El accidente

Como aquello no me decía nada, no insistí.

 

No llevábamos ni cinco minutos en la carretera cuando Kelly se quedó frita con la cabeza apoyada en el hombro. Si yo pusiera la cabeza en esa posición durante más de un minuto, no me quitaría de encima la tortícolis en todo un mes.

 

Cogí Schoolhouse Road y luego me incorporé a la 95 en dirección oeste. Era la ruta más rápida entre Milford y Bridgeport, sobre todo a esas horas de la noche, y la ruta que más probabilidades tenía de ser la escogida por Sheila. No hacía más que mirar hacia los otros carriles, los que iban en dirección este, buscando un Subaru familiar parado en el arcén.

 

Era una posibilidad más que remota, y eso como mucho; pero prefería hacer algo, cualquier cosa, a quedarme sentado en casa preocupándome.

 

Continué con mi registro de los carriles contrarios de la autopista, pero no vi el Subaru de Sheila, ni tampoco ningún otro coche detenido en el arcén.

 

Ya casi había pasado Stratford y estaba a punto de entrar en el límite municipal de Bridgeport cuando vi unas luces intermitentes en el otro lado. No en la autopista misma, sino puede que en alguna vía de acceso. Pisé con fuerza el acelerador para llegar cuanto antes a la siguiente salida y poder dar la vuelta y regresar por los carriles de la dirección este.

 

Kelly seguía dormida.

 

Salí de la 95, crucé la autopista y volví a entrar en ella. A medida que me acercaba a la salida en la que había visto las luces, distinguí un coche de la policía con los faros encendidos, bloqueando el paso. Aminoré la marcha, pero un agente me hizo se?ales para que prosiguiera. No lograba distinguir lo suficiente para ver qué había sucedido en aquella vía de salida y, con Kelly en la furgoneta, detenerme en el arcén de una autopista principal no parecía buena idea.

 

Así que tomé la salida siguiente, imaginando que podría regresar por las calles de la ciudad y acercarme hasta aquel punto desde ese lado. Tardé unos diez minutos. La policía no había montado ninguna barrera allí, ya que nadie intentaría entrar por una salida. Dejé el coche aparcado en el arcén, al final de la vía, y por primera vez vi lo que había ocurrido.

 

Era un accidente. Uno grave. Dos coches. Habían quedado tan destrozados que era difícil decir de qué marca eran o cómo había sucedido todo. El que quedaba más cerca de mí parecía un coche familiar; el otro, un turismo de no sé qué marca, había salido despedido hacia un arcén. Parecía que el turismo había embestido al familiar por un lateral.

 

Sheila conducía un coche familiar.

 

Kelly seguía dormida y no quise despertarla. Bajé de la furgoneta, cerré la puerta sin dar mucho golpe y me acerqué a la vía de salida. Allí había tres coches patrulla, un par de grúas y un camión de bomberos.

 

Al acercarme, pude examinar mejor los vehículos involucrados en el accidente y empecé a sentir que me temblaba todo. Volví la mirada hacia mi furgoneta, me aseguré de que veía a Kelly por la ventanilla del acompa?ante.

 

Antes de poder dar un paso más, no obstante, un agente de policía me detuvo.

 

—Lo siento, caballero —dijo—. No puede acercarse.

 

—?De qué marca es ese coche? —pregunté.

 

—Se?or, por favor…

 

—?De qué marca es el coche? El familiar, el que está más cerca.

 

—Un Subaru.

 

—Matrícula —dije.

 

—?Disculpe?

 

—Necesito saber la matrícula.

 

—?Cree que sabe de quién es ese coche? —preguntó el agente.

 

—Déjeme ver la matrícula.

 

Permitió que me acercara, me llevó hasta un punto desde el que se veía bien la parte de atrás del coche familiar. La matrícula estaba claramente visible.

 

Reconocí la combinación de números y letras.

 

—Dios mío —dije, sintiéndome desfallecer.

 

—?Se?or?

 

—Es el coche de mi mujer.

 

—?Cómo se llama, se?or?

 

—Glen Garber. Ese coche es el de mi mujer. Es su matrícula. Dios mío.

 

El agente dio un paso hacia mí.

 

—?Pero ella está bien? —pregunté. Sentía que me vibraba todo el cuerpo como si estuviera agarrado a un cable de bajo voltaje—. ?A qué hospital se la han llevado? ?Lo sabe? ?Puede averiguarlo, por favor? Tengo que ir allí. Tengo que ir allí ahora mismo.

 

—Se?or Garber… —empezó a decir el agente.

 

—?Al hospital de Milford? —pregunté—. No, espere, el de Bridgeport está más cerca. —Me volví para correr otra vez hacia la furgoneta.

 

—Se?or Garber, a su mujer no se la han llevado al hospital.

 

Me detuve.

 

—?Cómo?

 

—Sigue en el coche. Me temo que…

 

—?Qué me está diciendo?

 

Miré hacia lo que quedaba del Subaru destrozado. El agente debía de haberse confundido. Allí no había ninguna ambulancia; no había ningún bombero utilizando las cizallas hidráulicas para llegar hasta el conductor.

 

Aparté de en medio al policía, corrí hacia el coche, llegué junto al lateral hundido del conductor, miré a través de lo que quedaba de la puerta.