Bruja blanca, magia negra

—La risa sobraba —le reproché.

 

Jenks estaba suspendido en el aire, con el periódico en la mano, intentando pasar la página para leer el resto del artículo.

 

—No sobraba, Rache. Sabes muy bien que necesitas clases de protocolo en la escena del crimen.

 

Ivy se colocó detrás de Glenn con pasos imperceptibles justo en el momento en que se llenaba la boca por segunda vez.

 

—Gracias por los tomates, Glenn —le susurró al oído haciendo que se sobresaltara.

 

—?Santa madre de Dios! —exclamó, dándose la vuelta mientras se echaba la mano a la cadera, donde solía llevar la pistola. El trozo de pizza salió volando, y se afanó por recuperarlo—. ?Maldita seas, Ivy! —se quejó cuando cayó al suelo—. ?Se puede saber de dónde has salido?

 

Ivy sonrió con los labios cerrados, pero yo me reí de buena gana.

 

—Mi madre solía decir que vengo del cielo —dijo, pasando delicadamente por encima de la pizza en dirección a la cafetera. Con movimientos sensuales se llenó la taza de nuevo y se dio la vuelta, quedándose delante del armario de la basura.

 

Glenn sostenía el trozo de pizza en su enorme mano como si se tratara de su mascota favorita, a la que se sigue queriendo después de muerta. Ivy se giró ligeramente y abrió la puerta del armario; el agente suspiró al no poder evitar que la pizza se precipitara al suelo. Divertida, le acerqué la caja y él cogió otra porción con el rostro radiante.

 

—Bueno, ?qué te cuentas? —preguntó Ivy llevándose la taza a los labios y mirándolo por encima del borde como si quisiera comérselo como un trozo de pastel.

 

—Eso, Glenn. Si no quieres que te acompa?e a la escena del crimen, ?a qué has venido? —pregunté subiendo los pies a la silla de al lado y ajustándome la bata para taparme las piernas.

 

—?No puedo traeros unos tomates para desearos una pronta recuperación sin que me hagáis el tercer grado? —preguntó con una fingida inocencia.

 

—?Tres malditos kilos de tomates! —susurró Jenks, e Ivy dejó la taza girándose hacia el fregadero para llenar una peque?a cazuela donde lavar los frutos rojos. Quería quedarse y necesitaba algo con lo que entretenerse.

 

—Espero que no quieras convencerme para que trabaje esta noche —dije mirando el periódico con expresión interrogante—. Ya le dije a tu padre que no pienso ir a esa fiesta de mierda.

 

—?Si es así, olvídate! —dijo Jenks levantándose del periódico y situándose a escasos centímetros de su nariz—. No pienso consentir que trabaje con la mierda de aura que le ha quedado. ?Quieres encontrártela de nuevo bocabajo? Tal vez parezca fuerte y en forma, pero su aura se desprende como la piel de un plátano.

 

No tenía ni idea de que fuera así y me pregunté si tenía que ver con mi especie o solo conmigo.

 

—Precisamente por eso no voy a hacer lo que mi padre me ordenó: pedirte que fueras a esa fiesta —dijo Glenn con gesto imperturbable, mientras retiraba la corteza del borde de la pizza. Con un chasquido de las alas, Jenks descendió de nuevo y Glenn se me quedó mirando—. Si llama, suéltale un montón de palabrotas y dile que te hice pasar un mal rato, ?vale? No tiene ni idea de lo que significa haber sufrido da?os en el aura. Me alegro de que las dos os quedéis en casa esta noche.

 

No aparté la vista de él, pero me resultó difícil no mirar a Ivy, que se había girado con el corazón de buey envuelto en un pa?o y una sonrisa pícara en los labios.

 

—Sí, será una noche tranquila y agradable —dije esperando que no viera mis libros de hechizos. Con movimientos lentos, doblé el periódico y lo dejé deliberadamente sobre ellos.

 

Ivy nos dio la espalda, pero creo que aún sonreía mientras seguía lavando los tomates y los ponía a secar uno por uno.

 

—Bueno, tengo que irme —dijo Glenn, sacudiéndose las manos y mirando los restos de pizza—. Gracias, chicas. Y no dejes que mi padre te convenza. Está obsesionado con capturar a esa mujer y no se da cuenta de lo que te está pidiendo.

 

—No te preocupes.

 

En aquel momento me sentí culpable y, poniéndome en pie, le acerqué la caja de pizza. Los ojos se le iluminaron al cogerla, pero yo estaba deseando que se largara. Tenía que prepararlo todo para la noche. Cierto era que había accedido a no encerrar a Al en un círculo, había otras formas de echarle el guante a un demonio y me pregunté si funcionaría convertirlo en un ratón. Conocía muy bien ese truco.

 

—Que pases una buena víspera de A?o Nuevo, Glenn.

 

El detective de la AFI sonrió.

 

—Lo mismo digo. —Seguidamente, cogió uno de los tomates limpios y, tras guardarlo en el bolsillo, me gui?ó un ojo y dijo—: No le digas a mi padre lo de los tomates, ?de acuerdo?

 

—Me lo llevaré conmigo a la tumba. ?Quién sabe! Tal vez, esta misma noche…

 

Ivy se volvió después de doblar la bolsa de papel y la metió debajo del fregadero.

 

—Glenn, ?vas para el trabajo? —preguntó.

 

él vaciló.