—?Qué clase de frikis son ustedes? —dijo Xemerius, y saltó del sofá para colgarse boca abajo de una enorme ara?a—. ?Viajes en el tiempo? Los de mi especie hemos pasado por muchas cosas, pero incluso para mí eso es terreno desconocido.
—Hay algo que no entiendo —dije—. ?Por qué esperaba que apareciera algo sobre nuestra visita en esos Anales, mister George? Quiero decir que, si hubiera algo en los documentos, usted ya habría visto y sabido antes que ese día viajaríamos allí y lo que nos ocurriría en ese lugar. ?O es como en esa película con Ashton Kutcher? ?Cada vez que uno de nosotros vuelve del pasado ha cambiado también todo el futuro?
—Es una pregunta muy interesante y filosófica, Gwendolyn —contestó mister Whitman, como si estuviéramos en su clase—. Aunque no conozco la película de la que hablas, según las leyes de la lógica, el más mínimo cambio en el pasado puede influir enormemente en el futuro. Existe un relato de Ray Bradbury en el que...
—Tal vez podríamos dejar las discusiones filosóficas para otro momento —le interrumpió Falk—. Ahora me gustaría que me explicaran los detalles de la emboscada en casa de lady Tilney y cómo conseguieron huir.
Miré hacia Gideon. Ya podía contar su versión sin pistolas de la historia. Yo, por mi parte, cogí otra galleta.
—Tuvimos suerte —dijo Gideon con la misma tranquilidad con la que había hablado hacía un momento—. Enseguida me di cuenta de que había algo que no funcionaba. Lady Tilney no pareció en absoluto sorprendida de vernos. La mesa estaba puesta, y cuando Paul y Lucy aparecieron y el mayordomo se plantó ante la puerta, Gwendolyn y yo escapamos por la habitación contigua y la escalera de servicio. El carruaje había desaparecido, de modo que huimos a pie.
No parecía que le costara mucho mentir. Ningún rubor revelador, ningún signo de nerviosismo en la mirada, ni un pesta?eo, ni sombra de inseguridad en la voz. Pero, aun así, encontré que a su versión de la historia le faltaba ese algo especial que habría podido hacerla realmente creíble.
—Curioso —dijo el doctor White—. Si la emboscada hubiera sido correctamente planeada, habrían ido armados y se habrían asegurado de que no pudieran huir.
—Empieza a darme vueltas la cabeza —dijo Xemerius desde el sofá—.
Necesitaría un esquema para no perderme.
Miré expectante a Gideon. Ahora tendría que sacarse un as de la manga si quería atenerse a su versión sin pistolas.
—Creo que sencillamente les cogimos por sorpresa —dijo Gideon.
—Hum... —murmuró Falk.
Tampoco los demás parecían muy convencidos. ?Y no era de extra?ar!
?Gideon lo había hecho fatal! Si uno se decide a mentir, tiene que ofrecer detalles que en realidad no interesan a nadie para despistar.
—La verdad es que fuimos muy rápidos —dije a toda prisa—. La escalera de servicio debía de estar recién encerada, porque estuve a punto de resbalar; en realidad, más que bajar las escaleras corriendo, las bajé patinando. Si no me hubiera sujetado a la barandilla, ahora estaría con el cuello partido en el a?o 1912. Y ahora que lo pienso, ?qué ocurre cuando se muere en un salto en el tiempo? ?El cuerpo muerto puede saltar de vuelta por sí solo? En fin, el caso es que tuvimos suerte de que la puerta de abajo estuviera abierta porque en ese momento entraba una criada con la cesta de la compra. Una rubia gordita. Pensé que Gideon iba a atropellarla, y había huevos en la cesta, de manera que habría quedado todo bien pringado; pero la esquivamos y salimos corriendo calle abajo a toda velocidad. Tengo una ampolla en el pie.
Gideon se había reclinado en su silla y había cruzado los brazos. Era difícil interpretar su mirada, pero la verdad es que no parecía particularmente satisfecho o agradecido.
—La próxima vez me pondré unas zapatillas deportivas —a?adí en medio del silencio general, y luego cogí otra galleta. Por lo visto, aparte de mí, nadie tenía apetito.
—Tengo una teoría —anunció mister Whitman lentamente, mientras jugueteaba con el sello que llevaba en la mano derecha—, y cuanto más pienso en ella, más seguro estoy de que no me equivoco. Si...
—Tengo la impresión de que me repito tontamente, porque ya lo he dicho un montón de veces, pero creo que ella no debería estar presente en esta conversación —lo interrumpió Gideon.
Noté cómo una punzada en el corazón pasaba a convertirse en algo peor.
Ahora ya no me sentía herida, sino indignada.
—Tiene razón —asintió el doctor White—. Denota una auténtica ligereza hacerla participar de nuestras reflexiones.
—Pero es que tampoco podemos prescindir de los recuerdos de Gwendolyn —dijo mister George—. Cualquier recuerdo, por peque?o que sea, acerca de la vestimenta, las palabras pronunciadas o la apariencia física, podría proporcionarnos una pista decisiva sobre la época de Lucy y Paul.
—Datos que seguirá sabiendo ma?ana o pasado ma?ana —intervino Falk de Villiers—. Creo que realmente lo mejor es que la acompa?es abajo para elapsar, Thomas.