Nació Graf Heinrich Karl Wilhelm Otto Friedrich von übersetzenseehafenstadt, pero cambió su nombre a Nigel St. John Gloamthorpby, también conocido como Lord Woadmire, en 1914. En la fotografía tiene totalmente el aspecto de un von übersetzenseehafenstadt, y está completamente libre del problema geométrico craneal tan evidente en los retratos más antiguos. Lord Woadmire no está emparentado con la línea ducal original de Qwghlm, la familia Moore (forma inglesa del nombre de clan qwghlmiano Mnyhrrgh), que terminó en 1888 por una combinación espectacularmente improbable de esquistosomiasis, suicido, antiguas y supurantes heridas de la guerra de Crimea, rayo, ca?ón fallido, caída de caballo, ostras indebidamente enlatadas y olas traicioneras.
El té tarda un poco en llegar y Lord Woadmire tampoco parece tener mucha prisa en ganar la guerra, así que Waterhouse se da una vuelta por la habitación, fingiendo preocuparse de los cuadros. El mayor de ellos representa a varios romanos magullados y lacerados arrastrando sus tristes culos por una costa rocosa y desagradable mientras los restos de su flota de invasión flotan empujados por las olas. De frente y en el centro hay un romano que no ha perdido la nobleza pese al desgaste y las penalidades. Está sentado con aspecto fatigado sobre una alta roca, porta en la débil mano una espada rota y mira ansiosamente a través de varias millas de mar tumultuoso hacia una isla reluciente y paradisíaca. La isla está ricamente bendecida con altos árboles, prados en flor y pastos verdes, pero incluso así puede ser identificada como Qwghlm Exterior gracias a los Tres Sghrs en lo alto. La isla está protegida por un par de formidables castillos; sus playas pálidas, casi caribe?as, están cubiertas con las coloristas banderas de los defensores que (es preciso asumir) acaban de dar a los romanos una lección que tardarán en olvidar. Waterhouse no se molesta en inclinarse para leer la placa; sabe que el tema de la pintura es el fallido, y probablemente apócrifo, intento de Julio César de a?adir el archipiélago Qwghlm al Imperio Romano, lo más lejos de Roma que llegó nunca y la peor idea que nunca tuvo. Decir que los qwghlmianos no han olvidado el asunto es como decir que los alemanes son un poco irritables.
—Donde César fracasó, ?qué esperanza tiene Hitler?
Waterhouse se dirige hacia la voz y descubre a Nigel St. John Gloamthorpby, también conocido como Lord Woadmire, también conocido como Duque de Qwghlm. No es un hombre alto. Recorre la alfombra como un ganso para darle la mano. Aunque el coronel Chattan le informó de la forma adecuada de dirigirse a un duque, Waterhouse tiene tantas posibilidades de recordarlo como de dibujar el árbol genealógico de la familia ducal, por lo que decide estructurar todas sus declaraciones de forma que evite referirse al duque mediante nombre o pronombre. Será un juego divertido y hará que el tiempo pase más rápido.
—Es una pintura espléndida —dice Waterhouse—, maravillosa.
—Descubrirá que las islas en sí no son menos extraordinarias, y por las mismas razones —dice el duque tangencialmente.
Para cuando Waterhouse se da cuenta de lo que está pasando, ya está en la oficina del duque. Tiene la impresión de que durante el camino se ha producido cierta conversación rutinaria, pero nunca se ha visto impelido a prestar atención a ese tipo de cosas. Le ofrecen té, y lo acepta, por segunda o tercera vez, pero no se materializa.
—El coronel Chattan está en el Mediterráneo, y me han enviado en su lugar —le explica Waterhouse—, no para malgastar el tiempo tratando detalles logísticos, sino para transmitir nuestra enorme gratitud por la generosa oferta con respecto al castillo. ?Conseguido! Sin pronombres, sin fallos.
—?En absoluto! —El duque se lo está tomando como una afrenta a su generosidad. Habla con la cadencia digna y pausada de un hombre que está consultando mentalmente el diccionario alemán-inglés—. Incluso dejando de lado mis… obligaciones patrióticas… aceptadas con alegría, por supuesto… casi está… terriblemente de moda tener a todo… un equipo… de… personas uniformadas y chismes corriendo por la despensa… de uno.
—Muchas de las grandes casas de Inglaterra están realizando su aporte a la guerra —admite Waterhouse.
—Bien… no faltaba más, así que… utilícenlo! —dice el duque—. ?Nada de… reticencias! ?Utilícenlo… por completo! ?Denle un buen… repaso! Ha… sobrevivido… a un millar de inviernos de Qwghlm y sobrevivirá… a lo peor que puedan hacerle.
—Tenemos la esperanza de enviar pronto un peque?o destacamento —dice Waterhouse amablemente.
—?Podría… saber… para satisfacer… mi propia… curiosidad… qué tipo…? —dice el duque y deja de hablar.
Waterhouse está preparado para esa pregunta. Está tan preparado que debe contenerse durante un momento y fingir discreción.
—Huffduff
—?Huffduff?
—HFDF. Radiogoniómetro de alta frecuencia. Una técnica para localizar transmisores de radio lejanos triangulando desde varios puntos.
—Yo pensaría… que sabrían… dónde están… todas las emisoras alemanas.
—Lo sabemos, excepto por los transmisores en movimiento.
—?Movimiento? —El duque frunce el ce?o de forma tremenda, imaginándose un gigantesco transmisor de radio, torre y todo, montado sobre cuatro raíles paralelos como el Gran Berta, arrastrándose por la estepa, tirado por ucranianos enganchados.
—Piense en los submarinos —dice Waterhouse con delicadeza.
—?Ah! —dice el duque explosivamente—. ?Ah! —Se reclina sobre la chirriante silla de cuero, examinando una imagen totalmente distinta en su mente—. ?Salen… no, y envían… mensajes de radio?
—Lo hacen.
—Y ustedes… escuchan.
—?Si pudiésemos! —dice Waterhouse—. No, los alemanes han empleado esa famosa habilidad matemática que les caracteriza para inventar cifrados que son totalmente imposibles de romper. No tenemos ni la más mínima idea de lo que dicen. Pero usando huffduff podemos descubrir desde dónde lo dicen, y establecer la ruta de nuestros convoyes de acuerdo a esa información.
—Ah.
—Así que lo que pretendemos hacer es montar grandes antenas rotatorias en el castillo, y llenar el lugar con expertos en huffduff.
El duque frunce el ce?o.
—?Tendrán las medidas de seguridad… adecuadas contra los rayos?
—Naturalmente.
—?Y son conscientes de que pueden… esperar… tormentas de hielo… hasta en agosto?
—Los informes de la Real Estación Meteorológica de Qwghlm, en todo su conjunto, no dejan demasiado a la imaginación.
—?Entonces bien! —suelta el duque, aceptando la idea con entusiasmo—. Entonces, ?usen el castillo! ?Y denles… denles un infierno!