Ciudades de humo (Fuego #1)

—Pues no. A ver, los alumnos no pueden salir de noche, pero no hay una hora específica en la que tengamos que encerrarnos en el edificio.

?Dónde se había metido? ?Por que? eran todos tan extra?os? Alice miró al chico, sorprendida. Jake siguió caminando y ella se vio obligada a seguirlo. Esta vez, al llegar al edificio de los alumnos, pudo ver su interior.

Lo primero que notó fue que era bastante más grande de lo que parecía desde fuera. Y que olía a humedad. Hizo una mueca de desagrado y siguió a Jake, que subió las dos primeras plantas sin siquiera detenerse a esperarla. Alice escuchó el ruido de risas y voces que provenían de las habitaciones. Eran muy ruidosos. No estaba segura de poder desacostumbrarse al silencio nocturno de su zona.

Finalmente, Jake se detuvo en el último piso y abrió la única puerta que había. Inexplicablemente, Alice sentía que su pierna ya no dolía tanto, pero con el esfuerzo de la escalera le molestaba un poco. Quería sentarse. Menos mal que ya habían llegado.

La habitación que se abrió delante de ella era..., bueno, un desastre. No encontró una palabra más suave para definirla.

Había al menos veinte colchones en el suelo y, en ellos, chicos y chicas sentados, charlando, o tumbados, descansando. A Alice le sorprendió lo relajados que se los veía a todos y la distensión que reinaba en el dormitorio, tan diferente a su experiencia en su zona.

Jake paso? de largo entre las camas de algunas personas, que se quedaron mirando a Alice con curiosidad. ?Que? clase de educación habían recibido si no eran capaces de disimular ni un poco? También advirtió que la mayoría eran de edad similar a Jake. Por lo tanto, ella era la mayor. No supo si sentirse mejor o peor.

—Hooola —saludo? Jake alegremente a dos chicos que había en el fondo de la estancia. Estaban haciendo algo con trozos de papel—. Esta es Alice, mi nueva gran amiga.

Los chicos levantaron la mano a modo de saludo. Uno estaba bastante delgado, tenía la piel oscura y llevaba una camisa de cuadros bonita. El otro, de frondosa melena rubia, era más alto que el resto e imponía, pero su cara simpática delataba que no era peligroso.

—Ellos son Dean y Saud. —Jake se?aló primero al rubio y luego al moreno.

—?Ella es la nueva? —pregunto? directamente este último—. Es muy vieja, ?no?

—Eres tan suave... —Dean hizo algo raro con los ojos, dejándolos en blanco un momento.

—Entrenara? con nosotros ma?ana —anunció Jake—. Y no es vieja. No seas malo.

—Sí que lo es.

—?Soy vieja? —preguntó Alice.

Silencio. Los tres intercambiaron una mirada.

—Así que vas a entrenar con nosotros. —Saud arrugó la nariz.

—Sí. Rhett quiere ver cómo pelea—respondió Jake por ella.

—Seguro que la pone con Trisha —comento? Dean.

—?Trisha? —pregunto? Alice.

El joven rubio se?aló con la cabeza un rincón de la estancia, donde una chica de la edad de Alice, forzuda y de pelo rubio muy corto, estaba sentada mirando por la ventana. Enseguida le dio miedo. Era alta, o eso parecía. Tenía los brazos el doble de grandes que ella —lo que tampoco era difícil— y expresión enfadada. Eso nunca era buena se?al.

—?Ella también es vieja? —preguntó Alice, intentando no mostrar mucho miedo.

—Sí. Por eso os van a poner juntas. Rhett no emparejaría a alguien de tu edad con un adolescente como nosotros.

—Deane sí. —Saud sonrió y, cuando Alice lo miró, se vio obligado a explicarlo—: Es la guardiana avanzada de lucha.

—?Y por qué ella y yo, que somos viejas, estamos en el mismo grupo que vosotros?

—Trisha esta? en el grupo de iniciados por su mal comportamiento —le explicó Dean en voz baja, como si le diera miedo que la chica rubia pudiera escucharlo—. Nunca he entendido muy bien qué pasó. Solo me han contado que pararon un combate y ella siguió golpeando a su rival.

—Y, al final, terminó rompiéndole dos costillas —puntualizó Saud.

—Eso nunca se confirmó —se apresuró a a?adir Jake al ver la cara de horror de Alice.

—Claro que sí —insistió Saud.

—?Cállate, no se confirmó nada!

—?Y yo luchare? contra ella? —Alice se alarmo?.

—No creo que Rhett deje que te haga nada. —Dean sonrió, poco convencido.

Saud frunció el ce?o al instante.

—Rhett para las peleas cuando ve que no hay nada más que hacer, pero eso no significa que no vayas a llevarte algún que otro moretón. No te hagas ilusiones.

Alice se quedo? mirando a esa chica un rato más, pero al final decidió que no quería prolongar su malestar. Necesitaba una distracción.

—?Que? es eso? —preguntó, se?alando los papelitos.

Los tres chicos la miraron fijamente.

—?No sabes que? es? —se sorprendió Dean.

—No.

—Son cartas —Jake las se?aló—. Las encontró Rhett en una exploración y me las regaló por mi cumplea?os. ?No has jugado nunca?

—No había cartas en mi zona.

—Es divertido para pasar el tiempo —dijo Saud.

—Yo para eso leo.

—Puf..., qué aburrido.

—Leer no es aburrido —protestó Alice.

—Yo ni siquiera sé. —Dean se encogió de hombros.

Ella lo miró, pasmada, y más asombrada se quedó cuando se dio cuenta de que los otros dos tenían la misma cara de resignación que él.

—?Ninguno de los tres sabe leer? —preguntó sin poder creérselo.

—Nadie nos ha ense?ado. —Como su amigo, Jake también se encogió de hombros—. Tampoco es que sea muy útil, ?no?

Los chicos restaron importancia al asunto y se centraron en las cartas.

—Mira cómo jugamos y aprenderás rápido. —Dean sonrió y le hizo un sitio a su lado—. No te preocupes, es muy fácil.

Alice se sentó con ellos y observó cómo jugaban, aunque su mente estaba en otra parte mucho más lejana.





6


    El instructor

del ce?o fruncido


Había una cara delante de ella. Una ni?a rubia con rostro de ángel. Aunque ella sabía que no lo era. Lo contrario, más bien. Llevaba un precioso peto rojo que le hizo querer tener uno igual.

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