Mister George cruzó los brazos sobre su grueso vientre y calló.
—Iré con Gwendolyn a la... al cronógrafo y controlaré el viaje en el tiempo —informó mister Whitman, y corrió su silla hacia atrás.
—Bien. —Falk asintió—. Dos horas serán más que suficientes. Uno de los adeptos puede esperar a su salto de vuelta; te necesitamos aquí arriba.
Dirigí una mirada interrogativa a mister George, que se limitó a encogerse de hombros resignado.
—Ven, Gwendolyn. —Mister Whitman ya se había levantado—. Cuanto antes lo hayas pasado, antes estarás en la cama, y así al menos ma?ana, en la escuela, podrás trabajar otra vez como es debido. Por cierto, estoy ansioso por ver tu redacción sobre Shakespeare.
?Vamos, ese tipo era increíble! ?Había que tener narices para empezar a hablarme de Shakespeare ahora!
Dudé un momento si debía protestar, pero al final decidí no hacerlo. En el fondo no tenía ningunas ganas de seguir escuchando ese estúpido parloteo.
Quería irme a casa y olvidar de una vez toda esa murga de los viajes en el tiempo, incluido Gideon. Ya podían darles vueltas a sus secretos en esa sala de locos hasta caer reventados. Sobre todo se lo deseaba a Gideon, pesadilla incluida para acabar el día.
Xemerius tenía razón: esos tipos eran unos frikis.
Sin embargo, lo más estúpido era que, a pesar de todo, no podía dejar de mirar a Gideon mientras pensaba algo tan disparatado como ?Solo con que sonría una vez, se lo perdono todo?.
Naturalmente, no lo hizo. En lugar de eso me dirigió una mirada inexpresiva, imposible de interpretar. Por un momento la idea de que nos habíamos besado me pareció algo lejanísimo, y por alguna razón de repente me acordé de la estúpida rima que Cynthia Dale, el oráculo de la clase en asuntos amorosos, acostumbraba a recitar: ?Ojos de rana, piel de serpiente que el amor no siente?.
—Buenas noches —dije muy digna.
—Buenas noches —murmuraron todos.
Todos menos Gideon, claro, que soltó:
—No olvide vendarle los ojos, mister Whitman.
Mister George lanzó un resoplido irritado. Mientras mister Whitman abría la puerta y me empujaba al pasillo, oí que decía:
—?No se les ha ocurrido pensar que existe la posibilidad de que esa actitud de rechazo sea la razón de que las cosas que van a suceder efectivamente sucedan?
No pude oír si alguien respondía a su pregunta, porque la pesada puerta se cerró tras nosotros.
Xemerius se rascó la cabeza con la punta de la cola.
—?Realmente esta es la gente más grosera con la que me he topado nunca!
—No te lo tomes demasiado a pecho, Gwendolyn —dijo mister Whitman mientras se sacaba un fular negro del bolsillo de la chaqueta y lo sostenía bajo mi nariz—. Eres la nueva en este juego. La gran incógnita de la ecuación.
?Qué se suponía que debía contestarle? ?Para mí todo esto era una novedad! Hacía tres días no tenía ni idea de la existencia de los Vigilantes.
Hacía tres días mi vida todavía era totalmente normal. Bueno, al menos en términos generales.
—Mister Whitman, antes de que me vende los ojos... ?podríamos pasar, por favor, por el taller de madame Rossini para recoger mis cosas? Ya he dejado aquí dos uniformes de la escuela y necesito algo que ponerme ma?ana. Además, también tengo la cartera en el taller.
—Por descontado. —Mientras caminábamos, mister Whitman hizo girar alegremente el fular en el aire—. También puedes cambiarte si quieres. En tu viaje en el tiempo no te encontrarás con nadie. ?Y a qué a?o vamos a enviarte ahora?
—La verdad es que es indiferente si voy a estar encerrada en un sótano — dije.
—Bueno, sí, pero tiene que ser un a?o en el que puedas... ejem... aterrizar sin problemas en el susodicho sótano, y si es posible, sin tropezarte con nadie. A partir de 1945 no debería haber ninguna dificultad (antes los sótanos habían sido utilizados como refugio antiaéreo). ?Qué te parece 1974? Es el a?o en que nací, un buen a?o. —Rió—. O podemos coger el 30 de julio de 1966. Ese a?o Inglaterra ganó la final del Campeonato del Mundo a Alemania. Pero el fútbol no te interesa especialmente, ?verdad?
—No, sobre todo cuando estoy en un agujero sin ventanas veinte metros bajo tierra —dije en tono cansado.
—Supongo que sabes que todo esto es solo para protegerte. —Mister Whitman suspiró.
—Un momento, un momento —dijo Xemerius, que aleteaba a mi lado—. Otra vez no acabo de entender de qué va la cosa. ?Significa que ahora vas a subir a una máquina del tiempo y viajarás al pasado?
—Sí, así es —respondí.
—Muy bien. Entonces elijamos el a?o 1948 —dijo mister Whitman satisfecho —. Los Juegos Olímpicos de Verano en Londres.
Como iba delante, no pudo ver que ponía los ojos en blanco.