Gideon suspiró.
—Ya he tratado de explicártelo antes. Ahora posiblemente no tengas ni idea de nada y seas totalmente... inocente, pero nadie sabe lo que harás en el futuro. No olvides que también entonces podrás viajar al pasado, y de ese modo podrías informar a Lucy y a Paul de nuestra visita. —Calló un momento—. Hummm... habrías podido informar.
Puse los ojos en blanco.
—?Y tú exactamente igual! Y, bien mirado, ?por qué tiene que ser precisamente uno de nosotros? ?No podría Margret Tilney haberse dejado un mensaje a sí misma en el pasado? ?Y los Vigilantes? Podrían haber entregado una carta a uno de los viajeros del tiempo, de cualquier época a cualquier época...
—?Quééé...? —inquirió la gárgola, que ahora volaba sobre nosotros—.
?Alguien puede explicarme de qué están hablando? No entiendo ni una palabra.
—Seguro que hay unas cuantas posibilidades de explicarlo... —contestó Gideon, y aflojó aún más el paso—, pero hoy he tenido la sensación de que Lucy y Paul, de algún modo, digamos que te han impresionado. —Se quedó parado, me soltó el brazo y me miró con aire muy serio—. Si yo no hubiera estado allí, habrías hablado con ellos, habrías escuchado sus falsas historias, tal vez incluso les habrías entregado voluntariamente tu sangre para el cronógrafo robado.
—No, no lo habría hecho —le contradije—. Pero sí que me habría gustado oír lo que querían decirnos. No me produjeron ninguna mala impresión.
Gideon asintió con la cabeza.
—?Ves? Eso es exactamente lo que quería decir. Gwendolyn, esas personas se proponen destruir un secreto que ha sido protegido durante cientos de a?os. Quieren hacerse con algo que no les pertenece. Y para eso, lo único que les falta es nuestra sangre. No creo que se detengan ante nada para conseguirla.
Se apartó un rizo casta?o de la frente e inconscientemente contuve el aliento.
?Dios mío, qué guapo era! Esos ojos verdes, la hermosa curva que dibujaban sus labios, la piel pálida, todo en él era sencillamente perfecto.
Además, olía tan bien que por un segundo estuve jugando con la idea de dejar caer sin más mi cabeza sobre su pecho. Pero naturalmente no lo hice.
—Tal vez hayas olvidado que nosotros también queremos su sangre. Y fuiste tú quien apuntó con una pistola a la cabeza de Lucy, y no al revés —dije—.
Ella no llevaba ningún arma.
Entre las cejas de Gideon se formó una arruga de enfado.
—Gwendolyn, por favor, no seas tan ingenua. Está bien claro que nos tendieron una emboscada. Lucy y Paul tenían refuerzos armados, ?eran al menos cuatro contra uno!
—?Contra dos! —grité—. ?Yo también estaba allí!
—Cinco, si se cuenta a lady Tilney. Sin mi pistola, probablemente ahora estaríamos muertos. O como mínimo, habrían podido extraernos sangre a la fuerza, porque estaban allí para eso. ?Y tú querías hablar con ellos?
Me mordí el labio.
—?Hola? —intervino la gárgola—. ?Por casualidad alguien se acuerda de mí?
?Todo esto es un galimatías!
—Comprendo que estés desconcertada —dijo Gideon, ahora con un tono mucho más suave pero con un inequívoco aire de superioridad—. En los últimos días sencillamente has descubierto y vivido demasiadas cosas para las que no estabas en absoluto preparada. ?Cómo vas a comprender de qué va este asunto? Lo que tienes que hacer es irte a casa a dormir. De modo que deja que acabemos con esto cuanto antes. —Volvió a cogerme del brazo y tiró de mí—. Yo hablo y tú confirmas mi historia, ?de acuerdo?
—?Sí, lo has dicho al menos veinte veces! —repliqué irritada, y me planté ante un cartel de latón con la inscripción ?Ladies?—. Pouedes empezar sin mí, tengo que ir al lavabo desde junio de 1912.
Gideon me soltó.
—?Encontrarás el camino sola?
—Naturalmente —repliqué, aunque no estaba del todo segura de si podía confiar en mi sentido de la orientación. Esa casa tenía demasiados pasillos, escaleras, rincones y puertas.
—?Muy bien! Ya nos hemos deshecho del pastor de cabras —dijo la gárgola —. ?Ahora podrás explicarme con calma de qué va toda esta historia!
Esperé a que Gideon doblara la esquina, y luego abrí la puerta de los lavabos y le chillé a la gárgola:
—?Venga, entra ahí!
—?Cómo dices? —La gárgola me miró ofendida—. ?En los lavabos? Vamos, encuentro que esto es un poco...
—Me importa un pepino cómo lo encuentres. ?No existen muchos lugares donde se pueda hablar con calma con un daimon, y no quiero arriesgarme a que nadie nos oiga, de modo que entra de una vez!
La gárgola se tapó la nariz y me siguió a rega?adientes a los lavabos. Solo olía débilmente a desinfectante y a limón. Eché una rápida ojeada al cubículo. No había nadie.