Pero entonces mi propio miedo empezó a aumentar, concentrándose en mi columna vertebral. Había apartado a Newt de mis pensamientos hacía unos días. Estaba buscando el foco. Mierda. ?Y si Al quiere saldar su nueva deuda con ella? Había dicho que la maldición para hacer esto era cara. ?Sería él quien estaba matando a los hombres lobo para averiguar quién lo tenía?
—?Por qué estás aquí en realidad? ——dije, y tomé aire. Si andaba detrás del foco, no había mucho que yo pudiese hacer para detenerlo cuando se enterase de que lo tenía yo.
Mi pregunta pareció deleitar a Al, que sonrió como un tonto y se ajustó los pu?os de los guantes.
—Estoy aquí por la boda de mi mejor amigo. Pensaba que era obvio.
Maldita sea. Era el foco. Tenía que invocar a Minias. Sería mejor que me quitasen la marca por ello, no conservarla hasta que el matón del cole me la quitase y me quedase sin nada. Pero si Al se hacía con él, se sabría en cuanto el sol se pusiese, la vendería al mejor postor y estaríamos ante una lucha de poder en el inframundo, por cortesía de servidora.
El pulso me iba a mil, pero estar de pie en este círculo no le estaba haciendo bien a nadie.
—?Listo, Jenks? —dije, y el pixie revoloteó hasta ponerse a mi lado. Asintió con la cara en tensión mientras agarraba con fuerza la espada. Entrecerré los ojos, estiré el brazo y rompí el círculo.
Quen se puso en movimiento de repente y tiró de Trent para ponerlo detrás de él.
—?Morgan! —gritó, y yo me giré hacia él.
—?Relájate! —le espeté, liberando así un poco de tensión—. No va a hacer nada. Ha venido a una boda. —Miré a Al, que parecía sumamente controlado y seguía en é mismo sitio—. Si Al quisiera vernos muertos estaríamos enterrados hace una semana. Está aquí porque Lee recibió la invitación en su buzón. —Con el pulso acelerado, me giré hacia Al—. ?Tengo razón o no?
Con los ojos ocultos tras las gafas, el demonio asintió.
—Es inofensivo —continué, intentando convencerme tanto a mí misma como a Trent y a Quen—. Bueno, al menos no es tan letal. Si está en el cuerpo de Lee no tiene acceso a todas las maldiciones que almacena en su interior desde hace milenios. Simplemente tiene las cualidades que tiene Lee… bueno, que tenía. Bueno, al menos hasta que coja práctica. Y va a respetar las reglas de nuestra sociedad o acabará en la cárcel, lo cual no sería muy divertido. —Me obligué a mí misma a relajar la barbilla y arqueé las cejas deseando poder hacer aquello de levantar solo una—. ?Verdad? —dije.
Al inclinó la cabeza y Quen casi salta sobre él, pero contuvo su movimiento rápidamente.
—Qué rápido aprendes —dijo el demonio burlándose de la desconfianza de Quen—. Tenemos que sentarnos juntos en la cena. Tenemos mucho de lo que hablar.
—Vete al infierno —dije en voz baja. Era un cumplea?os de mierda, a pesar de los cuarenta mil pavos.
—No hasta que te mate y, aunque lo haré, no va a ocurrir hoy. Me gusta vuestro sol amarillo. —Se levantó la manga de la chaqueta y miró el reloj—. Os veré dentro. Tengo muchas ganas de conocer a tu futura mujercita, Trenton. Felicidades. Es un honor estar a tu lado. —Sonrió ampliamente mostrando sus dientes deslumbrantes y sencillamente perfectos—. Ideal —dijo con voz cansina.
Sentí un escalofrío al acordarme de Ceri. Oh, Dios… tenía que llamarla. Al andaba suelto.
Al subió con mucho garbo las escaleras hasta la puerta, admirando la arquitectura y los detalles. Su lenguaje corporal no iba nada con el cuerpo de Lee y, con la fuerza de la línea luminosa corriendo por mi interior, sentí ganas de vomitar.
—Quen —dijo Trent alarmado—. No puede entrar ahí dentro, ?verdad?
Yo saqué el teléfono pero luego desistí, ya que Keasley no tenía teléfono e Ivy no estaba en casa para darles el mensaje.
—Sí puede —dije al recordar como Newt me había controlado estando sobre suelo sagrado—. Además, solo están consagrados la tribuna y el altar, ?recuerdas? —La basílica no había sido totalmente consagrada desde la Revelación para permitir a los ciudadanos más importantes de Cincy participar en las peque?as ceremonias de la vida. Los altares seguían siendo benditos, pero no la entrada ni los bancos.
Todos observamos a Al abrir la puerta. Se giró, nos saludó y luego atravesó el umbral. La puerta se cerró detrás de él. Esperé a que ocurriese algo, pero nada.
—Esto no es bueno —dijo Quen.
Yo contuve una carcajada, consciente de que parecería una histérica.
—En fin… Es mejor que entremos ahí dentro antes de que le haga algo a Ellasbeth —dije, preguntándome si deberíamos irnos todos primero a tomar una cerveza. O un pack de seis. En las Bahamas.
Trent se puso en movimiento un instante antes que Quen y yo. Con Jenks de nuevo sobre mi hombro, lo seguí. Trent bajó la cabeza durante un momento y luego la levantó para mirarme:
—?Eres practicante de magia demoníaca? —preguntó mientras subíamos los primeros escalones.
Yo me puse una mano en el estómago mientras me preguntaba si aquel día podría empeorar todavía más.
—No, pero se ve que a ellos les gusta practicar conmigo.
23.