Ciudades de humo (Fuego #1)

—Los brazos —repitió.

—Estoy sangrando —protestó en voz baja—. Me... me ha herido y...

—Y seguirá hiriéndote hasta que pongas los brazos como te he dicho, principiante.

Alice cerró los ojos un momento y luego se colocó como él había dicho. Rhett hizo una se?a a Trisha, que se acercó y volvió a tirarla al suelo sin parpadear.

Aun así, siguió intentando ponerse de pie. Una, dos, tres veces incluso. Al final, Trisha se hartó de tumbarla y dejó que se incorporara. Alice se tocó la nariz y descubrió que seguía goteando. Miró un momento a Jake, que se tapaba los ojos, y luego a Rhett, que parecía bastante concentrado en lo que estaban haciendo. Esperó unos segundos a ver si decía algo. Cuando le hizo un gesto para que se acercara, sintió que su cuerpo entero se relajaba, y eso que él no era una persona que le gustara demasiado.

—?Vas a seguir dejando que te patee? —le preguntó en voz baja.

—No sé defenderme —admitió ella lastimera.

—Hay una cosa que se llama instinto. Si te da en la cara otra vez, ma?ana también te emparejaré con ella. Vuelve ahí.

Alice suspiró. Tenía que evitar que le golpeara la cara, solo eso. Si lo conseguía, quizá se terminara el combate. No quería volver a luchar contra ella.

Se situó delante de Trisha, que sonreía.

—?Te ha dicho que te defiendas? Buena suerte.

Lanzó un pu?etazo que le impactó en el estómago. Alice aguantó la respiración y retrocedió. Entonces, mientras se incorporaba de nuevo, vio un pu?o pasar justo delante de su cara a toda velocidad. Se quedó muy quieta, ?acababa de esquivarlo sin querer?

Trisha se quedó mirándola fijamente. Alice cerró los ojos, esperando otro golpe todavía peor. Pero no llegaba.

Espera, ?por qué no le estaba pegando?

Abrió los ojos, confusa, y vio que Trisha se había cruzado de brazos con una sonrisita triunfal. Rhett seguía mirándolas, pero ahora parecía más decepcionado que concentrado. Y Alice no entendió nada hasta que bajó la mirada y se dio cuenta de que uno de sus pies había salido del cuadrilátero. Había perdido.

—Se acabó la clase por hoy —anunció el profesor en voz alta—. Si os matáis entre vosotros, ya no será mi problema. Id a comer.

Alice vio que él desaparecía en la casita que había al otro lado del campo y, casi al instante, Jake se acercó a ella con una sonrisa muy forzada.

—No ha estado tan mal —dijo poco convencido.

—Un poco más y le aplasta la cabeza —se?aló Saud.

—Es su primer día —la defendió Dean.

Alice se llevó una mano a la espalda. La tenía dolorida. Por no hablar del resto del cuerpo. No sabía ni cómo se sostenía en pie.

—Tina te puede curar —sugirió Jake.

Alice dirigió una breve mirada a Trisha, que la observaba fijamente con una expresión extra?a. Sintió una oleada repentina de rabia que no supo de dónde provenía. No por la chica, sino por sí misma. Habría deseado poder defenderse como ella. ?Estaría su sistema dise?ado para no poder hacerlo?

Volvió a centrarse en Jake y asintió con la cabeza.

—Sería un alivio.

—Nos vemos en la cafetería —les dijo Saud, marchándose con Dean hacia el edificio mediano que había unos cincuenta metros a su derecha.

Jake y ella fueron los únicos que se dirigieron al hospital. Alice lo miró de reojo, caminaba como si no acabara de enfrentarse a alguien y, de pronto, le vino a la mente el día que la había rescatado. Había estado esperando el momento adecuado para sacar el tema, cuando estuvieran solos, y era ese.

—?Por qué no dijiste nada? —le preguntó directamente.

Jake supo enseguida a qué se refería.

—?Por qué debería hacerlo?

—Es lo que hace tu gente —respondió ella en voz baja. Hablarlo en medio de la calle quizá no había sido lo más inteligente del mundo—. ?No?

—?Eso os cuentan en vuestra zona? —él hizo una mueca.

—No hablan mucho de los forasteros. Especialmente de los reb..., de vosotros.

—Bueno, es cierto que a la gente de por aquí no le gustan mucho los androides..., pero a mí me dan igual. Es decir, eres rarita, pero tampoco es para tanto.

No supo si eso era bueno o malo.

—?Por qué no os gustamos?

—Mmm..., la gente cree que los científicos a veces, eeeh, secuestran a personas de las ciudades y..., bueno, las convierten. Y luego las devuelven sin que nadie sepa nada.

Alice frunció el ce?o, confusa.

—?Para qué harían eso?

—Para espiarnos.

—Y ?con qué motivo?

—Bueno, no lo sé. Es lo que dicen, no lo que yo creo.

Pero Alice seguía confusa. Se detuvo y lo miró. Seguía recordando todas las historias terroríficas que había oído murmurar a las madres sobre los rebeldes que vivían en el bosque. En ellas, eran seres horribles y asesinos a quienes evitar.

A ver, los combates que había presenciado en clase probaban que violentos sí que eran, pero tampoco le parecían monstruos sin corazón.

—?No matáis a los androides? —preguntó, ladeando la cabeza.

Jake se detuvo y la miró, sorprendido.

—?Matarlos? —preguntó en voz baja, asegurándose de que nadie les prestaba atención. Podía estar tranquilo, estaban solos.

—Sí..., eso decían las madres.

—?Madres? ?Cuántas madres tienes?

—Muchas —respondió confusa—. Pero no son mis madres biológicas. Son... Eran nuestras cuidadoras. Solían hablar de vosotros.

—?Y decían que matábamos a los androides?

—Sí..., y cosas peores.

—No matamos a androides. —Jake la miró, algo ofendido—. No estamos tan mal de la cabeza.

—Peleáis entre vosotros —se?aló Alice.

—?Necesitamos aprender a defendernos!

—?Y los androides...?

—?Nosotros solo los atrapamos! ?Sabes la recompensa que te dan en Ciudad Capital por un androide?

—?Qué es Ciudad Capital?

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