Se sentía bastante tranquilo y se arrellanó en su asiento. Se percató de la excitación de Temerario por el débil temblor que palpitaba en la parte posterior de su cuello. En cierto modo, era la primera acción de combate del dragón, por supuesto. Laurence le acarició la protuberancia del lomo con suavidad. Ordenó intercambiar de posición a los fusileros y se volvió para observar los movimientos que había mandado. Por orden, un lomero descendía hacia el entoldado inferior a la par que un ventrero subía al superior por el otro costado, de forma que los pesos respectivos de ambos se equilibraban. Cuando un hombre culminaba el ascenso, se aseguraba en su posición y daba un tirón a la correa indicadora, que alternaba secciones blancas y negras, para que avanzara un tramo. Poco después, volvía a avanzar otro tramo, lo que indicaba que el hombre que había descendido también se había sujetado. Todo se desarrolló sin complicaciones. En ese momento, Temerario llevaba tres guardiadragones en los entoldados superior e inferior, el intercambio les llevó menos de cinco minutos en total.
—Se?or Alien —dijo Laurence con brusquedad llamando al orden, por descuidar su deber de vigilar a los demás hombres en su tarea, a uno de los vigías, el cadete de más edad, al que pronto ascenderían a alférez—. ?Me podría decir quién está ahora arriba, por el noroeste? No, no se vuelva a mirar. Debe ser capaz de responder a esa pregunta en el momento que se le formula. Hablaré con su instructor, ?ponga cuidado en su trabajo!
Los fusileros ocuparon sus posiciones y Laurence asintió con la cabeza para que Granby diera la orden. Quienes estaban en el lomo del dragón empezaron a arrojar los finos discos de cerámica empleados como blancos y los tiradores se turnaban al disparar intentando alcanzarlos en el aire al pasar. Laurence observó y frunció el ce?o.
—Se?or Granby, se?or Riggs, he contado doce aciertos de los veinte discos. ?Coincide esa cifra con sus cuentas…? Caballeros, espero que no sea necesario recordarles que esto no valdrá contra los tiradores de élite franceses. Empecemos de nuevo a un ritmo más lento. Buscamos primero la precisión; luego, la velocidad. Se?or Collins, haga el favor de no apresurarse tanto.
Los tuvo disparando durante casi una hora y luego puso a la dotación a efectuar los complicados ajustes del arnés propios de cuando estallaba una tormenta durante el vuelo. Después de eso, él mismo descendió para observar a los hombres situados debajo mientras volvían a disponer el equipo para el buen tiempo. No llevaban pescantes a bordo, por lo que no les pudo ordenar que hicieran prácticas de acomodación en las grupas para desmontar todo el equipo, y pensó que lo hubieran hecho igual de bien incluso con el equipo adicional.
Temerario se volvía de vez en cuando para seguir cada maniobra con ojos relucientes, pero la mayor parte del trayecto estuvo abstraído. Ganaba o perdía altura para aprovechar las corrientes más idóneas, que le permitían avanzar con algún esporádico aleteo, lo suficiente para mantener el vuelo. Laurence colocó la mano sobre los grandes y nudosos músculos del cuello de Temerario y percibió la suavidad con la que se movían, como si debajo de la piel hubiera aceite. No sintió la tentación de distraerlo hablando por ser innecesario. Sin necesidad de palabras, sabía que Temerario compartía su satisfacción de encauzar al fin el entrenamiento conjunto hacia un objetivo real. Hasta ahora, que de nuevo se veía ocupado en el servicio activo, Laurence no había comprendido del todo su propia y callada frustración por haber sido degradado de oficial en activo a mero cadete.
Las tres horas transcurrieron deprisa según el cronómetro. Era el momento de prepararse para ayudar al dragón herido. Maximus estaba quizás a una media hora detrás de ellos, por lo que Temerario tendría que cargar con Victoriatus sólo hasta que el Cobre Regio les diera alcance.
—Se?or Granby —dijo Laurence mientras se sujetaba de nuevo en su posición en la base del cuello—, despejemos el lomo. Que bajen todos los hombres, salvo el oficial de se?ales y los vigías de delante.
—Muy bien, se?or —asintió Granby, y de inmediato se volvió para organizado todo.
Laurence le vio trabajar con una mezcla de satisfacción e irritación. Por vez primera en la última semana, Granby llevaba a cabo sus obligaciones sin ese aire de envaramiento y resentimiento, y Laurence notaba fácilmente los efectos: aumentaba la velocidad de casi todas las operaciones; ahora se corregían una miríada de peque?os defectos en la ubicación y posicionamiento de la dotación en el arnés, que no había percibido antes por su inexperiencia; la atmósfera entre los hombres se relajó. Así era como un buen teniente primero facilitaba la vida de la tripulación, y Granby estaba demostrando en esta ocasión que era perfectamente capaz de hacerlo, lo cual hacía más lamentable su actitud.
Volatilus dio la vuelta y regresó volando hacia ellos poco antes de que terminaran de despejar la parte superior. James se estiró e hizo bocina con las manos para informar a Laurence:
—?Los he avistado! ?Dos puntos hacia el norte, doce grados por debajo! —Enfatizaba los números con gestos de la mano mientras hablaba—. Vas a tener que bajar para luego volver a subir a su altura, ya que dudo que el dragón herido pueda elevarse más.
—Muy bien —contestó Laurence a través de la bocina, y ordenó al alférez de banderas que lo confirmara con las mismas.