Salí de mi ensimismamiento y me aparté. Sus dedos enguantados aumentaron la presión y sus ojos se volvieron más severos y me advirtieron que me quedase donde estaba.
—No creo que puedas mantenerlo en secreto mucho más tiempo —me advirtió—. Y no eres lo suficientemente fuerte como para conservarlo una vez que el mundo sepa que lo tienes. ?Y qué harás entonces, ni?a tonta?
—No me llames eso —dije, y luego me quedé fría al darme cuenta de lo que decía. ?No quería que nadie supiese que yo lo tenía? Maldita sea. él era el que estaba matando a los hombres lobo.
Alarmada, abrí los ojos de par en par y retorcí la mano, pero lo único que conseguí fue que me la apretase hasta dolerme.
—?Estás matando hombres lobo para que no se sepa que lo tengo yo? —dije, moviéndome con rigidez—. ?Mataste a la secretaria del se?or Ray y al contable de la se?ora Sarong para que no siguiesen buscándolo?
Al se rio echando la cabeza hacia atrás. La gente nos miraba pero, igual que en el instituto, donde la estrella de fútbol siempre consigue lo quiere, nadie intervino por miedo.
—No —dijo Al, seguro de sí mismo y deleitándose en el poder que tenía simplemente por lo que era—. No los estoy matando para protegerte. Eso es encantador. Pero sé quién lo está haciendo. Si lo averiguasen no tendrían ningún reparo en matarte para conseguirlo. Y eso me cabrearía de verdad.
Mi primer impulso por separarme de él desapareció.
—?Sabes quién está matando a los hombres lobo?
Mientras nos movíamos al ritmo de la música, él asintió. El flequillo negro se le había caído delante de los ojos y sabía que le estaba molestando, pero aun así no me soltaba. No creo que le gustase el pelo de Lee y me pregunté cuánto tardaría en aprender a lanzar una maldición para cambiar su aspecto.
—?Quieres saber quién es? —dijo, sacudiendo la cabeza para aclarar su visión—. Te lo diré. A cambio de una hora de tu tiempo.
?Primero mi marca y ahora el nombre del asesino?
—?Una hora de mi tiempo? —dije, imaginándome cómo podía ir esa hora—. Gracias, pero no —dije con sequedad—. Lo averiguaré por mí misma.
—?Y te dará tiempo a evitar la próxima muerte? —dijo con tono burlón—. ?Acaso una vida vale sesenta minutos de tu tiempo?
Me puse tensa y le lancé una mirada furiosa.
—No me pienso sentir culpable por eso —dije—. ?Y por qué te importa a ti?
—Podría ser alguien cercano a ti —dijo, y sentí un escalofrío de miedo. La música cambió y el cantante empezó a cantar Crazy He Calls Me. No podía pensar con la intensidad de la música y me moví sin ofrecer resistencia cuando Al nos alejó bailando de Trent, que estaba intentando oír nuestra conversación.
—Necesito un favor —dijo Al casi sin mover los labios y con un tono avergonzado—. Si haces una cosa te sacaré el foco de las manos. Incluso prometo guardarlo hasta que te mueras. Nunca tendrás que ver las guerras, la plaga. —Sonrió y yo me puse enferma—. No es algo que requiera pensar mucho.
Una era dorada de paz que duraría mientras yo viviese. Vale. En cuanto lo consiguiese me mataría. Con la ayuda de Ceri quizá pudiese conseguir un acuerdo blindado para mantenerme con vida, pero era una esperanza falsa y sentí una punzada en el pecho. Me moría por escuchar la respuesta sencilla.
Conseguí tragar saliva mientras bailaba con el demonio del pasado de mi futuro. Decía que no quería el foco pero que se lo llevaría como un favor. Me movía inexpresivamente mientras pensaba. Algo no iba bien. Me estaba perdiendo algo. Al decía que le gustaba estar aquí pero yo sabía que la pérdida de su omnipotencia le irritaba. Tenía que haber una razón para que se estuviese rebajando a esa fracción de fuerza y no creía que tuviese que ver con que quería broncearse. Quería un favor. De mí.
El pulso se me estabilizó con un latido fuerte y lo miré de reojo, apretándole la mano hasta que se dio cuenta.
—?Qué es lo que no me estás contando, Al?
El demonio hizo una mueca. Yo arqueé las cejas y puse una cara elocuente.
—Estás aquí por una razón y no soy yo. Yo no soy tan importante, nada te detendría si quisieses llevarme contigo…
Mis palabras se diluyeron en el aire cuando me vino a la cabeza un pensamiento. ?Por qué no me arrastra con él sin más? 'Entonces se me formó en los labios una sonrisa y se la mostré al demonio, de repente inseguro.
—Tienes problemas, ?verdad? —supuse, y supe que tenía razón cuando su paso suave vaciló—. Estás hasta el cuello de mierda y te estás escondiendo en este lado de las líneas porque no te pueden llevar de vuelta mientras estés poseyendo a Lee.