Bruja blanca, magia negra

—Significa que son idiotas —respondí, alzando la barbilla y dejando el plato de sushi sobre la mesa—. Las medicinas humanas funcionaron de maravilla.

 

—A los humanos les gustan tan poco los demonios como a los demás —dijo—. De hecho, aún menos. Si continúas tratando con ellos abiertamente, acabarán silenciándote. Probablemente los brujos.

 

En ese momento, me eché a reír.

 

—?Para el carro! —exclamé agitando los palillos—. No sé de dónde sacas tus informaciones, pero los brujos no hacen ese tipo de cosas a sus congéneres. Nunca lo han hecho.

 

—?Y cómo lo sabes? —preguntó—. Además, aunque así fuera, no te estás comportando de acuerdo con lo que se espera de ti, y eso los obligará a hacer lo mismo.

 

Resoplé a modo de burla y volví a concentrarme en la comida. ?Por qué harán los rollos tan condenadamente grandes? Parezco una jodida ardilla.

 

—Ten cuidado, Rachel —dijo Cormel, pero lo ignoré mientras continuaba intentando masticar una bola de arroz y algas demasiado grande para mi boca—. Los humanos pueden ser muy crueles cuando se les acorrala. Esa es la razón por la que ellos sobreviven y nosotros no. Llegaron primero y es probable que sigan aquí mucho después de que hayamos desaparecido. Las ratas, las cucarachas y los humanos.

 

Ivy puso los ojos en blanco y se llevó a la boca un pegote de una sustancia de color verde. Al ver su incredulidad, Cormel sonrió.

 

—Ivy no está de acuerdo —dijo—, pero he tenido que interceder en tu favor más de una vez.

 

En ese momento estaba a punto de sumergir en la salsa mi último rollo de pepino y vacilé.

 

—Nunca te pedí que lo hicieras.

 

—No estabas en condiciones de darme tu permiso —dijo—. No te estoy contando esto para que sientas que estás en deuda conmigo, sino para informarte de tu situación. Si los brujos no reaccionan sobre el hecho de que estés negociando con demonios, los vampiros se verán obligados a hacerlo por otra razón.

 

Dejé los palillos sintiendo náuseas. No tenía más remedio que negociar con demonios, tras haberles comprado la libertad de Trent a condición de que les prometiera convertirme en la discípula de Al.

 

—Y si no os molesta lo de los demonios, ?qué es lo que os disgusta tanto?

 

—Lo que estás haciendo para ayudar a los elfos, naturalmente.

 

Ivy exhaló y de repente entendí todo.

 

—?Oh! —exclamé mientras inspiraba para tranquilizarme y apartaba mi plato. Se me había quitado el hambre. Piscary había matado a mi padre y al de Trent solo porque habían intentado ayudar a los elfos. Y yo había ido más allá de un simple intento, porque los había salvado. Es decir, había conseguido la muestra que Trent había utilizado para hacerlo.

 

—En los últimos tres meses se han concebido tres elfos —continuó Cormel, y mis pensamientos se trasladaron a Ceri—. Por lo que tengo entendido, todos sanos. Su población aumentará paulatinamente. Los lobos también están en disposición de explotar si las circunstancias lo permiten. Puedes imaginar por qué los vampiros están ligeramente preocupados.

 

—David no quiere una manada —dije, mientras mi mandíbula empezaba a apretarse.

 

Cormel cruzó las piernas y su rostro se contrajo en un gesto de desagrado.

 

—Los humanos se reproducen como conejos en llamas provenientes del infierno, pero llevamos siglos ocupándonos de ello. Tú, en cambio, eres responsable de los elfos y los hombres lobo. En lo que se refiere al aumento de su población, claro está —se corrigió antes de que me diera tiempo a protestar—. Por lo que tengo entendido, los elfos preferirían verte muerta por alguna razón que todavía no he conseguido comprender, lo que significa que los únicos que te podrían proteger son los lobos, y si lo hacen, será con el poder del foco. —En ese momento hizo una pausa—. Lo que incrementaría su número —concluyó.

 

Yo me dejé caer sobre el respaldo del sofá y solté un suspiro. No por una buena obra ni nada parecido…

 

Rynn Cormel imitó mi posición, pero lo hizo con pausada elegancia, en vez de con la brusquedad nacida del desaliento.

 

—?Qué puedes hacer por nosotros, Rachel? —preguntó con los ojos puestos en una silenciosa Ivy—. Necesitamos algo que mejore la opinión que tenemos de ti.

 

Sabía lo que me estaba pidiendo, quería que encontrara la manera de que los vampiros conservaran su alma después de muertos, y pensaba que lo haría para salvar a Ivy.

 

—Estoy trabajando en ello —musité con los brazos cruzados a la altura del pecho y la vista puesta en el fuego.

 

—No me parece que hayas avanzado mucho.

 

Entonces fruncí el ce?o y lo miré fijamente.

 

—Ivy…

 

—A Ivy le gusta cómo están las cosas —me interrumpió como si no se hallara sentada entre nosotros—. Tienes que ser más agresiva.

 

—?Oye! —exclamé—. Eso no es asunto tuyo.

 

Jenks alzó el vuelo y se quedó suspendido a un prudencial metro de distancia de Cormel.

 

—Tienes que aprender a mantener el palo en tu propio tiesto —le recriminó con los brazos en jarras.