Se supone que la terminal debe emular el dise?o de una hilera de casas de troncos malayas todas juntas pared con pared. Un túnel de pasajeros recién pintado salta como una gigantesca lamprea y pega sus labios de neopreno a un lado del avión. El grupo de nipones mayores no hace ningún esfuerzo por abandonar el avión, dejando los pasillos respetuosamente libres para los hombres de negocios: ?Adelante, a los que vamos a visitar no les importa esperar.?
En su marcha por el túnel de pasajeros, la humedad y el combustible de avión se condensan por igual sobre la piel de Randy y comienza a sudar. Luego llega a la Terminal que, dejando a un lado la alusión a las casas de troncos malayas, ha sido dise?ada específicamente para tener el aspecto de cualquier otra Terminal de aeropuerto nueva del mundo. El aire acondicionado le atraviesa la cabeza como una lanza. Deja las bolsas en el suelo y se detiene un momento, intentando pensar bajo una pintura de Leroy Neiman, de las dimensiones de un campo de balonvolea, que muestra al sultán en acción sobre un pony de polo. Atrapado en un asiento de ventanilla durante un vuelo corto y agitado, no ha podido ir al ba?o, así que va ahora y mea con tanta potencia que el urinario emite una especie de sonido tirolés.
Al retroceder, perfectamente satisfecho, es consciente de un hombre que retrocede de un urinario adyacente: uno de los hombres de negocios nipones que acaban de bajar del avión. Un par de meses antes, la presencia de ese hombre le hubiese impedido mear. Hoy, ni siquiera se dio cuenta de que estaba allí. Como alguien que padece desde hace tiempo de un ri?on cohibido, Randy está encantando de haber encontrado el remedio mágico: no se trata de convencerte de que eres un macho alfa dominante, sino más bien de perderte tanto en tus pensamientos como para no percibir a los que te rodean. El ri?ón cohibido es la forma que tiene el cuerpo de decirte que piensas demasiado, que debes salir del campus y conseguir un puto trabajo.
—?Busca el emplazamiento del Ministerio de Información? —dice el hombre de negocios. Viste un traje perfecto de color gris antracita, que lleva con tanta facilidad y desahogo como Randy su camiseta de recuerdo de la quinta Conferencia Hacker, bermudas y sandalias deportivas.
—?Oh! —espeta Randy, enfadado consigo mismo—. Me olvidé completamente de buscarlo. —Los dos hombres ríen. El nipón saca una tarjeta de visita con un diestro juego de manos. Randy tiene que abrir de un tirón su cartera, de nylon y velero, y buscarla. Intercambian tarjetas usando el sistema tradicional asiático a dos manos, que Avi le ha obligado a practicar hasta que le sale casi perfecto. Se inclinan los dos, activando el par más cercano de urinarios controlados por ordenador. La puerta del ba?o se abre y entra un nipo de edad avanzada, un precursor de la horda anciana.
Nipo es la palabra que emplea el sargento Sean Daniel McGee, retirado del Ejército de los Estados Unidos, para referirse a los nipones en sus memorias de la guerra sobre Kinakuta, cuyas fotocopias Randy lleva en la bolsa. Es un término terriblemente racista. Por otra parte, la gente llama continuamente teutones a los alemanes y a los norteamericanos yanquis. Llamar nipo a una persona nipona es exactamente lo mismo, ?no? ?O es equivalente a llamar amarillo a un chino? Durante el centenar de horas de reuniones, y megabytes de mensajes de correo cifrado, que Randy, Avi, John Cantrell, Tom Howard, Eberhard Fórh y Beryl han intercambiando, para poner en pie Epiphyte(2), cada uno de ellos ha empleado ocasionalmente, y sin darse cuenta, la palabra japo como versión corta de japonés; de la misma forma que usaban RAM para Random Access Memory. Pero claro está, japo es también un término terriblemente racista. Randy supone que todo está relacionado con el estado mental en el momento de emitir la palabra. Si estás intentando abreviar, no es un insulto. Pero si estás fomentando el odio racista, como Sean Daniel McGee parece rozar ocasionalmente, es diferente.
Ese individuo nipón en particular está identificado en la tarjeta como Goto Furudenendu (?Ferdinand Goto?). Randy, quien recientemente ha invertido mucho tiempo en descifrar la estructura jerárquica de ciertas importantes corporaciones niponas, ya sabe que es el vicepresidente de proyectos especiales (signifique lo que signifique) de Goto Engineering. También sabe que los títulos en las compa?ías niponas son caca de vaca y que no significan nada. El hecho de que tenga el mismo apellido que el fundador de la compa?ía es posible que sea algo que valga la pena tener en consideración.
La tarjeta de Randy dice que es Randall L. Waterhouse (?Randy?) y que es vicepresidente de desarrollo de tecnologías de red de Epiphyte Corporation.
Goto y Waterhouse salen del ba?o y comienzan a seguir los iconos de recogida de equipaje que hay colgados por la Terminal como si fuesen mendrugos.
—?Acusa el desajuste horario? —pregunta Goto con una sonrisa, siguiendo (asume Randy) el guión de algún libro de texto inglés. Es un tipo guapo con sonrisa de triunfador. Probablemente ronda los cuarenta, aunque los nipones parecen tener un algoritmo de envejecimiento totalmente diferente por lo que puede que se equivoque.
—No —contesta Randy. Como genio de la informática que es, responde muy mal a ese tipo de preguntas, de forma sucinta y diciendo la verdad. Sabe que a Goto no le importa realmente si Randy acusa o no el desajuste horario. Es vagamente consciente de que Avi, de estar allí, usaría la pregunta de Goto con el fin al que estaba destinada: como punto de partida de un alegre intercambio social. Hasta que cumplió los treinta, Randy se sentía mal por su falta de habilidades sociales. Ahora le importa una mierda. Es probable que pronto se sienta orgulloso de ese hecho. Mientras tanto, sólo por el bien de la empresa común, intenta hacerlo lo mejor posible—. En realidad, llevo varios días en Manila, así que he tenido tiempo de sobra para ajustarme.
—?Ah! ?Fueron bien sus actividades en Manila? —dispara Goto.
—Sí, muy bien, gracias —miente Randy, ahora que sus habilidades sociales, siendo las que son, han tenido un momento para ejercitarse—. ?Ha venido directamente desde Tokio?
La sonrisa de Goto se congela durante un segundo, y vacila antes de decir: