—?Quién es? ?Quién hay ahí? —preguntó Dunstan.
—Sólo yo —dijo la voz—. Vengo por el mercado. Dormía en un árbol hueco, pero un relámpago lo ha derribado, cascado como a un huevo y hecho trizas como a una ramita, y la lluvia se me ha metido por el cuello y amenaza con empapar mi equipaje, donde llevo cosas que deben permanecer tan secas como el polvo, y en todos mis viajes siempre las he mantenido tan seguras como que el día es día, aunque todo estuviera tan húmedo como…
—?El agua? —sugirió Dunstan.
—O más incluso —continuó la voz en la oscuridad—. Así que me pregunto —continuó—, si no os importaría que me refugie bajo vuestro techo, ya que no soy demasiado voluminoso y no os molestaré, ni nada parecido.
—Mientras no me pises —suspiró Dunstan.
Entonces un relámpago iluminó el establo, y Dunstan vio algo peque?o y peludo en el rincón, con un gran sombrero flexible. Y después, la oscuridad.
—Espero no molestarte —dijo la voz, que ciertamente sonaba bastante peluda, ahora que Dunstan prestaba atención.
—No me molestas —dijo Dunstan, que estaba muy cansado.
—Eso está bien —afirmó la voz peluda—, porque no querría molestarte en absoluto.
—Por favor —rogó Dunstan—, déjame dormir. Por favor.
Se oyó un resoplido, que pronto fue seguido de unos suaves ronquidos.
Dunstan se dio la vuelta sobre el heno. La persona —quien fuera o qué fuera— se tiró un pedo, se rascó y empezó a roncar de nuevo.
Dunstan oyó la lluvia sobre el tejado del establo y pensó en Daisy Hempstock; en sus pensamientos caminaban juntos, y seis pasos por detrás iban un hombre alto con sombrero de copa y una criatura peque?a y peluda, cuya cara Dunstan no podía distinguir. Iban a ver el Deseo de su Corazón…
La luz brillante del sol le ba?aba la cara y el establo estaba vacío. Se lavó y fue hacia la granja. Allí se puso su mejor chaqueta, su mejor camisa y sus mejores calzones, y rascó el barro de sus botas con una navajita de bolsillo. Luego fue a la cocina, besó a su madre en la mejilla y se sirvió un buen pedazo de pan y mantequilla recién hecha.
Y entonces, con el dinero bien atado en su pa?uelo de batista de los domingos, se dirigió hacia el pueblo de Muro y dio los buenos días a los guardas de la abertura. A través de ésta pudo ver cómo se levantaban tiendas de colores, tenderetes y banderas, y cómo la gente iba de un lado para otro.
—No podemos dejar pasar a nadie hasta mediodía —dijo el guarda.
Dunstan se encogió de hombros y fue a la taberna, donde pensó en lo que compraría con sus ahorros (la brillante media corona que había ahorrado y los seis peniques de la suerte, con un agujero en medio, que llevaba colgados del cuello), y con el pa?uelo lleno de monedas extraordinarias. Había olvidado completamente que la noche anterior también le habían prometido otra cosa. Con las campanadas de mediodía, Dunstan se dirigió hacia el muro y, nervioso como si rompiera el mayor de los tabúes, atravesó la entrada; entonces se dio cuenta de que tenía al lado al caballero del sombrero de copa negra, que le saludó.
—Ah, mi casero. ?Cómo os encontráis hoy, se?or?
—Muy bien —respondió Dunstan.
—Pasea conmigo —dijo el hombre alto—. Caminemos juntos.
Caminaron a través del prado, hacia las tiendas.
—?Has estado aquí antes? —preguntó el hombre alto.
—Fui al último mercado, hace nueve a?os. Sólo era un ni?o —reconoció Dunstan.
—Bien —dijo su huésped—, recuerda que debes ser educado y no aceptar regalos; ten presente que eres un invitado. Y ahora te pagaré la parte del alquiler que aún te debo. Porque hice un juramento. Mis regalos duran mucho tiempo… tú y tu primogénito y su primogénito… Es un regalo que durará mientras yo viva.
—?Y qué regalo será ése, se?or?
—El Deseo de tu Corazón, recuerda —dijo el caballero del sombrero de copa—. El Deseo de tu Corazón.
Dunstan hizo una reverencia y ambos se dirigieron hacia la feria.
—?Ojos, ojos! ?Ojos nuevos a cambio de viejos! —gritaba una mujer menuda ante una mesa cubierta de botes y jarras llenas de ojos de todo tipo y color.
—?Instrumentos de música de cien tierras distintas!
—?Tonadas de penique! ?Canciones de dos peniques! ?Himnos corales de tres peniques!
—?Prueba tu suerte! ?Adelante! ?Responde a un simple enigma y gana una flor de viento!
—?Lavanda eterna! ?Tela de campanillas!
—?Sue?os embotellados, un chelín la botella!
—?Capas de noche! ?Capas de crepúsculo! ?Capas de atardecer!
—?Espadas de fortuna! ?Cetros de poder! ?Anillos de eternidad! ?Cartas de gracia! ?Por aquí, por aquí, adelante!