Ciudades de humo (Fuego #1)

—Es donde reside el comité general de las ciudades. —Jake negó con la cabeza—. Es a ellos a quienes no les gustan los de tu clase, no a nosotros. Ofrecen provisiones, ropa, armamento, material sanitario..., a cambio de androides, pero nunca han pedido que los matáramos.

Alice abrió la boca y la volvió a cerrar. No podía creer lo que oía.

—?Nos atrapáis para vendernos?

Jake frunció el ce?o, incómodo.

—Dicho así, suena mal.

—?Qué clase de gente sois? Nosotros no hacemos da?o a nadie. Ni siquiera estamos programados para defendernos. Y, en caso de que fuera cierto que los científicos infiltraran espías en las ciudades, ?qué culpa tenemos nosotros?

—Pues... no lo sé. Alice, en Ciudad Capital os quieren y nosotros lo hacemos para sobrevivir.

—Sobrevivir a cambio de vendernos, claro.

—La gente os tiene miedo, Alice. Creen que algún día seréis más que nosotros y que trataréis de deshaceros de los humanos, pero eso no significa que sean malas personas. Solo están... asustadas. Desean vivir en paz. Tú deberías entenderlo mejor que nadie.

él pasó por su lado, molesto, y a Alice no le quedó más remedio que seguirlo. Al final, se sintió un poco mal por haberle hablado así. En todo caso, era a Max a quien debería dirigir esas palabras, ya que era quien regía el lugar. Jake no tenía ningún problema con los androides. Además, la había ayudado sin pedir nada a cambio, y sin conocerla.

—Quizá —murmuró ella— algún día alguien se dará cuenta de que tener dos bandos es una tontería y conseguirá convencer a los demás.

él sonrió un poco y siguieron caminando. Al cabo de unos segundos, Jake retomó la conversación anterior como si nada hubiera pasado.





7


    La puntería

de un androide


Tina estaba clasificando una serie de frascos de colores. Al oírlos entrar, levantó la cabeza y sonrió ampliamente.

—Hola, chicos —se detuvo para mirarlos mejor, sorprendida—. Alice, ?qué te ha pasado?

—Rhett. Eso le ha pasado —dijo Jake, sentándose en una de las camillas vacías.

—Ah, entiendo. —Sonrió con un poco de lástima y se puso de pie para acercarse a ella—. Al menos, no se ha abierto la herida del otro día... —Frunció el ce?o y sacó un peque?o bote del bolsillo. En cuanto el ungüento tocó el labio inferior de Alice, esta dio un salto hacia atrás sin querer—. Sé que escuece, pero tendrás que aguantarte un rato. Te lo pondré en el resto de las heridas.

—Gracias.

Alice se sentó en la misma camilla que Jake, con las piernas colgando, y miró a Tina en silencio mientras esta le untaba las heridas.

—?Sabes que en la zona de Alice se creían que matábamos a los androides? —soltó Jake de repente, sin siquiera alterarse.

La chica lo miró con los ojos muy abiertos, pero él no pareció darse cuenta.

—Nosotros creíamos que ellos mataban a los humanos para crear androides, Jake —le dijo Tina, con una ceja enarcada.

—Igual deberíamos ser todos como una gran familia —sugirió él felizmente—. Así podríamos convivir en paz y armonía, como en los finales de los libros que tanto le gustan a Alice.

—No todos terminan bien —le recordó ella.

—En ese caso, no me interesan. Si quiero deprimirme ya tengo la vida real, no necesito ficción.

Tina sonrió, pero su sonrisa se evaporó un poco al soltar un suspiro.

—Ojalá las cosas fueran así de fáciles, Jake.

—?Y por qué no lo son? —preguntó Alice curiosa.

—No es sencillo que un gran número de gente cambie de opinión. Y menos cuando su mentalidad se basa en el miedo. Las personas siempre han temido lo desconocido. Siempre lo harán. Y tú, querida, eres lo desconocido.

Alice se quedó pensando un momento.

—?No le has dicho nada a nadie? ?De... lo que soy?

—Si lo hubiera hecho, no estaríamos teniendo esta conversación ahora mismo.

—Y ?no sospechan de mí? ?No soy... muy rarita?

—Confían demasiado en mí. Yo te revisé concienzudamente. —Tina quiso tranquilizarla—. Estás fuera de peligro, así que no te preocupes.

—Pero ?por qué me protegéis? —preguntó Alice confusa—. ?No sois leales a vuestra ciudad?

—Nuestras normas no son tan firmes como las vuestras. Los humanos tenemos valores personales, y a veces no compartimos las mismas ideas. —Tina suspiró—. Nosotros siempre hemos sido más... independientes.

—Nuestros padres solían llamaros locos, pero no lo parecéis.

—Pues ellos son igual de humanos que nosotros —protestó Jake de mala gana.

—Pero no obtendréis beneficios si no me vendéis. —Alice no acababa de entenderlos—. Y los de Ciudad Capital se enfadarán con vosotros, ?no?

—Ah, no, claro que no. Somos perfectamente capaces de sobrevivir sin su apoyo. Entregar a alguien de vez en cuando ayuda bastante, sí, pero no es esencial. La mayoría enviaría a muchos más androides si pudieran, lo sé, pero no todos pensamos así. Ellos creen que sois... demasiado distintos.

—?Por qué? —Alice frunció el ce?o.

—No lo sé —respondió Jake incómodo—. Quizá porque ni siquiera tenéis sentimientos.

—?Sentimientos?

—?No sabes qué son? —Jake la miró—. Eso solo confirma mi teoría.

—Sé que son los sentimientos —protestó avergonzada—. Lo leí en un libro, ?vale?

—Ooooooh. —Jake se llevó una mano al corazón—. Lo leyó en un libro, cuidadoooooo... la expertaaaaaa...

—Alice —los interrumpió Tina —. Es un tema bastante largo y difícil de explicar. Y, la verdad, ahora mismo no creo que sea el momento. —Miró la hora—. ?No deberíais ir a comer?

—No tengo mucha hambre —murmuró ella.

—Yo me comeré tu plato. —Jake sonrió ampliamente—. ?Hasta luego, Tina!

La mujer les sonrió por última vez y volvió a centrarse en lo suyo.



*



Era la primera vez que Alice olía a comida en casi veinticuatro horas, pero extra?amente no tenía ningún apetito. De hecho, le entraron náuseas.

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