No le gustaba ese chico.
—No sabes pelear, no sabes disparar... ?Se puede saber qué os ense?an en esa zona de lunáticos? ?A jugar con barro?
—No todo el mundo recurre a la violencia —le soltó sin poder contenerse.
—Pues igual os iría bien. Se os iría el mal carácter. —Sonrió divertido, después se?aló el objetivo—. Apunta.
Alice respiró hondo y volvió a hacerlo.
—Ponte de lado —le indicó Rhett, sorprendentemente serio, pasando por detrás de ella para colocarse en el otro extremo. La chica obedeció—. Los hombros más atrás. Más. Bien. Pies separados a la altura de los hombros.
Le hablaba a toda velocidad, sin esperar a que siguiera una orden para darle otra nueva, pero Alice se las arregló para hacer todo lo que le pedía. Rhett no se quejó, así que supuso que lo estaba haciendo bien.
—La mirada siempre clavada justo aquí, en la mirilla. —Tocó la parte de arriba de la pistola con un dedo—. Respira hondo, deja de temblar y concéntrate en tirar al corazón, no a la cabeza.
La imagen de 42 y la de su padre le vinieron a la mente. Parpadeó, alejándolos. Ahora no. Necesitaba centrarse.
—?Por qué el corazón?
—El pecho es más grande. Si no lo matas, al menos lo dejarás lo suficientemente herido como para tener tiempo de...
—Pero yo no quiero matar a nadie.
Rhett la miró un momento con una expresión extra?a.
—Eso repítemelo cuando el otro te esté apuntando con una pistola. Ahora, céntrate.
Hizo una pausa y ella volvió a concentrarse.
—No hagas eso —le dijo Rhett—. Exhala. Nunca dispares con aire en los pulmones.
Alice no sabía qué hacía. Entrecerró los ojos y sintió que ya había estado en esa situación cuando, en realidad, no era así.
—Respira hondo. Estás demasiado tensa. No acertarías ni a un elefante. Céntrate. Y sujeta el arma con fuerza para no hacerte da?o con el retroceso.
Alice respiró hondo y soltó todo el aire. Subió un poco la pistola, hasta que apuntó justo encima del corazón del mu?eco. Reafirmó los dedos en la culata. Volvió a respirar hondo. Soltó todo el aire de nuevo.
Y, finalmente, apretó el gatillo.
Se sorprendió cuando la mano hizo un ademán de irse hacia atrás por la fuerza, pero se mantuvo en su lugar. Miró el mu?eco. Le había hecho un agujero perfecto en el corazón.
Bajó el arma, sorprendida. Le había dado.
?Ella le había dado!
?Había hecho algo bien! ?POR FIN!
Se volvió hacia Rhett, entusiasmada, esperando encontrar una sonrisa orgullosa.
Solo halló una ceja enarcada, claro.
—Bueno. —Rhett empezó a alejarse—. Al menos, no eres completamente inútil.
Alice se habría sentido insultada en cualquier otra ocasión, pero en ese momento estaba demasiado contenta. ?Cómo lo había hecho?
—?Habías disparado antes? —le preguntó Jake cuando el instructor se alejó.
Ella negó con la cabeza. Casi se echó a reír al imaginarse la cara de la gente de su zona si la hubieran visto.
—No, nunca.
—Pues se te da muy bien. Has nacido para esto.
Ella sonrió y repitió el proceso que acababa de ense?arle Rhett. Volvió a apuntar, esta vez a la cabeza, y aunque no consiguió dar donde quería, logró alcanzar la mejilla del mu?eco.
Al final, había encontrado algo en lo que era buena.
8
El cometa que
cruzaba el cielo
Ya hacía dos semanas que estaba allí.
Seguía planeando huir para ir hacia el este, tal como le había aconsejado el padre John. Pero mientras daba con el plan perfecto, intentaba adaptarse a su nueva vida.
Cada ma?ana tocaba lucha, y lo peor es que ya no peleaba únicamente con Trisha —aunque seguía siendo la peor—, sino con cualquiera de sus compa?eros. Siempre perdía.
Después, comía puré de dudosa calidad dos veces al día, se iba a dormir con todo el cuerpo dolorido —por lo que tenía que visitar a Tina casi a diario—, despertaba a medianoche alterada por sue?os que no tenían sentido y, por la ma?ana, vuelta a empezar. Todo se repetía. Una y otra vez.
Al menos, había encontrado un peque?o escape: el entrenamiento de la tarde. Entonces no tenía que preocuparse por los demás ni por sus pu?etazos. Ni siquiera tenía que hablar con nadie si no quería. Había ido mejorando poco a poco su técnica. Ahora, incluso a Rhett le costaba encontrar comentarios ingeniosos con los que criticarla.
No sabía por qué, pero ese chico —?era correcto llamarlo chico siendo su instructor y un guardián?— siempre tenía algo que opinar sobre ella. Siempre. Y solía ser malo.
Si Alice pudiera decirle lo que pensaba de él...
Bueno, en realidad no estaba muy segura de lo que le diría. Tenía sentimientos encontrados.
Por una parte, le molestaba que siempre la criticara. Cada vez que lo hacía, le entraban ganas de lanzarle el arma a la cabeza. Por otra..., bueno, más de una vez se había encontrado a sí misma siguiéndolo con la mirada durante mucho más tiempo del necesario.
Pero claro, cuando él se daba cuenta le soltaba un ??Qué miras, principiante??, y ella volvía a centrarse en sus cosas, notando la cara extra?amente caliente.
Según Jake, Dean y Saud, la criticaba porque la veía capaz de mejorar y esa era su forma de motivarla, pero ella no estaba tan segura. Y más cuando en las peleas, al terminar, mientras se sujetaba alguna parte dolorida, Rhett remarcaba algo que era más que evidente.
?No sabes defenderte, principiante.?
?Tienes que mejorar tu guardia, principiante.?
?Espero que el dolor que sentirás esta noche te recuerde que deberías mejorar tu defensa, principiante.?
Uf, qué odioso podía llegar a ser.
Ese día, Alice agarró la bandeja con una mano, pues con la otra se apretaba las costillas, doloridas. Le sirvieron el asqueroso puré al que se estaba empezando a acostumbrar y fue a sentarse con Jake y los demás. Estaban hablando entre ellos en voz baja, como si contaran algún tipo de secreto.