Ciudades de humo (Fuego #1)

—Siendo tu compa?era, ?no hiciste nada para protegerla? —preguntó el hombre rapado escéptico.

—Ella se lanzó sobre ellos y yo no...

—?Por qué se lanzaría sobre ellos? —La chica de pelo corto levantó una ceja.

No la creían.

—Pensaba que nos ayudarían —se apresuró a explicar Alice.

—?Después de haber intentado mataros? —Sonó muy desconfiada.

—No..., no sabíamos..., no entendíamos qué estaba pasando. —Hubo un deje de desesperación en la voz de Alice. Necesitaba que la creyeran—. Allí era todo muy estricto. Saltarse las normas, tener iniciativa..., era algo impensable. Tuvimos que improvisar todo lo que hacíamos. Ni siquiera habíamos tenido contacto con nadie que no fuera nuestro padre u otro de los nuestros. Y, de pronto, teníamos que escapar de la única zona que habíamos conocido. Y ella creyó, por un momento..., creyó que nos ayudarían, sí. Cualquiera lo habría hecho. Estaba desesperada. Igual que todos.

Vio que Tina y el hombre de barba se miraban, pero al menos no dijeron nada. ?Eso significaba que la creían?

—Y ellos no os ayudaron —a?adió el rapado, esta vez en un tono menos agresivo.

—No. —Alice negó con la cabeza, tragando saliva—. La mataron sin siquiera pensarlo. Conseguí salir de la zona con mi padre, pero a él le hicieron lo mismo en cuanto nos detuvimos. Habíamos conseguido robar un coche y yo... intenté escapar con él por mi cuenta. Pero consiguieron sacarme de la carretera y..., bueno, Jake me encontró.

Era la primera vez que notaba que toda la sala la estaba escuchando en silencio. Era una sensación muy extra?a. El silencio no era forzado y distante. Era uno de esos en los que sabes que tienes toda la atención puesta sobre ti porque te la has ganado tú misma.

—?Tienes idea de por qué querían invadir vuestra zona? —preguntó el de la barba, y Alice negó con la cabeza.

—Ojalá lo supiera.

—Y ?por qué deberíamos dejar que te quedaras? —intervino la chica de pelo corto abruptamente—. ?Qué nos asegura que no correrás a tu antigua zona a decirles a todos dónde nos escondemos?

—Ni siquiera sabe dónde está. —Rhett frunció el ce?o.

—Y ?cuánto tiempo crees que tardará en descubrirlo si dejamos que se pasee por aquí como si nada?

—?Por qué iba a volver en tal caso?

—?Y por qué no?

—Porque acaba de decir que todos los de su ciudad están muertos, Deane. Podrías tener un poco de compasión, aunque fuera por una vez en tu vida.

Vaya, Alice no esperaba una defensa tan directa. No pudo evitar sentirse agradecida.

Sin embargo, la tal Deane no parecía tan satisfecha. Se quedó un momento en silencio, malhumorada.

—Eso no es una respuesta —replicó finalmente.

—Lo es —se?aló él burlón—. Otra cosa es que no te guste.

La chica le dirigió una mirada que habría helado el infierno, pero a Rhett no pareció importarle.

—?Por qué crees que deberías quedarte, Alice? —intervino Tina con voz suave, devolviéndole la atención.

—Porque... no tengo otro lugar al que ir. —Ella dudó al darse cuenta de que eso tampoco había sido una mentira—. Antes habéis dicho que ayudáis a la gente, ?por qué no a mí?

—No eres de los nuestros. —Deane se cruzó de brazos—. No podemos confiar en ti.

—Pero no me conoces. —Alice no lo entendía—. Es imposible que lo sepas.

—?Te crees que no he visto lo que hace la gente como tú a...?

—Ya vale. —El hombre de la barba se volvió hacia Deane y ella apretó los labios—. Estamos aquí para decidir entre todos, no tú sola.

De nuevo, silencio entre los jueces. Al menos hasta que el de la barba se puso de pie.

—Está claro que estamos dándole vueltas a lo mismo porque ya tenemos una opinión formada, así que votemos.

Alice no tenía ni idea de qué estaban deliberando, pero por el contexto supuso que era si la mataban o no.

—Yo, Geo —anunció el rapado—, voto por echarla.

Ah, no. Era para saber si la echaban. Alice se sintió como si le hubieran lanzado un jarro de agua fría.

—Yo, Deane —le dedicó una fría sonrisa de lado—, voto por que se largue de aquí.

Bueno, eso había estado claro desde el principio, pero por algún motivo Alice albergaba la esperanza de que en algún momento cambiara de opinión.

El siguiente era el de la barba.

—Yo, Max —la miró con los ojos entrecerrados—, voto por que se quede.

Espera, ?qué?

?Había oído bien?

—Yo, Tina —sonrió ella—, también voto por que se quede.

Deane apretó los labios con más fuerza todavía. No estaba de acuerdo con ellos, le había quedado claro.

Pero Alice no podía pensar en eso, estaba a solo un voto de la salvación y sintió que cada mirada de la sala se clavaba en el chico del final de la mesa. Rhett.

él hizo girar un poco su silla para mirarla de reojo. Casi parecía aburrido, como si fuera un mero espectador que había ido a disfrutar del espectáculo. Pero no fue lo que hizo que Alice deseara poder apartar la vista. Era la cicatriz.

No podía dejar de contemplarla, fascinada, y ahora también la veía con más claridad. Era más larga de lo que había pensado. Cruzaba su cara desde un extremo de la frente hasta la mitad de la mejilla, sorteando el ojo, aunque dejando marca en la ceja.

Quizá Rhett debería haberle parecido más intimidante por ello, pero la verdad es que no. De hecho, le resultaba fascinante. A ella también le gustaría tener alguna cicatriz así para presumir.

No se dio cuenta de que Rhett había estado mirándola con aire pensativo durante un buen rato hasta que Max carraspeó con impaciencia. El joven sonrió con aire burlón y se encogió de hombros.

—Yo, Rhett, digo que cuantos más seamos, mejor.

—?Eso es un sí? —preguntó secamente Deane.

—No es un no —sonrió él.

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