—?A qué se debe que tengamos que entrenarnos? ?Es que estamos en peligro?
—Eeeh..., no exactamente. Max siempre dice que en un mundo así es indispensable saber defenderse. Además, si quieres ir a probar suerte en cualquier otro sitio, lo primero que requieren es que seas un avanzado. Esta es la única ciudad en la que hay tantos ni?os; Max es el único que se ofrece a entrenarlos. Los demás nos prefieren ya mayores para ahorrarse un problema.
Jake, que había seguido caminando, se detuvo de nuevo ante un edificio en mucho mejor estado que los anteriores.
—Aquí duermen los guardianes —se?aló—. Ya los conoces a todos, eres una afortunada, je, je. Deane es la experta en combate cuerpo a cuerpo; Geo, en informática; Tina se encarga de los que no valen para luchar, aunque aquí los llaman ?aprendices? para que no se sientan mal. Que no te enga?en, son los que no pueden defenderse. Probablemente yo termine con ellos.
—Y yo...
—Bueno. —Jake sonrió—. Al menos, estaremos juntos en la desgracia. Algo es algo.
él siguió andando y ella se quedó pensando. ?No había cinco miembros en el grupo de los guardianes? Solo había mencionado a tres.
—?Y los otros dos? —pregunto?, siguiéndolo.
—Ah, Max tiene el trabajo más guay. Se encarga de las exploraciones. Suelen ir a por más munición, o comida, o medicinas, lo que sea que la ciudad necesite. A veces, también van a hacer intercambios con los de las caravanas. A Max no le gustan mucho, pero siempre dice que, en tiempos como estos, hay que llevarse bien incluso con la gente que no te gusta.
—?Y el de la cicatriz?
—Rhett... Es una historia muy larga.
—No pasa nada, tenemos tiempo, ?no? —Alice no quería perderse ni un detalle.
—Antes él se encargaba de las exploraciones. —Jake casi parecía lamentar contárselo—. Pero un día tuvo un problema en una de ellas y..., bueno, lo obligaron a conformarse con entrenar a los iniciados y a los avanzados en armas.
—?Ese es un buen trabajo?
—No, para él no. De hecho, lo odia.
Siguieron andando hasta alcanzar la parte trasera de la sala de actos, donde una pendiente dividía, a un lado, los edificios compartidos y, al otro, las casas privadas. Jake le dijo que eran las que ocupaban los alumnos graduados o las personas que no tenían ninguna función específica: los ni?os, los ancianos y los enfermos. También le contó que empezaban a entrenar a los doce a?os, por lo que hasta esa edad solo tenían la responsabilidad de ayudar a sus mayores con lo que les pidieran.
A Alice le dio la sensación de que la gente era mucho más feliz allí que en su zona. Podían hacer más o menos lo que quisieran. Era raro. Además, todos iban vestidos de forma diferente, sin uniforme.
—La mayor parte de la ciudad la conforman las casas de la gente. También hay un montón de torres de vigilancia, ?las has visto? —En efecto, Alice se había fijado en ellas, pues las encontrabas a menudo—. Es por si acaso. Para protegernos.
—?De qué?
—De lo que sea que pueda aparecer por el bosque. Y para eso también esta? el muro que nos rodea —sonrió—. Lo hicieron Max y sus primeros compa?eros cuando todo esto empezó. Rodea la ciudad entera, y hay vigilantes y alumnos avanzados de lucha o armas que se encargan de que nadie entre ni salga sin permiso.
Siguieron caminando y Alice sintió que su pierna empezaba a quejarse. Jake se detuvo en la zona más despoblada de la ciudad, en la que había una peque?a franja de bosque dentro del muro. De hecho, en esa zona, la muralla tenía un agujero. Alice vio que había gente reconstruyéndola en silencio mientras varios guardias los supervisaban.
—Eso lo hiciste tú con el coche —Jake la miró.
—?Yo?
—Sí, cuando chocaste. Debías de ir a mucha velocidad, para destrozarlo así. Menos mal que no te hiciste mucho da?o.
Alice no dijo nada. Siguieron el camino.
—También tenemos bares, no muchos. Están todos por la zona de las casas, así que los alumnos no podemos ir. —él se?aló? una peque?a taberna llena de gente—. Y, además, tienes que ser mayor para entrar.
—?Yo soy mayor?
Jake la miro?, divertido.
—Pues claro. Debes de tener unos... ?dieciocho a?os? ?Diecinueve?
—No sé mi edad.
él dio un saltito, entusiasmado.
—Pues ?eres una afortunada! ?Puedes decidir cuántos quieres tener! Pero no te pases. Quédate entre los diecisiete y los veinte. Si dices que tienes cuarenta, nadie se lo creerá.
—Mmm... —Ella lo consideró unos segundos—. Diecinueve está bien.
—Entonces, genial. ?Ves? Aquí si tienes más de quince a?os eres mayor.
Siguieron avanzando hasta que por fin llegaron de nuevo a la zona que Alice conocía. El hospital. Y junto a él, la sala en la que la acababan de juzgar. Habían dado la vuelta a la ciudad muy rápidamente, lo que constataba que esta era peque?a.
—Y aquí estamos otra vez, en la zona de alumnos. —Jake hizo una mueca—. Espero que te guste, porque es a la que tienes acceso.
—?No puedo ir a las casas de la zona baja?
—Claro, pero no vas a poder hacer gran cosa allí.
Alice vio, a lo lejos, lo que parecía ser la entrada principal a la ciudad, custodiada por guardias que también vestían ropa vieja. No parecían muy centrados en sus tareas. De hecho, estaban charlando y riendo entre ellos.
—No te recomiendo que los cabrees —comentó Jake al verlos—. Parecen muy tranquilitos cuando están así, pero son la peste cuando se enfadan. Una vez Saud, un amigo mío, mosqueó a uno. El guardia le dio con la culata de la escopeta en medio de la cabeza y le hizo un chichón. En fin, deberíamos ir a ver a Max. Me dijo que te llevara con él cuando termináramos el tour.
Alice no sabía qué significaban algunas de las palabras que había usado, pero asintió con la cabeza de todas formas.