El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)

El tiempo se extendía más y más. El miedo se convirtió en curiosidad y, luego, en aburrimiento.

Se levantó un viento distante, que no sentía pero sí oía. Entonces, un remolino blanco y neblinoso apareció a lo lejos, un tornado de humo que giraba como un largo embudo y se estiraba hasta que ya no pudo ver ni la parte superior ni la inferior del torbellino blanco. Después, notó que el vendaval se transformaba en un ciclón; sopló por detrás de él y tiró de su ropa y de su pelo como si fueran banderas cortadas a tiras, atrapadas por la tormenta.

La torre de espesa niebla empezó a moverse hacia él —o él se acercaba a ella, no lo sabía— a una velocidad alarmante. Donde hacía unos segundos había podido diferenciar la forma del embudo, ahora sólo veía una planicie blanca que le consumió.

Notó que la neblina se llevaba su mente y los recuerdos flotaron en sus pensamientos. Todo lo demás se convirtió en dolor.





Capítulo 48


—Thomas —la voz era distante, con gorjeos, como un eco en un largo túnel—, Thomas, ?me oyes?

No quería contestar. Su mente se había cerrado al no poder soportar el dolor; tenía miedo de recordar todo si se permitía volver a estar consciente. Percibió la luz al otro lado de sus párpados, pero sabía que no podía abrir los ojos. No hizo nada.

—Thomas, soy Chuck. ?Estás bien? Por favor, no te mueras, tío.

Su mente recuperó todo de golpe: el Claro, los laceradores, las agujas punzantes, el Cambio. Los recuerdos. El Laberinto no podía resolverse. La única manera de salir era algo que no se esperaban. Algo aterrador. Se vio dominado por la desesperación.

Gru?ó y se esforzó por abrir los ojos, entrecerrándolos al principio. La cara regordeta de Chuck estaba allí, mirándole con unos ojos asustados. Pero, entonces, se iluminaron y una sonrisa le atravesó el rostro. A pesar de todo, a pesar de toda aquella porquería, Chuck estaba sonriendo.

—?Se ha despertado! —gritó el ni?o a nadie en particular—. ?Thomas se ha despertado!

El estruendo de su voz provocó que Thomas hiciera un gesto de dolor y volviera a cerrar los ojos.

—Chuck, ?es necesario que grites? No me encuentro muy bien.

—Lo siento, es sólo que me alegro de que estés vivo. Tienes suerte de que no te dé un besazo.

—Por favor, no lo hagas, Chuck —Thomas volvió a abrir los ojos para sentarse en la cama y apoyó la espalda en la pared mientras estiraba las piernas. El dolor le consumía las articulaciones y los músculos—. ?Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó.

—Tres días —respondió Chuck—. Te metíamos en el Trullo por la noche para mantenerte a salvo y te volvíamos a traer aquí durante el día. Desde que empezaste, me pareció que estabas muerto unas treinta veces. ?Pero, mírate, estás como nuevo!

Thomas se imaginó el mal aspecto que debía de tener.

—?Han venido los laceradores?

La alegría de Chuck se estrelló visiblemente contra el suelo cuando bajó la vista.

—Sí, se llevaron a Zart y a un par más. Uno cada noche. Minho y los corredores han registrado el Laberinto para intentar encontrar una salida o averiguar algún uso para ese estúpido código que descubristeis. Pero nada. ?Por qué crees que los laceradores se están llevando tan sólo a un pingajo por noche?

A Thomas se le revolvió el estómago. Ahora sabía la respuesta exacta a aquella pregunta y a algunas más. Lo suficiente para saber que a veces el conocimiento da asco.

—Ve a buscar a Newt y a Alby —dijo al final—. Diles que necesitamos convocar una Reunión. Lo antes posible.

—?En serio?

Thomas dejó escapar un suspiro.

—Chuck, acabo de pasar por el Cambio. ?Tú qué crees?

Sin decir ni una palabra más, Chuck se puso de pie de un salto y salió corriendo de la habitación mientras sus gritos llamando a Newt se desvanecían conforme se alejaba.

Thomas cerró los ojos y apoyó la cabeza en la pared. Entonces, la llamó con su mente: Teresa.

No contestó de inmediato, pero luego su voz apareció en medio de sus pensamientos, tan clara como si la chica estuviese sentada a su lado: Eso ha sido una estupidez, Tom. Una estupidez como una casa.

Tenía que hacerlo —respondió.

Te he odiado bastante estos dos últimos días. Deberías haberte visto. Tu piel, tus venas…

?Me has odiado? —le entusiasmaba que ella se preocupara tanto por él.

La joven hizo una pausa.

Es mi forma de decirte que te habría matado si hubieras llegado a morirte.

Thomas sintió un estallido de calor en su pecho; levantó la mano y se lo tocó, para su sorpresa.

Bueno…, gracias. Supongo.

Y bien, ?qué recuerdas?

Hizo una pausa.

Lo suficiente. Lo que dijiste sobre nosotros dos y lo que les hicimos a ellos…

?Era cierto?

Hicimos cosas malas, Teresa.

Percibió frustración en ella, como si tuviese millones de preguntas y no supiera por dónde empezar.