Las semanas siguientes se convirtieron en un borrón.
Al igual que en Espa?a, el 15 de agosto es fiesta nacional en Italia. La llaman el Ferragosto, una festividad muy tradicional que coincide con el Día de la Asunción y que los italianos festejan por todo lo alto. Suele haber procesiones, desfiles, conciertos...
Lucas no trabajaba ese día y me propuso visitar Positano, a solo cuarenta minutos en coche desde Sorrento. A Positano lo llaman ?el pueblo de las escaleras?, y mis rodillas no tardaron en descubrir que el nombre se lo había ganado a pulso. Aun así, es un lugar precioso entre el mar y el cielo. Construido en vertical, las casas cuelgan de la monta?a sobre el golfo de Salerno y dan la sensación de estar posadas unas encima de otras.
Una postal inolvidable. Un lugar de ensue?o.
Comimos risotto de curry en un restaurante situado en la terraza de un hotel, con unas vistas increíbles a la costa. Después dedicamos la tarde a pasear por el laberinto de callejuelas, arcos y plazoletas, repletas de tiendas de artesanía, jabones y limoncello, que se extendían por los distintos barrios.
Al caer la noche, cuando el sol se puso y todas las luces se encendieron, tuve la sensación de encontrarme en un lugar diferente. Como en un escenario de película. Descubrimos patios escondidos, balcones sombreados por higueras y escaleras secretas. Siempre bajo la mirada atenta de decenas de gatos que correteaban por los muros.
Decidimos cenar en un bar llamado Franco y en su terraza aguardamos el comienzo de los fuegos artificiales. Sentada en el regazo de Lucas, con sus brazos alrededor de mi cintura, vi el cielo iluminarse y sentí que la soledad que me había embargado durante la mayor parte de mi vida desaparecía. Así de simple. Así de fácil.
Regresamos a casa poco después de que terminara el espectáculo, agotados y felices.
Al empujar la puerta principal, oímos música y voces en el jardín trasero. Los encontramos a todos reunidos en torno a la mesa de la terraza, salvo los ni?os, que dormían en el sofá de mimbre cubiertos por una colcha. Mantenían una conversación acalorada, en la que parecía haber dos bandos bastante posicionados.
—?Sobre qué discutís? —se interesó Lucas.
—Sobre el primer amor —respondió ángela, acurrucada en los brazos de su marido—. Julia dice que el primer amor siempre será el más importante, el más intenso y especial.
—Porque todo es nuevo, desconocido, y se nos queda grabado —comentó la aludida.
—Y yo pienso que el primer amor solo es el nombre romántico que se le da a las primeras pulsiones sexuales. Inocentes púberes que confunden amor con excitación, y el impulso erótico con mariposas en el estómago —replicó Roi.
—?No sabes hablar sin parecer una enciclopedia? —rezongó Julia.
—?Disculpa?
—Eres tan prepotente que te sacudiría.
Roi se limitó a alzar una ceja y sonreír con picardía.
—Yo también creo que el primer amor es el más importante. Según cómo haya sido y lo hayamos vivido, nos marca de un modo u otro para el resto de relaciones que podamos tener más adelante —comentó Iria—. Si ese primer amor nos ha hecho da?o, seremos más cautos a la hora de abrir nuestro corazón. Pero si ha sido feliz, nuestras defensas son inexistentes. No sé si me explico.
—Pues no mucho, la verdad —saltó Blas—. Porque si no estoy equivocado, soy tu primer y único amor, y parece que hablas con mucho conocimiento.
—?De verdad te creíste eso? —inquirió Iria con un mohín travieso. Los ojos de Blas se abrieron como platos. Ella se echó a reír y le dio un beso en la mejilla—. Mira que eres tonto.
—Yo creo que el primer amor está sobrevalorado —declaró Lucas.
Ladeé la cabeza y lo miré. él jugueteaba con el cubito que flotaba dentro de su bebida.
—?Ah, sí? —se interesó Catalina.
Asintió convencido.
—El que cuenta es el último, el que eliges para que se quede contigo.
Me lanzó una mirada fugaz y sonrió para sí mismo, como si fuese due?o de un gran secreto.
Yo tragué saliva y me abracé los codos con un estremecimiento.
—?Tienes frío? —me susurró.
—Sí, creo que voy a subir a por un jersey.
—Yo te lo traigo, tengo que ir al ba?o.
—Hay un par en el primer cajón de mi armario.
—No tardo.
Se puso en pie y entró en la casa con paso rápido.
—Yo pienso que el primer amor no es lo que marca, sino la ruptura con esa persona. La prima volta che ti spezzano il cuore —dijo Dante.
—Todas las rupturas marcan, sobre todo si te dejan. Yo sigo sin superar que Francesco cortara conmigo en primaria —apuntó ángela.
—?Te refieres a aquel ni?o con gafas que ceceaba? —preguntó Catalina entre risas.
La conversación fluyó hacia la inocencia y las primeras veces. Hacia recuerdos y confesiones, que esa noche se compartieron.
—Hay una frase que dice: ?Al primer amor se le quiere más, pero a los otros se les quiere mejor? —intervino Giulio.
—Me gusta —dijo Catalina.
A mí me costaba concentrarme en aquellas divagaciones, aderezadas con el efecto del licor. Lucas tardaba mucho en bajar y empecé a preocuparme. Tras disculparme, fui en su busca. Subí las escaleras hasta el tercer piso y entré en la casa. La luz de mi habitación estaba encendida. Me asomé y vi a Lucas sentado en mi cama, con los codos apoyados en las rodillas y mis fotos colgando de sus dedos. Había abierto el cajón de la cómoda.
El corazón me dio un vuelco muy brusco y un vacío inmenso se abrió a mis pies. él alzó la barbilla y me miró. Su expresión me hizo dar un paso atrás.
—Te dije que miraras en el cajón del armario —musité a la defensiva.
Los ojos de Lucas centellearon. Se puso en pie y vino hacia mí con una mueca airada, agitando en mi cara las fotografías y fotocopias que Fiodora me había conseguido.
—?Qué haces con esto? ?Y por qué la chica de la foto tiene tus mismos apellidos?
—Devuélvemelas.
Apartó la mano cuando traté de quitárselas.
—?Por qué cojones aparece Giulio con ella?