Bruja blanca, magia negra

Al ver su preocupación paternal, algo en mí saltó.

 

 

—Como tú —le solté a bocajarro—. Tal vez fuiste tú.

 

Jenks chasqueó las alas a modo de nerviosa advertencia, pero el vampiro no muerto sonrió y apenas dejó entrever un leve atisbo de temblor en un párpado que delataba su enfado.

 

—Tengo entendido que estás empezando a recordar algunas cosas —afirmó con rotundidad, consiguiendo que mi bravuconada se desvaneciera por completo—. Y dime, ?mi olor te resulta familiar? No te olvidarías de mí si te hubiera inmovilizado contra la pared. —Su mirada se endureció—. Lo sé.

 

Volví a respirar cuando se giró hacia Ivy, con su caparazón de humanidad de vuelta a su lugar.

 

—Tú has estado en el barco, Ivy —dijo con voz dulce—. ?Alguna vez he estado allí?

 

Ivy estaba tensa, pero negó con la cabeza.

 

No argüí que podría haber enviado a alguien para que lo hiciera porque los vampiros no trabajaban así. Si Kisten hubiera sido un regalo para Cormel, lo habría aceptado sin pensárselo dos veces y no tendría ningún inconveniente en admitirlo. Estaba cenando con un jodido animal, así que incliné la cabeza con un falso gesto de arrepentimiento y dije en voz baja:

 

—Disculpa. Tenía que preguntar.

 

—Lo entiendo. No me has ofendido.

 

Aquello empezaba a provocarme náuseas. Todos estábamos fingiendo. Bueno, al menos Cormel y yo. Es posible que Ivy todavía estuviera viviendo la mentira. Le sonreí y Cormel me devolvió la sonrisa; encarnó la viva imagen de la elegancia y la comprensión cuando se adelantó a llenarme la copa de vino, yo me incliné a mi vez para aceptarla.

 

—A excepción de mí —dijo mientras se retiraba e Ivy se relajaba—, no ha entrado en la ciudad ningún otro político poderoso, ni ninguno que buscara ascender en la escala de lo que cabría esperar cuando un maestro vampírico muere definitivamente. Nadie tiene más poder del que debería, lo que no sería el caso si Piscary hubiera mostrado preferencia por alguien. —En ese momento tomó un trago, considerando el sabor, o quizás lo que estaba a punto de decir—. Mucha gente estaba en deuda con Piscary, pero él no le debía nada a nadie.

 

Ivy regresó del fuego en silencio. No habíamos descubierto nada nuevo y estaba empezando a preguntarme si la muerte de Kisten no sería otra más de sus ?jodidas lecciones vitales?. Al verla juguetear nerviosamente con movimientos tan sutiles que solo Jenks o yo éramos capaces de reconocer, esperé que no fuera así. En ese caso, es posible que desenterrara al cabrón de Piscary y volviera a clavarle una estaca. Después haría un collar con sus dientes y patitos de ba?o con sus cojones resecos…

 

—Lo conozco —dijo Ivy buscando alguna traza de esperanza a la que aferrarse—. El problema es que no consigo ubicarlo.

 

—?Tienes algún nombre? —preguntó Cormel.

 

Podía oír una leve actividad en la cocina, y Jenks se fue volando para investigar.

 

—No. El olor es demasiado viejo y no es exactamente el mismo. Es como si hubiera estado vivo cuando lo conocí y ahora estuviese muerto. O tal vez un importante cambio en su estatus le haya hecho cambiar de dieta y, en consecuencia, su olor. —En ese momento alzó la cabeza y nos permitió ver que tenía los ojos rojos—. Tal vez intentó disimular su olor para que no pudiera reconocerlo.

 

Cormel agitó la mano con expresión iracunda como si desechara la posibilidad.

 

—Entonces no tienes nada —sentenció sin bajar la mano para inducirla a sentarse de nuevo—. Estoy seguro de que la respuesta está aquí, pero he agotado todas mis pistas. Está claro que no he preguntando a la persona correcta. Sin embargo, tú podrías hacerlo.

 

Ivy exhaló intentando recobrar la compostura.

 

—?Y quién es la persona correcta? —preguntó asiendo la mano con la que la agarraba y sentándose.

 

—Skimmer —dijo Cormel, y yo alcé la vista de golpe—. Conoce todos los secretos políticos de Piscary. Abogados… —El vampiro suspiró de forma elocuente.

 

—Skimmer está en la cárcel —dijo Jenks volviendo hacia el fuego apresuradamente—. No accederá a ver a Ivy.

 

Ivy bajó la cabeza con el ce?o fruncido. El rechazo de Skimmer la tenía destrozada.

 

—Es posible que acceda a verte si Rachel te acompa?a —sugirió Rynn Cormel, y la esperanza de una posibilidad suavizó el gesto de Ivy. Mi boca, en cambio, se secó.

 

—?Crees que cambiaría algo? —pregunté.

 

él se encogió de hombros mientras bebía un trago de vino.

 

—No quiere que Ivy vea cómo ha fracasado, pero espero que tenga algunas cosas que hablar contigo.

 

Jenks emitió un silbido al inspirar, pero Rynn tenía razón. El rostro de Ivy mostraba la esperanza de que Skimmer quisiera hablar con ella, y aparté a un lado la aversión que sentía por la peque?a y peligrosa vampiresa. Por Ivy. Hablaría con ella por Ivy. Y para averiguar quién mató a Kisten.