuando volví al colegio y descubrí que te habías marchado. Y me pareciste tan difuso y vacío que creí que tú también necesitabas una amiga. La buena noticia, Will, es que todo lo difuso puede volverse claro y todos los vacíos pueden llenarse.

Ojalá hayas logrado perdonarte.

Sujetarse al salvavidas es fácil. Lo verdaderamente complicado llega después, cuando toca nadar y nadar en medio del océano.

Te deseo suerte en la vida, Will.

PD: ?Recuerdas que te prometí que te ense?aría las fotografías del baile de fin de curso? Te dejo una de ellas. Si alguna vez piensas en mí, recuérdame así, con ese vestido rojo y una sonrisa.

Con cari?o, Lucy.

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