Antes bruja que muerta

—El sonido se transmite muy bien sobre las llamas.

 

Avergonzada, saqué el papel del bolsillo, estaba frío y caliente a la vez, frío por la noche y caliente por mi cuerpo. Ivy lo cogió y frunció el ce?o. Me dio la espalda y lo desdobló. Yo me removí, inquieta.

 

—Verás, necesito tres testigos —dije—. Me gustaría que tú fueras uno.

 

—?Por qué?

 

No se dio la vuelta y tenía los hombros tensos.

 

—David no tiene manada —dije—. Es más difícil despedirlo si la tiene. Así puede mantener su empleo aunque trabaje solo y yo puedo hacerme el seguro a través de él. Son solo doscientos al mes, Ivy. No busca nada más que eso, o se lo habría pedido a una mujer lobo.

 

—Ya lo sé. Lo que te pregunto es por qué quieres que lo firme yo. —Se volvió con el papel en la mano, la expresión neutra de su rostro me hizo sentir incómoda—. ?Por qué es importante para ti que lo firme yo?

 

Abrí la boca y después la cerré. Recordé por un instante lo que había dicho Newt. Mi casa, el hogar, no había sido suficiente para tirar de mí, pero Ivy sí.

 

—Porque eres mi socia —dije, un poco más animada—. Porque lo que hago te afecta.

 

Ivy sacó en silencio un bolígrafo de la taza donde los tenía y apretó el émbolo. De repente me sentí incómoda al darme cuenta que el papelito de David le concedía a él algo que ella quería: un vínculo reconocible conmigo.

 

—Comprobé sus antecedentes mientras estabas en el hospital —dijo—. No te la está liando para que lo ayudes con un problema ya existente.

 

Alcé las cejas. No se me había ocurrido eso.

 

—Dijo que no había compromiso alguno. —Vacilé un instante—. Ivy, vivo contigo. —Intentaba tranquilizarla, nuestra amistad no necesitaba papeles ni firmas para ser real, y las dos teníamos el nombre encima de la puerta. Las dos.

 

Se quedó callada, su rostro no reflejaba ninguna emoción y sus grandes ojos marrones estaban muy quietos.

 

—?Confías en él?

 

Asentí. Tenía que confiar en mi instinto. Esbozó la más leve de las sonrisas.

 

—Yo también. —Apartó un plato de galletas y escribió su nombre en la primera línea con una firma cuidadosa pero casi ilegible.

 

—Gracias —dije cuando me tendió el papel. Mi mirada se posó en un punto tras ella, se había abierto la puerta de atrás. Ivy levantó la cabeza y reconocí la expresión suavizada de su rostro; los pasos conocidos de Kisten resonaron en la alfombra que teníamos junto a la puerta, se estaba sacudiendo la nieve. Mi vampiro entró en la cocina con David tras él.

 

—?Vamos a firmar ese papel o no? —dijo Kisten, la tensión de su voz me dijo que estaba dispuesto a discutir con Ivy si esta pensaba poner algún impedimento.

 

Ivy apretó el émbolo del bolígrafo tan rápido que el objeto zumbó.

 

—Yo ya he firmado. Te toca a ti.

 

Kisten cuadró los hombros, esbozó una gran sonrisa y cogió el bolígrafo que le tendía Ivy, después puso su masculina firma debajo de la de ella. A continuación escribió su número de la seguridad social y después le pasó el bolígrafo a David.

 

David se metió entre ellos, parecía muy bajito junto a la alta elegancia de los vampiros. Noté el alivio que sentía al escribir su nombre completo. Se me aceleró el pulso cuando cogí el bolígrafo y me acerqué el papel.

 

—Bueno —dijo Kisten cuando lo firmé—. ?A quién le vas a pedir que sea el tercer testigo?

 

—A Jenks —dijimos Ivy y yo a la vez, levanté la cabeza y los ojos de las dos se encontraron cuando apreté el émbolo del bolígrafo para cerrarlo.

 

—?Quieres pedírselo por mí? —le dije a David.

 

El hombre lobo cogió el papel, lo dobló con cuidado y se lo metió en un bolsillo interior del abrigo.

 

—?No quieres pedírselo a otra persona? El quizá no quiera.

 

Miré a Ivy, me erguí y me metí un rizo de pelo detrás de la oreja.

 

—Es un miembro de esta empresa —dije—. Si quiere pasar el invierno enfurru?ado en el sótano de un hombre lobo, por mino hay problema, pero más le vale traer ese culito de pixie aquí en cuanto mejore el tiempo o voy a coger un cabreo histórico. —Respiré hondo y a?adí—: Y quizá eso le convenza de que es un miembro muy valioso de este equipo y de que lo siento mucho.

 

Kisten dio un paso atrás arrastrando los pies.

 

—Se lo preguntaré —dijo David.

 

Se abrió la puerta de atrás y entró Erica con un tropezón, tenía las mejillas rojas y los ojos encendidos.

 

—?Eh! ?Venga! ?Está listo para tocar! Por Dios, Takata ya ha calentado y está listo para tocar ?y vosotros estáis aquí dentro comiendo? ?Moved el culo y salid de una vez!