El Código Enigma

 

Electrical Till Corporation

 

 

 

 

Como muestra del plan de los aliados en lento desarrollo para acabar con el Eje, ahogándolo bajo una monta?a de productos manufacturados, hay un muelle en el puerto de Sydney que está repleto hasta arriba de cajones de madera y barriles de acero: material desembarcado de las bodegas de barcos norteamericanos, británicos e indios y que se ha quedado ahí amontonado porque Australia no sabe todavía cómo digerirlo. No es el único muelle de Sydney atascado de material. Pero como ese muelle no vale para mucho más, el montículo es mayor y más antiguo, más oxidado, más infestado de ratas, más bordeado de sal, más espesamente recubierto y flagrantemente adornado con mierda de gaviota.

 

Un hombre va recorriendo la pila, intentando que los pantalones caquis no se le manchen más de mierda de gaviota. Viste el uniforme de mayor del ejército de tierra de los Estados Unidos y lleva un maletín que le estorba mucho. Se llama Comstock.

 

Dentro del maletín hay varios documentos de identidad, credenciales y una carta impresionante de la oficina de El General en Brisbane. Comstock ha tenido oportunidad de mostrarlos todos a los chochos pero aun así extra?amente formidables guardias australianos que con sus cascos y rifles infestan el puerto. Esos hombres no hablan ningún dialecto del inglés que el mayor pueda reconocer, y viceversa, pero todos pueden leer lo que pone en los papeles.

 

El sol va poniéndose y las ratas van despertando. El mayor lleva todo el día recorriendo muelles. Ha visto suficiente de la guerra y los militares para comprender que aquello que busca lo encontrará en el último muelle en que busque, que resulta ser éste. Si hubiese empezado a buscar por aquí, lo que busca estaría en el extremo opuesto, y viceversa. Razón de más para mantenerse espabilado mientras hace el recorrido. Después de echar un vistazo a su alrededor para asegurarse de que no hay cerca ningún barril de combustible de avión, enciende un cigarrillo. La guerra es el infierno, pero fumar un cigarrillo hace que todo valga la pena.

 

El puerto de Sydney es hermoso a la puesta de sol, pero lleva mirándolo todo el día y realmente ya no lo puede ver. A falta de algo mejor que hacer, abre el maletín. Allí tiene una novela de bolsillo que ya ha leído. Y hay un bloc que contiene, en sus hojas amarillentas y crujientes, un registro fósil que sólo un arqueólogo podría desenmara?ar. Es la historia de cómo El General, justo después de salir de Corregidor y llegar a Australia en abril, pidió algo. De cómo la petición fue enviada a América y rebotó como una bola de pinball por entre las infinitudes atestadas de las burocracias americanas, tanto civiles como militares; de cómo la cosa en cuestión fue debidamente fabricada, entregada, trasladada en camión de un sitio a otro y cómo acabó en un barco; finalmente, algunas pruebas indican que el barco paso por Sydney varios meses atrás. No hay pruebas de que el barco llegase a descargar la cosa en cuestión, pero descargar cosas es lo que los barcos hacen siempre cuando llegan a puerto, y por tanto Comstock ha estado trabajando en base a esa suposición.

 

Una vez que el mayor Comstock termina el cigarrillo, vuelve a la búsqueda. Algunos de los papeles especifican ciertos números mágicos que deberían ir pintados en el exterior de las cajas en cuestión; al menos, eso es lo que ha estado asumiendo desde que inició la búsqueda al alba y, si se equivoca, tendrá que volver al principio y volver a buscar en cada una de las cajas del puerto de Sydney. En realidad, mirar los números de cada caja significa estrujar el cuerpo por los estrechos canales entre las pilas de cajas y frotar con la mano la grasa y la suciedad que oscurecen los datos cruciales. El mayor a estas alturas está tan sucio como cualquier soldado de combate.

 

Cuando se acerca al final del muelle, le llama la atención un conjunto de cajas que parecen ser todas de la misma cosecha, dado que sus incrustaciones de sal tienen un espesor similar. En la parte baja, donde se acumula la lluvia, la madera se ha podrido. En lo alto, donde la tuesta el sol, la madera está deformada y astillada. En algún lugar de esas cajas deben estar los números, pero es otra cosa lo que le ha llamado la atención, algo que agita su corazón, al igual que ver las Barras y Estrellas agitándose al sol de la ma?ana debe tener un efecto similar en un soldado de infantería sitiado. Esas cajas llevan las orgullosas iniciales de la compa?ía para la que el mayor Comstock (y la mayoría de sus colegas de anuas en Brisbane) trabajaba, antes de que fuesen enviados, en masa, al Servicio de Se?ales e Inteligencia del Ejército. Las letras están borrosas y sucias, pero las reconocería en cualquier parte del mundo: forman el logotipo, la identidad corporativa, el emblema de ETC, la Electrical Till Corporation.

 

 

 

 

 

Cripta

 

 

 

 

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