Temerario I - El Dragón de Su Majestad

Temerario se había hecho demasiado grande para que Volly pudiera acercarse lo suficiente para una comunicación verbal inteligible.

 

El dragón se curvó para lanzarse en picado a una rápida indicación de Laurence, que muy pronto vio en el horizonte una mota que creció enseguida hasta convertirse en un grupo de dragones. Se identificaba a Victoriatus en el acto. Era con diferencia más grande que cualquiera de los dos Tanatores que se esforzaban por mantenerlo en el aire. Aunque la tripulación ya había aplicado gruesos vendajes a las heridas, la sangre los había empapado y mostraba las marcas de éstas, donde era evidente que el dragón había recibido los golpes de los alados franceses. Las propias garras del Parnasiano eran inusualmente largas y estaban ensangrentadas, al igual que las mandíbulas. Los dragones más peque?os que volaban debajo iban atestados y encima de la criatura herida no había nadie, salvo el capitán y tal vez media docena de hombres.

 

—Se?al: ?porteadores preparados para apartarse? —ordenó Laurence; el joven alférez de banderas ondeó los coloridos banderines en una rápida secuencia y obtuvo una pronta respuesta.

 

Temerario ya había volado alrededor del grupo y se había posicionado adecuadamente. Ahora se hallaba justo debajo y detrás del segundo dragón que soportaba el peso.

 

—Temerario, ?estás preparado? —gritó Laurence.

 

Habían practicado aquella maniobra en los entrenamientos, pero iba a ser inusualmente difícil llevarla a cabo allí. El dragón herido apenas batía las alas y tenía los ojos entrecerrados de dolor y fatiga. Los dos dragones de apoyo estaban también extenuados. Tendrían que apartarse con suavidad y Temerario debía situarse allí a la velocidad de un rayo para impedir que Victoriatus se desplomase en una caída mortal imposible de evitar.

 

—Sí, démonos prisa, por favor. Parecen demasiado cansados —respondió Temerario mirando hacia atrás.

 

Temerario ya estaba preparado y había igualado el ritmo de los otros dos dragones; no se ganaba nada por esperar más.

 

—Se?al: ?intercambio en la posición delantera? —indicó.

 

Flamearon las banderas y llegó la confirmación. Entonces aparecieron banderas rojas a ambos costados de la parte delantera de los dragones de apoyo que luego fueron sustituidas por otras verdes.

 

La retaguardia del dragón bajaba rápidamente y se salía de la formación cuando Temerario entró a fondo, pero el dragón de delante fue un poco lento y batió las alas con torpeza, por lo que Victoriatus comenzó a caer sobre el Tanator que intentaba descender para hacer sitio a su sustituto.

 

—?En picado, maldita sea, baja en picado! —bramó Laurence lo más alto que pudo.

 

La cola del Tanator golpeaba como un látigo y estaba demasiado cerca de la cabeza de Temerario, de modo que no le podían reemplazar.

 

El Tanator terminó la maniobra y se limitó a plegar las alas, por lo que se apartó cayendo a plomo.

 

—Temerario, has de levantar un poco a Victoriatus para poder avanzar —gritó Laurence de nuevo, pegado contra el cuello del dragón.

 

El Parnasiano había apoyado los cuartos traseros sobre la cruz de Temerario en lugar de sujetarse más atrás, y la gran panza estaba a menos de un metro por encima. El dragón malherido mantenía la distancia a duras penas con las fuerzas menguadas.

 

Temerario cabeceó para indicar que había escuchado y comprendido la orden de Laurence. Batió las alas deprisa para subir en ángulo empujando al derrengado dragón hacia arriba y hacia atrás y luego, por pura fuerza, cerrar las alas de repente. Desplegó las alas otra vez después de una breve pero vertiginosa caída. Con un único gran empujón, Temerario consiguió situarse de forma adecuada y Victoriatus cayó pesadamente sobre ellos de nuevo.

 

Laurence tuvo un momento de respiro, y entonces Temerario aulló de dolor. Se volvió y contempló aterrado cómo Victoriatus, confuso y dolorido, hundía y removía las garras en el lomo y los ijares del Imperial. Arriba, apagados, escuchó los gritos del otro capitán. Victoriatus se detuvo, pero Temerario ya sangraba y algunas cinchas del arnés estaban cortadas y flameaban al viento.

 

Estaban perdiendo altura con gran rapidez. Temerario forcejeaba por mantenerse en vuelo bajo el peso del otro dragón. Laurence luchaba contra los mosquetones que le sujetaban mientras ordenaba a voz en grito al alférez de banderas que informara a los hombres de debajo. El muchacho descendió dificultosamente una parte del camino y ondeó como un poseso la bandera rojiblanca. Un momento después, vio agradecido cómo Granby y otros dos hombres trepaban para vendar las heridas, llegando a los cortes más profundos más deprisa de lo que él hubiera sido capaz. Acarició a Temerario y lo tranquilizó mientras se esforzaba para que no se le quebrara la voz. Temerario no podía desperdiciar fuerzas volviéndose para contestarle y continuó su batir de alas con bravura, aunque mantenía la cabeza gacha a causa del esfuerzo.

 

Naomi Novik's books