Bruja blanca, magia negra

—El hospital mandará a la poli en su busca hasta que consigamos tramitar el papeleo para la baja voluntaria —dijo—. No quieren que les pongan una demanda si sufre un colapso.

 

Jenks soltó una carcajada desde mi abrigo y di un respingo, pues había olvidado que estaba allí.

 

—?Qué posibilidades tenemos de que no suceda? —preguntó con sarcasmo justo antes de salir para sentarse en mi hombro, en el calor de mi bufanda, aprovechando que Erica no estaba.

 

—Lo hemos arreglado para quedarnos en casa de un amigo, no muy lejos de la iglesia, y así Jenks puede responder los teléfonos —explicó Ivy nerviosamente apartando la mirada de Cormel para dirigirla hacia mí. Por la forma en que lo hizo se percibía una mezcla de miedo e indefensión, no el miedo cerval que le había provocado Piscary cuando me había mirado, sino el miedo a que Cormel pudiera empezar a interesarse por mí. No se trataba de celos, era miedo al abandono—. Si te diriges hacia la iglesia, te indicaré el camino conforme nos acerquemos —concluyó.

 

Jenks soltó una risita socarrona.

 

—?Cuántas veces has perdido el conocimiento este a?o, Rachel?

 

Ofendida, intenté verlo, pero estaba demasiado cerca.

 

—?Quieres perder tú el conocimiento ahora mismo, Jenks?

 

—Me encantaría que os alojarais en mi casa —dijo Cormel, con sus manos enguantadas reposando tranquilamente en su regazo—. Dispongo de mucho espacio desde que he vuelto a convertir las plantas superiores en un apartamento. Desgraciadamente, solo hay una cama, pero una de vosotras puede dormir en el sofá.

 

?En el sofá?, pensé lacónicamente. Sabía de sobra que deseaba que Ivy y yo compartiéramos algo más que el alquiler, pero no percibí ni el más mínimo asomo de insinuación en el tono de su voz. Además, no podía pasar la noche en su casa. Tenía que coger mi espejo adivinador para llamar a Al y pedirle un día libre, y todo eso antes del amanecer. En aquella época del a?o, el sol salía sobre las ocho, y estaba empezando a impacientarme.

 

—La semana pasada nos trajeron el Chickering —dijo Rynn Cormel situándose de manera que toda su atención recayó sobre mí—. ?Has oído a Ivy tocar el piano, Rachel? Tiene una sensibilidad extraordinaria. Deberían haberla estimulado para dedicarse a ello de manera profesional. —Entonces sonrió—. Aunque aún dispondrá de varios siglos para emprender ese camino si en algún momento lo deseara.

 

—Sí —respondí recordando las pocas veces que había llegado a casa y la había encontrado perdida entre las teclas. Siempre paraba, pues el piano la dejaba más expuesta y desnuda de lo que quería que yo la viera.

 

—?Estupendo! —dijo Cormel inclinándose para tocar el hombro de la conductora—. Haz el favor de llamar y pedir que enciendan la calefacción.

 

Cerré los ojos brevemente ante el malentendido y sacudí la cabeza.

 

—Oh, no. Me refería a que sí la he oído tocar, pero no podemos quedarnos.

 

—Gracias de todos modos, Rynn —intervino Ivy quedamente, como si hubiera estado esperando a que fuera yo la que dijera que no—. Jenks necesita poder ir a casa para ocuparse de la empresa. Nadie arrestará a un pixie, pero es probable que surjan problemas y no quiero estar en mitad de los Hollows cuando llamen a nuestra puerta.

 

Cormel arqueó sus oscuras cejas, que, debido a la palidez de su piel, parecían más marcadas en la penumbra.

 

—?Os puedo invitar a cenar, al menos? Desde que dejé la oficina no he tenido tiempo de organizar eventos sociales tanto como estoy acostumbrado. Curiosamente, he descubierto que lo echo de menos. —En aquel momento esbozó una tenue sonrisa y se acomodó con el sonido del cachemir deslizándose—. Es sorprendente cuántos acuerdos políticos se pueden conseguir con una copa de buen vino. Tasha está fuera, y no creo que pueda soportar otra noche escuchando hablar de nuestros métodos de seguridad y de cómo mejorarlos.

 

La conductora se rió por lo bajo, pero cuando inspiré para rechazar la oferta educadamente, Cormel inclinó la cabeza, deteniéndome.

 

—Necesito unas cuantas horas para conseguir agilizar los trámites de tu baja voluntaria. Podrás estar durmiendo tranquilamente en tu iglesia ma?ana por la ma?ana. Déjame que haga esto por ti. Además, necesito hablar con Ivy de lo que he descubierto.

 

Ivy me miró a los ojos suplicándome que dijera que sí. Era obvio que le gustaba aquel hombre y, sabiendo cómo la había tratado Piscary, me resultaba difícil negarme. Por otra parte, yo también quería saber quién había matado a Kisten. En ese momento, pensando que dudaba, Jenks susurró:

 

—?Por qué demonios no aceptas?

 

La cena era el peque?o precio que tenía que pagar por mi baja voluntaria y por la información sobre Kisten, de manera que asentí, y la expectación sustituyó a mi débil cautela. Ivy sonrió y la conductora realizó un lento giro de ciento ochenta grados para dirigirse hacia el puerto de los Hollows.