Bruja blanca, magia negra

—Puedes sentirte fuerte sin el virus vampírico.

 

—Sí, vale —respondió, y el rostro se me heló al percibir un destello de rabia—, pero me gusta ser una vampiresa. Es el hecho de perder el alma lo que me asusta. Si tuviera la certeza de no perderla después de morir, tal vez me esforzaría más por… amoldarme. —Sus ojos se cruzaron con los míos, con los libros de magia que había bajado del campanario aquella misma ma?ana apilados entre las dos—. ?De veras crees que podrías convertirme en un humano?

 

De improviso, los hijos de Jenks entraron apresuradamente, armando un gran alboroto, y yo me encogí de hombros mientras los acorralaba, empujándolos, y Jenks se acercaba para ver qué era lo que les había alterado de aquel modo.

 

—No lo sé —dije en la repentina tranquilidad de la cocina—. Trent tiene un tratamiento. El porcentaje de éxito es de apenas un once por ciento, y solo adormece el virus y las neurotoxinas. Si sobrevivieras tomándolo, es posible que te convirtieras en un no muerto y perdieras tu alma cuando murieras. Rynn Cormel lo consideraría un fracaso. —En aquel momento esbocé una sonrisa forzada. Ser un vampiro era un verdadero asco, incluso aunque gozaras del respeto que todos mostraban por Ivy—. Podría hacerte la vida más fácil, pero también podría matarte. —No iba a arriesgar por un once por ciento de posibilidades. No con Ivy.

 

?En realidad —a?adí, dudando si debía sacarlo a relucir—, he estado pensando en que tal vez exista un hechizo que pueda convertirte en humano.

 

—?Y en bruja? —preguntó Ivy, sorprendiéndome. Se notaba una cierta vulnerabilidad en sus palabras, y parpadeé.

 

—Tú no quieres ser una bruja —dije rápidamente.

 

—?Por qué no? Tú lo eres.

 

Jenks regresó con una de sus hijas, con las alas enredadas en lo que parecía una tela de ara?a.

 

—Creo que deberías ser una pixie —comentó despidiendo polvo por los dedos mientras los deslizaba cuidadosamente por las alas de Jrixibell para limpiarlas—. Estarías preciosa con tus alitas y tu espada. Te dejaría luchar en mi jardín siempre que quisieras.

 

Ella esbozó una tímida sonrisa, que desapareció casi de inmediato.

 

—No se puede transformar a una bruja —dijo brevemente.

 

—Ni tampoco a los hombres lobo —aclaró Jenks, sonriendo mientras daba un empujoncito a su hija, que salió disparada y gritando que la esperaran en un tono tan agudo que me dolieron los oídos.

 

Ivy se quedó pensativa y yo no pude evitar una sonrisa al pensar en David. Tuve la sensación de que ella también lo hacía cuando se volvió hacia el ordenador, con las mejillas encendidas. Cormel me mataría si convirtiera a Ivy en alguna otra cosa que no fuera una vampiresa con un alma eterna. No obstante, teniendo en cuenta que yo misma no podía elegir lo que quería ser, ?por qué no usar mi potencial para darle a Ivy la oportunidad de ser lo que ella quisiera?

 

Sintiendo como si hubiera resuelto algo, aunque no fuera así, me levanté y me dirigí hacia la despensa. Todo lo que antes estaba en nuestro frigorífico, se encontraba fuera.

 

—?Te apetecen unas tortitas? Tengo ganas de cocinar.

 

—?Y tanto! —Sus dedos golpeteaban las teclas, pero tenía la vista puesta en las botellas de poción que estaban contra la pared y en la marmita de disolución con agua salada—. ?Conseguiste el libro?

 

En ese momento salí de la despensa con la caja del preparado.

 

—Sí. Ayer. Voy a probarlo esta noche en Fountain Square. ?Quieres venir?

 

—?Habrá gritos y cámaras de televisión?

 

—Probablemente —respondí con amargura.

 

—Cuenta conmigo —dijo.

 

Jenks, que en aquel momento se encontraba en la repisa dando de comer a sus monos marinos, soltó una risotada. La diminuta pecera de agua salada había pasado a ocupar el puesto de honor después de que, a falta de un canario, me llevara al se?or Pez a siempre jamás para saber si el aire del lugar me estaba envenenando.

 

Inclinándome sobre la encimera, leí la contracubierta del libro. Si teníamos huevos, estaban congelados.

 

—En realidad, voy a alquilar una furgoneta que situaré en el aparcamiento. ?Podrías ayudarme a mantener a la gente alejada?

 

—Como dicen esas pegatinas que se ponen en la luna trasera: ?Meneo a bordo, se ruega no molestar?.

 

—?Por el amor de Dios, Jenks! ?En esta iglesia viven ni?os!

 

—?Y cómo crees que llegaron hasta aquí, querida? —preguntó riéndose.

 

Dejé la caja sobre la mesa con un golpe y un estrato del preparado cayó sobre el pixie.

 

—?Eh! —gritó, sacudiéndose las alas con tal fuerza que formó una espesa nube.

 

Ivy sonrió con los labios cerrados. Aquello era muy agradable. Habíamos vivido momentos muy difíciles aquel a?o. Todos nosotros.

 

—Cuando hayas terminado de azotarle el culo a ese demonio, os llevaré a Pierce y a ti a tomar una pizza.