—?Conoció bien a su abuelo? —preguntó Laurence, incapaz de resistirse a formular una pregunta de prueba.
—Fue mi primer cuidador, y también su hijo sirvió conmigo —contestó Celeritas lacónicamente al tiempo que apartaba el rostro y dejaba caer la cabeza. Se recuperó después de un momento y a?adió—: Bueno, yo tenía esperanzas en el chico, pero la madre insistió en que no creciera aquí y su familia le inculcó ideas extra?as. Nunca debería haber sido aviador, y menos aún capitán. Pero ahora lo es, y se quedará mientras Levitas le obedezca. No puedo permitir que interfiera. Imagine lo que ocurriría si se dejara a unos oficiales inmiscuirse en los animales de otros. Los tenientes desesperados por llegar a capitán apenas podrían resistir la tentación de acaramelar a cualquier dragón que no estuviera del todo satisfecho. Eso sería el caos.
Laurence agachó la cabeza.
—Lo entiendo perfectamente, se?or.
—En cualquier caso, le voy a dar asuntos más urgentes que atender. Hoy vamos a empezar la integración de Temerario en la formación de Lily—dijo Celeritas—. Vaya en su busca. Los otros estarán aquí dentro de poco.
Laurence caminó de regreso muy pensativo. Siempre supo, por supuesto, que las razas de mayor tama?o sobrevivían a sus cuidadores siempre que no los mataran en el combate. No había ponderado que eso dejaba a los dragones solos y sin compa?ero después ni había pensado cómo éstos o el Mando Aéreo resolvían la situación. Por supuesto, el interés de Inglaterra era que el dragón continuara en activo con un nuevo cuidador, y no pudo evitar el pensamiento de que de ese modo, con la mente ocupada en otros deberes, el animal sería más feliz y se evitaría la clase de pesar que estaba claro que Celeritas aún sentía.
Miró al dormido Temerario con preocupación una vez que regresó al claro. Les quedaban muchos a?os por delante y los caprichos de la guerra podían hacer baladíes todas aquellas preguntas, pero la felicidad futura del dragón era su responsabilidad, y con diferencia, más pesada que cualquier propiedad. En algún momento no demasiado lejano tendría que considerar qué previsiones tomaba para asegurar su futuro. Quizás un primer teniente bien elegido podría ocupar su lugar cuando el dragón se hiciera a la idea con el transcurso de los a?os.
—Temerario —le llamó, acariciando el hocico del dragón, que abrió los ojos y profirió un sonido sordo.
—Estoy despierto. ?Volvemos a volar hoy? —preguntó mientras alzaba la cabeza, bostezaba al cielo y movía un poco las alas.
—Sí, amigo —contestó el aviador—. Vamos, debemos ponerte el arnés de nuevo. Estoy seguro de que el se?or Hollin nos lo habrá preparado.
Habitualmente, la formación volaba en una cu?a que recordaba mucho a una bandada migratoria de ocas con Lily en cabeza. Messoria e Immortalis, los Tanatores Amarillos, proporcionaban el obstáculo físico que impedía un ataque de cerca contra Lily mientras que Dulcia, un Cobre Gris más peque?o y ágil, y Nitidus, un Azul de Pascal, defendían los extremos. Todos ellos eran dragones adultos y, salvo Lily, tenían experiencia en el combate. Se les había elegido para aquella vital formación con el fin de apoyar a la joven e inexperta Largario, y sus capitanes y tripulaciones se sentían con razón orgullosos de su habilidad.
Laurence tuvo motivos para agradecer el incesante trabajo y las repeticiones del último mes y medio. Si las maniobras que habían practicado durante tanto tiempo no se hubieran convertido ahora en una segunda naturaleza para Temerario y Maximus, jamás hubieran podido igualar las estudiadas acrobacias, realizadas sin esfuerzo aparente, de los demás. Habían situado a los dos dragones más grandes de modo que formaran una segunda fila detrás de Lily, cerrando la formación con forma de triángulo. En batalla, su tarea sería rechazar cualquier intento de romper la formación, defenderla del ataque de otros dragones de combate pesado y acarrear el peso de las bombas que sus tripulaciones arrojarían sobre los objetivos ya debilitados por el ácido de Lily.