Temerario I - El Dragón de Su Majestad

—?Maldita sea! Tal vez no sea capaz de decirlo de la forma adecuada, pero no es mi deseo dejar las cosas así. He de decirle cuánto lo lamento. Sé que me he comportado como un necio.

 

Esa franqueza sorprendió a Laurence, aunque no le desagradó. Jamás hubiera rechazado una disculpa ofrecida con tanta sinceridad y sentimiento como se evidenciaban en el tono de Granby.

 

—Me alegra poder aceptar su disculpa —contestó en voz baja, pero con verdadero afecto—. Por mi parte, le aseguro que todo está olvidado. Espero que en lo sucesivo seamos mejores compa?eros de armas que hasta ahora.

 

Se detuvieron y estrecharon las manos. Granby parecía aliviado y feliz al mismo tiempo. Cuando Laurence le tanteó con cautela para que le recomendara otros oficiales, le respondió con gran entusiasmo mientras recorrían el camino de regreso al lado de Temerario.

 

 

 

 

 

Capítulo 8

 

 

Temerario empezó a quejarse y quiso ba?arse de nuevo incluso antes de que le quitaran las vendas. Se le formaron costras en las heridas, que empezaron a sanar durante el fin de semana, y los cirujanos le dieron de alta a rega?adientes. Después de haber reunido a los que ya consideraba como sus cadetes, Laurence salió hacia el patio, donde Temerario estaba a la espera de que le quitaran el arnés, y lo encontró hablando con la Largario, a cuya formación iban a incorporarse.

 

—?Te duele al escupirlo? —preguntó Temerario con mucha curiosidad.

 

Laurence vio a Temerario inspeccionar las huecas protuberancias óseas que la dragona tenía a ambos lados de la mandíbula, por donde aparentemente expulsaba el ácido.

 

—No, apenas si lo siento —contestó Lily—. Sólo lo expulso al agachar la cabeza, por lo que tampoco puedo salpicarme, aunque, por supuesto, todos vosotros debéis tener cuidado cuando volamos en formación.

 

La dragona llevaba recogidas a la espalda las alas de color café con pliegues traslúcidos azules y naranjas que se montaban unos sobre otros. Sólo los extremos blanquinegros destacaban recortados contra sus ijares. Las pupilas de los ojos eran rasgadas, como las de Temerario, pero de un amarillo anaranjado. Las protuberancias óseas al descubierto le conferían una apariencia muy feroz, aunque ella permanecía pacientemente en pie mientras su tripulación de tierra se encaramaba con cierta dificultad para limpiar y pulir con gran esmero hasta el último rincón del arnés. La capitana Harcourt caminaba de un lado para otro a su alrededor e inspeccionaba el trabajo.

 

Lily bajó los ojos para mirar a Laurence cuando se colocó junto a Temerario. Algo parecido a la alarma daba un aspecto torvo a su mirada, pero la dragona sólo sentía curiosidad.

 

—?Eres el capitán de Temerario? Catherine, ?no vamos a acompa?arlos al lago? No estoy segura de querer entrar en el agua, pero me gustaría verlo.

 

—?Ir al lago?

 

La sugerencia hizo que la capitana Harcourt dejara de examinar el arnés y mirara a Laurence con manifiesto asombro.

 

—Sí, voy a llevar a Temerario al lago para que se ba?e —explicó él con voz firme—. Se?or Hollin, haga el favor de usar el arnés ligero y compruebe si es posible no aparejarlo para que las correas no presionen las heridas.

 

El aludido estaba limpiando el arnés de Levitas, que acababa de regresar de comer.

 

—?Nos acompa?as? —preguntó Hollin a Levitas—. En ese caso, se?or —agregó, dirigiéndose a Laurence—, tal vez no fuera necesario enjaezar a Temerario.

 

—Me encantaría—contestó Levitas al tiempo que miraba expectante a Laurence, como si pidiera permiso.

 

—Gracias, Levitas —dijo Laurence por toda respuesta—. Es una solución excelente, caballeros. Levitas va a llevarlos en esta ocasión —anunció a los cadetes. Hacía mucho que había dejado de intentar variar el tratamiento en atención a Roland. Resultaba más sencillo dirigirse a ella igual que a los demás, dado que, dijera lo que dijese, parecía perfectamente capaz de sentirse incluida—. Temerario, ?monto con ellos o me llevas tú?

 

—Te llevo yo, por supuesto —contestó el dragón.

 

Laurence asintió.

 

—Se?or Hollin, ?tiene otra ocupación? Su ayuda resultaría útil, y Levitas le puede llevar si Temerario carga conmigo.

 

—?Vaya! Me encantaría, se?or, pero no tengo arnés —contestó Hollin mientras miraba a Levitas—. Nunca he volado, quiero decir, no sin los avíos de la tripulación de tierra, claro, aunque supongo que puedo improvisar algo con los que no están en uso si me concede un momento.

 

Mientras Hollin trataba de equiparse, Maximus descendió sobre el patio. El suelo tembló cuando él aterrizó.

 

—?Estás listo? —preguntó el dragón a Temerario, que parecía complacido.

 

Berkley estaba a lomos de Maximus junto a un par de guardiadragones.

 

—Lleva quejándose tanto tiempo que he cedido —dijo Berkley en respuesta a la mirada inquisitiva y divertida de Laurence—. ?Dragones nadando! Una idea de lo más estúpida si quiere saber mi opinión, una gran tontería. —Golpeó cari?osamente la cruz del dragón, desdiciendo sus palabras.

 

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