Temerario I - El Dragón de Su Majestad

—Diría que está en lo cierto —contestó—. De acuerdo, y muchas gracias —agregó.

 

Granby asintió. Laurence se dirigió de regreso al castillo después de echar una última ojeada a Temerario que seguía durmiendo. Ahora que era consciente, tenía una desagradable sensación de suciedad y sudor por todo el cuerpo. El lujo de un ba?o diario lo había reblandecido. Se detuvo en su habitación lo justo para cambiar sus ropas manchadas por otras nuevas y se dirigió directamente a las termas.

 

Era poco después de comer, y muchos oficiales tenían el hábito de ba?arse a esa hora. Después de que se hubiera dado un rápido chapuzón en la piscina, descubrió que la sauna estaba repleta, pero varias personas le hicieron sitio en cuanto entró. Aceptó con mucho gusto el espacio despejado y devolvió los asentimientos de saludo antes de dejarse caer. Estaba tan cansado que sólo después de haber cerrado los ojos en medio del gozoso calor cayó en la cuenta de que las atenciones habían sido inesperadas y deliberadas. Estuvo a punto de ponerse en pie de un salto a causa de la sorpresa.

 

—Buen vuelo, excelente vuelo —le dijo Celeritas aquella tarde con tono de aprobación cuando acudió a informarle con retraso—. No, no ha de disculparse por llegar tarde. El teniente Granby me ha dado una explicación preliminar; con eso y el informe del capitán Berkley sé perfectamente qué ha pasado. Preferimos capitanes más preocupados por su dragón que por nuestra burocracia. Confío en que Temerario se encuentre bien.

 

—Gracias, se?or, sí —respondió Laurence agradecido—. Los cirujanos me dijeron que no había motivo de alarma y él asegura que se encuentra bastante cómodo. ?Manda algo mientras dure su convalecencia?

 

—Nada, salvo que lo mantenga con la mente ocupada, lo cual puede resultar todo un desafío —dijo Celeritas con un bufido que Laurence interpretó como una risita—. Bueno, eso no es del todo cierto. Tengo una tarea para usted. En cuanto Temerario se haya recobrado, él y Maximus se incorporarán inmediatamente a la formación de Lily. No hacen sino llegar malas noticias de la guerra, y la última ha sido la peor. Villeneuve y su flota han salido de Toulon aprovechando la cobertura que le proporcionó una incursión aérea contra la flota de Nelson. Hemos perdido su rastro. No podemos esperar más a tenor de las circunstancias y esta semana está ya pérdida. Por consiguiente, es hora de que nombre la tripulación de vuelo de Temerario, y me gustaría oír sus peticiones. Considere a los hombres que han servido a sus órdenes durante estas últimas semanas y ma?ana discutiremos el asunto.

 

Después de aquello y sumido en sus pensamientos, Laurence anduvo a paso lento hasta las inmediaciones del claro. Había pedido una tienda a la dotación de tierra y se la habían traído, además de una manta. Pensó que estaría más cómodo una vez que la hubiera armado junto a Temerario, ya que le gustaba más esa idea que pasar toda la noche alejado de él. Se encontró al dragón durmiendo aún, plácidamente. La carne circundante a la zona vendada estaba cálida al tacto, pero no febril.

 

Después de haber quedado satisfecho a ese respecto, Laurence dijo:

 

—Deseo hablar con usted, se?or Granby. —Lo llevó a un aparte a escasa distancia—. Celeritas me ha pedido que le dé los nombres de mis oficiales —anunció sin quitar los ojos de encima a Granby. El joven enrojeció y bajó la vista. Laurence prosiguió—: No le voy a poner en el brete de rehusar un puesto. Ignoro qué significa en la Fuerza Aérea, pero sé que en la Armada sería una seria mancha en contra suya. Si va a tener la más mínima objeción, hable con franqueza y eso zanjará el asunto.

 

—Se?or —comenzó Granby. Entonces, se calló bruscamente. Parecía consternado. Había empleado el término demasiado a menudo con velada insolencia. Volvió a empezar—. Capitán, soy consciente de que he hecho muy poco para merecer esa consideración. Sólo puedo decir que estaría encantado de aceptar la oportunidad si está dispuesto a pasar por alto mi anterior comportamiento.

 

El discurso parecía un poco forzado en sus labios, como si necesitara ensayarlo.

 

El aviador asintió satisfecho. Su decisión era repentina. No estaba del todo seguro, a pesar de las recientes haza?as de Granby, de exponerse a soportar a alguien que se había comportado con tan poco respeto a su persona de no ser por el bien de Temerario. Pero Laurence había decidido asumir el riesgo porque Granby era notoriamente el mejor de los posibles candidatos. La respuesta le complacía mucho. Era bastante sincera y respetuosa, aunque la hubiera expresado con cierta torpeza.

 

—Muy bien —se limitó a contestar.

 

Habían comenzado a caminar otra vez cuando Granby dijo de repente:

 

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