Las pruebas (The Maze Runner #2)

Thomas reflexionó durante un rato sobre lo que Aris había dicho antes de responder:

—Pero ?qué hay de lo que dijo el Hombre Rata? ?Que están analizando nuestras reacciones, construyendo algún tipo de programa? Quizá sea un experimento. Quizá no planeen que ninguno de nosotros sobreviva. Quizás estén estudiando nuestros cerebros, nuestras reacciones, nuestros genes y todo lo demás. Cuando todo termine, estaremos muertos y ellos tendrán un montón de informes que leer.

—Mmm —gru?ó Aris mientras lo consideraba—. Puede. Sigo intentando averiguar por qué tienen un miembro del sexo opuesto en cada grupo.

—Tal vez para ver qué tipo de peleas o problemas causaría. Es una especie de situación única para estudiar las reacciones de las personas —Thomas casi quería reírse—. Me encanta cuando hablamos de esto. Es como si estuviéramos decidiendo cuándo tenemos que parar a hacer clonc.

Aris se echó a reír, una risita seca que logró que Thomas se sintiera mejor; de hecho, hizo que le gustara más el nuevo chico.

—Macho, no digas eso. Hace al menos una hora que debería haber ido al ba?o.

Esta vez le tocó a Thomas reírse y, justo después, como si hubiera oído a Aris pidiéndolo, Minho les gritó a todos que se detuvieran.

—Descanso para ir al ba?o —dijo con las manos en las caderas mientras recuperaba el aliento—. Enterrad vuestra clonc y no lo hagáis demasiado cerca. Descansaremos quince minutos y luego andaremos un rato. Pingajos, sé que no podéis mantener el ritmo de corredores como yo o Thomas.

Thomas dejó de prestar atención —no necesitaba instrucciones sobre cómo hacer sus necesidades— y se dio la vuelta para ver dónde habían parado. Respiró hondo y, cuando se relajó, sus ojos captaron algo. Había una sombra oscura a unos cien metros delante de ellos, pero no directamente en el camino de su viaje. Un cuadrado de oscuridad en contraste con el débil resplandor de la ciudad que había más allá. Resaltaba con tal claridad que no podía creer que no lo hubiera notado antes.

—?Eh! —gritó mientras lo se?alaba—. Ahí parece que hay un peque?o edificio, a tan sólo unos minutos de distancia, a la derecha. ?Lo veis, tíos?

—Sí, lo veo —respondió Minho, que caminó hasta colocarse a su lado—. Me pregunto qué será.

Antes de que Thomas pudiera contestar, sucedieron dos cosas casi simultáneamente: primero, los gritos angustiosos de la chica misteriosa cesaron, se cortaron como si alguien hubiera cerrado una puerta. Entonces, de detrás del edificio que tenían delante, salió la figura de una chica de cabellos largos que caían como seda negra de su cabeza envuelta en sombras.





Capítulo 20


Thomas no pudo evitarlo: su primer instinto fue esperar que fuera ella, llamarla. Tenía la esperanza, contra toda posibilidad, de que estuviera allí, a tan sólo cien metros, aguardándole.

?Teresa?

Nada.

?Teresa? ?Teresa!

Nada. El absceso que había aparecido cuando ella desapareció aún seguía en su cabeza, como una piscina vacía. Pero… pero podía ser ella. Tal vez era ella. Quizás algo le había pasado a su capacidad de comunicarse.

En cuanto la chica salió de detrás del edificio, o más bien de su interior, se quedó allí de pie. A pesar de no poder verla por hallarse oculta entre las sombras, algo en su postura dejaba claro que estaba de cara a ellos, mirándolos fijamente, con los brazos cruzados.

—?Crees que es Teresa? —preguntó Newt, como si le hubiera leído la mente.

Thomas asintió antes de saber lo que estaba haciendo. Enseguida miró a su alrededor para ver si alguien se había dado cuenta. Por lo visto, no.

—Ni idea —dijo al final.

—?Crees que era la que estaba gritando? —inquirió Fritanga—. Paró justo cuando ella salió de ahí.

Minho resopló.

—A lo mejor era ella la que estaba torturando a alguien. Probablemente la mató para que no sufriera más cuando nos vio venir —entonces, por alguna razón, dio una palmada—. Vale, ?quién quiere ir a conocer a esa agradable jovencita?

Thomas no se explicaba cómo Minho podía tener tan buen humor en momentos como ese.

—Iré yo —contestó a voz en grito. No quería que resultara obvio lo mucho que deseaba que fuera Teresa.

—Estaba de broma, cara fuco —repuso Minho—. Vamos a acercarnos todos. Podría tener un ejército de ninjas psicópatas ocultas en esa casucha.

—?Ninjas psicópatas? —repitió Newt con una voz que revelaba sorpresa, si no molestia, por la actitud de Minho.

—Sí. Vamos.

Minho comenzó a avanzar. Thomas siguió un repentino e inesperado instinto:

—?No! —bajó la voz—. No. Chicos, quedaos aquí. Yo hablaré con ella. Quizá sea una trampa o algo por el estilo. Seríamos tontos si nos acercáramos y cayéramos todos en el enga?o.

—?Y tú no eres imbécil por ir solo? —espetó Minho.

—Bueno, no podemos pasar de largo sin comprobar quién es. Ya voy yo. Si pasa algo o resulta sospechoso, os pediré ayuda.