Rehicieron el camino hasta llegar a lo que Jake había nombrado como la casa de los guardianes. Entraron, cruzaron un pasillo estrecho con unas pocas puertas a ambos lados y subieron dos pisos de escalera. Jake no se detuvo hasta que estuvieron al fondo del último pasillo, frente una puerta que abrió sin pensar.
El despacho de Max resultó ser una sala peque?a y cuadrada, en la que las únicas ventanas eran las de las paredes del fondo. En otra había dos estanterías repletas de libros y pegadas la una a la otra, y, en las otras paredes, solo unas cuantas fotos antiguas. En medio del despacho, había una vieja mesa de nogal con papeles y artilugios desparramados encima de ella y flanqueada por dos sillas, ocupadas. Una por Max, y la más cercana a ellos, por Rhett. Ambos parecían estar discutiendo cuando Jake y Alice llegaron. El primero los miró con hostilidad, el segundo, con una sonrisa divertida.
Max, de hecho, se mostró especialmente molesto con Jake.
—?Que? te tengo dicho sobre entrar sin llamar?
—Eeeh... —El pobre chico se había quedado blanco—. Lo siento mucho, Max, volveré en...
—No, ahora ya no importa. —Y una mirada mucho más severa se clavo? en Rhett, que los seguía observando con diversión—. él ya se iba.
—En realidad —este se puso de pie y cerro? la puerta tras ellos, apoyándose en la hoja sin borrar la sonrisa burlona—, prefiero quedarme a ver esta interesante reunión.
Max suspiro?, miro? a Alice y se?aló la silla que había delante de él. La chica se sentó inmediatamente. Ese hombre daba miedo, no quería llevarle la contraria. Además, su pierna magullada lo agradeció. La había forzado demasiado y le dolía.
—?Tienes nociones de combate? —preguntó el hombre directamente.
Alice frunció el ce?o. ?No necesitaba que la calibraran antes de empezar la entrevista? Ah, claro, él no sabía que era una andr...
—?Sí o no?
—?Combate? —repitió confusa.
—?Sabes lo que es?
—No... Bueno, sí.
—Es una cosa muy bonita —escucho? decir a Rhett detrás de ella—. Se trata de hacer piruetas intentando que no te maten. Lo vas a adorar.
Eso había sido una broma, ?verdad?
—Tu pierna estará bien ma?ana —replico? Max, ignorándolo—. Por lo tanto, empezarás el entrenamiento con los principiantes.
—?Con nosotros? —preguntó Jake ilusionado—. ?Genial, Alice!
—Jake, te he dejado quedarte porque pensé que estarías callado.
—Perdón. Me callo. No existo. Soy decoración.
Max lo miró durante unos instantes antes de suspirar, agotado, y volverse otra vez hacia Alice.
—Rhett será tu entrenador.
Hizo una pausa, como si esperara una reacción. La joven se apresuró a asentir con la cabeza.
—Genial.
—No pensarás lo mismo ma?ana —murmuró Rhett.
—De todos modos —siguió Max—, Jake fue quien te trajo aquí y...
—Técnicamente, fui yo quien la trajo —replico? el otro—. Ya sabes, la cargue? todo el camino.
—Pero yo la encontré. —Jake frunció el ce?o.
—?Y yo la cargué todo el camino! ?Es que nadie me va a dar siquiera las gracias?
Max le dirigió una mirada bastante severa, pero el hombre no pareció muy asustado. Solo sonrió, divertido, y levantó las manos en se?al de rendición.
—Quiero silencio —aclaró Max—. Si no podéis estar callados, os agradecería que...
—Jake, cierra el pico —murmuró Rhett—. Por tu culpa quieren echarnos.
—?Oye! ?Has sido tú quien...!
—?Callaos los dos!
Max se frotó la cara con las manos, frustrado.
—Mi pierna no estará bien ma?ana —comentó Alice, rompiendo el silencio que se formó en ese momento—. Tina ha dicho que me desgarre? el...
—?Y no te ha contado que hace magia con las heridas? —le pregunto? Rhett.
—Ma?ana solo tendrás algunas cicatrices —a?adió Jake.
—Llegas a acostumbrarte a ellas —aseguró el hombre—. Haz caso al experto.
—?Quieres que te eche, Rhett? —le espeto? Max.
—No, por favor, eminencia, permítame quedarme.
—Te pondremos con los novatos para ver de lo que eres capaz —soltó Max, pagando su enfado con Alice e ignorando a los demás—. Si eres útil, ya veremos qué hacemos contigo. Si no lo eres, te asignaremos alguna tarea menor. Jake se encargara? de ense?arte dónde vas a dormir.
Alice se quedo? mirándolo un segundo, confusa. ?Se suponía que tenía que entender todo lo que acababa de decir?
—Y esto. —Ella se encogió cuando Max sacó algo de debajo del escritorio. Ah, su revólver—. ?Me puedes explicar por qué lo llevabas encima?
—Mi padre me lo dio —dijo en voz baja.
—?Y no se te ocurrió usarlo para defenderte?
—No... No sé cómo se usa.
Silencio. Max suspiró, metiéndolo en el cajón de su escritorio.
—Rhett te ense?ará. Si se te da bien, te lo devolveré. Eso es todo.
Alice seguía perdida. Cuando el guardián supremo se dio cuenta de que no se movía, levantó la cabeza y clavó la mirada en ella.
—?Por qué sigues aquí?
La chica se puso de pie, confundida. Le había dicho que se fuera?
Por suerte, Jake estaba allí para guiarla hacia la puerta. Lo siguió rápidamente. Rhett se aparto?, mirándola con una sonrisa burlona. ?Ese iba a ser su profesor? Ni siquiera tenía aspecto de docente. No era serio ni parecía responsable, ?qué iba a ense?arle?
Unos segundos más tarde, Jake y ella salieron del edificio y él le dirigió una sonrisa de compasión.
—No es tan malo como parece.
—?Cuál de ellos?
él se rio.
—Los dos. Especialmente Rhett. Es agradable con nosotros cuando está de buen humor, ya verás. Max..., bueeeno, no es que sea muy simpático nunca, pero tampoco es malo.
Despacio, pues la pierna de Alice la retrasaba, volvieron a recorrer todo el camino. Estaba empezando a anochecer. La chica se detuvo de golpe y Jake la miro?, extra?ado.
—?Qué haces?
—?Debemos ir a nuestra habitación!
—?Eh?
—?El toque de queda! —exclamó, esperando escuchar la alarma que lo indicaba; él la miro? como si le hubiera salido otra cabeza.
—?Qué toque de queda? ?Si todavía no hemos cenado!
—?No hay toque de queda?