Chattan adopta una expresión de decepción fingida.
—?Waterhouse! Qué poco científico. Está haciendo suposiciones.
Waterhouse se lo piensa e intenta desentra?ar el sentido de ese comentario.
—?Cree que el cifrado podría no ser alemán? ?O que podría no pertenecer al gobierno o los militares'?
—Simplemente le prevengo contra las suposiciones —dice Chattan.
Waterhouse sigue pensando en esto último cuando se les acerca el teniente Robson, el oficial al mando del pelotón SAS.
—Se?or —dice—, para beneficio del personal en Londres, nos gustaría saber la combinación.
—?La combinación? —pregunta Waterhouse en blanco. Esa palabra, fuera de contexto, podría significar casi cualquier cosa.
—Sí, se?or —dice Robson con precisión—. La de la caja.
—?Oh! —dice Waterhouse. Le irrita ligeramente que le planteen semejante pregunta. No parece tener demasiado sentido apuntar la combinación cuando el equipo necesario para romper la caja está justo allí. Es mucho más importante disponer de un algoritmo para romper cajas fuertes que disponer de una solución en particular al problema de abrir la caja—. No la sé —dice—. La olvidé.
—?La olvidó? —dice Chattan. Lo dice en beneficio de Robson quien parece morderse la lengua de forma violenta—. ?Por casualidad no la escribiría antes de olvidarla?
—No —dice Waterhouse—. Pero recuerdo que estaba compuesta por completo de números primos.
—?Bien! ?Eso restringe el problema! —dice Chattan con alegría. Pero Robson no parece aliviado.
—Y en total había cinco números, lo que es interesante porque…
—?Porque cinco es un número primo! —dice Chattan. Una vez más, a Waterhouse le alegra ver que el oficial al mando muestra se?ales de una adecuada y cara educación.
—Muy bien —anuncia Robson por entre los dientes apretados—. Informaré a los destinatarios.
Sultán
El gran visir de Kinakuta les conduce a las oficinas de su jefe, el sultán, y les deja solos durante unos minutos en una esquina de la mesa de reuniones, que para su construcción requirió de la extinción de toda una especie de madera tropical. Después de eso, se produce una carrera entre los fundadores de Epiphyte Corp. para ver quién puede soltar el primer comentario ingenioso sobre el tama?o de la deducción fiscal por espacio de oficina en casa del sultán. Se encuentran en el Nuevo Palacio, tres alas del cual encierran los jardines exóticos del antiguo y magnífico Viejo Palacio. La sala de reuniones tiene un techo de diez metros de alto. Las paredes que dan al jardín están fabricadas por entero de vidrio, así que el efecto es como mirar a un terrario que contiene un modelo del palacio del sultán. Randy nunca ha sabido demasiado de arquitectura, y el vocabulario le falla vilmente. Lo mejor que podría decir es que se trata de una especie de cruce entre el Taj Mahal y Angkor Wat.
Para llegar aquí han tenido que recorrer un largo bulevar de palmeras, entrar por un vestíbulo de mármol abovedado, someterse a un detector de metales y cacheo, sentarse un rato en una antesala tomando té, quitarse los zapatos, dejar que un sirviente con turbante armado con una jarra decorada les vertiese agua de rosas tibia sobre las manos y. a continuación, recorrer como media milla de suelos de mármol y alfombras orientales. Tanto pronto como se cierra la puerta tras el culo del gran visir, Avi dice:
—Huelo a timo.
—?Timo? —se mofa Randy—. ?Crees que se trata de una proyección? ?Crees que la mesa está hecha de fórmica?
—Todo es real —admite Avi con amargura—. Pero cuando alguien te dedica un trato semejante es que intentan impresionarte.
—Yo estoy impresionado —dice Randy—. Lo admito. Estoy impresionado.
—Eso no es más que un eufemismo para, ?estoy a punto de hacer algo estúpido? —dice Avi.
—?Qué vamos a hacer? ésta no es la clase de reunión donde en realidad se hace algo, ?no?
—Si te refieres a si vamos a firmar contratos, si vamos a intercambiar dinero, entonces no, no vamos a hacer nada. Pero van a pasar muchas cosas.
La puerta vuelve a abrirse y el gran visir guía al interior a un grupo de nipones. Avi baja la voz:
—Limítate a recordar que, al terminar el día, nosotros volveremos al hotel y el sultán se quedará aquí y que para nosotros esto no será más que un recuerdo. El hecho de que el sultán tenga un jardín muy grande no tiene la más mínima importancia.
Randy empieza a mosquearse: es tan evidente que resulta insultante mencionarlo. Pero parte del mosqueo se debe a que sabe que Avi le conoce perfectamente. Avi siempre le dice que no sea un romántico. Pero Randy no estaría aquí, haciendo esto, si no fuese un romántico.
Lo que lleva a la pregunta, ?por qué lo hace Avi? Quizá tenga ilusiones románticas propias, cuidadosamente ocultas. Quizá sea por eso que los sentimientos de Randy le resulten tan evidentes. Quizás Avi esté advirtiéndose a sí mismo tanto como a los miembros de Epiphyte Corp.