—Sheila —dije—. Sheila, cielo.
El cristal de la ventanilla se había hecho un millón de a?icos. Empecé a quitárselos del hombro, a arrancárselos del pelo ensangrentado. No hacía más que repetir su nombre una y otra vez.
—?Sheila? Dios santo, por favor, Sheila…
—Se?or Garber. —El agente estaba justo detrás de mí. Sentí una mano en mi hombro—. Por favor, venga conmigo.
—Tienen que sacarla de aquí —dije. El olor a gasolina me colapsaba las narinas, oía algo que goteaba.
—Lo haremos, se lo prometo. Por favor, acompá?eme.
—No está muerta. Tienen que…
—Por favor, se?or, me temo que sí. No tiene pulso.
—No, se equivoca. —Alargué el brazo, lo introduje en el interior del coche y le rodeé la cabeza. Se le cayó hacia un lado.
Entonces lo supe.
El agente me puso una mano firme en el brazo y dijo:
—Tiene que apartarse del coche, se?or. No es seguro estar tan cerca. —Tiró de mí con fuerza y no opuse más resistencia.
A una distancia de unos seis coches tuve que detenerme, inclinarme y apoyar las manos en las rodillas.
—?Se encuentra usted bien?
—Tengo a mi hija en la furgoneta —dije, mirando al asfalto—. ?Puede verla? ?Sigue dormida?
—Solo le veo la parte de arriba de la cabeza, sí. Parece que duerme.
Respiré varias veces entre temblores, volví a enderezarme. Dije ?Dios mío? unas diez veces. El agente seguía allí, paciente, esperando a que recuperara la suficiente serenidad para poder hacerme algunas preguntas.
—Se?or, ?su mujer se llama Sheila? ?Sheila Garber?
—Eso es.
—?Sabe qué estaba haciendo esta noche? ?Adónde iba?
—Hoy tenía clase. En la Escuela de Negocios de Bridgeport. Está haciendo un curso de contabilidad para ayudarme en la empresa. ?Qué ha sucedido? ?Qué es lo que ha pasado aquí? ?Cómo ha sido? ?Quién co?o conducía el otro coche? ?Qué le han hecho?
El agente bajó la cabeza.
—Se?or Garber, parece que ha sido un accidente provocado por el alcohol.
—?Qué? ?Conducía habiendo bebido?
—Eso parece, sí.
La ira empezó a mezclarse con el estupor y el dolor.
—?Quién conducía el otro coche? ?Qué estúpido hijo de puta…?
—En el otro coche iban tres personas. Uno de ellos ha sobrevivido. Un ni?o, en el asiento de atrás. Los que han muerto son su padre y su hermano.
—Dios santo, pero ?qué tipo de hombre se pone al volante borracho con sus dos hijos en el coche y…?
—Al parecer no ha sido eso lo que ha sucedido, se?or Garber —dijo el agente.
Me lo quedé mirando, intentando adivinar adónde quería ir a parar. Entonces caí en la cuenta. No era el padre el que conducía borracho; era uno de los hijos.
—?Uno de los chicos conducía borracho?
—Se?or Garber, por favor. Necesito que se calme un poco. Necesito que me preste atención. Según parece, ha sido su mujer la que ha provocado el accidente.
—?Cómo?
—Parece que ha entrado en la vía de salida en dirección contraria, luego ha detenido el vehículo más o menos a la mitad y lo ha dejado atravesado en medio de la calzada, sin ningún faro encendido. Creemos que a lo mejor se ha quedado dormida.
—Pero ?qué co?o me está diciendo?
—Y entonces —continuó el policía—, cuando el otro coche ha salido de la autopista, seguramente a unos cien kilómetros por hora, debe de haber chocado contra el vehículo de su mujer antes de poder verlo y pisar el freno.
—Pero el otro conductor iba borracho, ?no?
—No me está entendiendo, se?or Garber. Si me permite la pregunta, se?or, ?tenía su mujer la costumbre de conducir cuando había bebido? Normalmente, cuando alguien tiene un accidente, es que ya se ha estado arriesgando durante una buena…
El coche de Sheila explotó y ardió en llamas.
Capítulo 2
Había perdido la noción de cuánto tiempo llevaba exactamente allí de pie, mirando el vestidor de Sheila. ?Dos minutos? ?Cinco? ?Diez?