El accidente

Sin embargo, ninguna de esas posibilidades explicaba que no contestara al móvil. Alguna vez se le había olvidado volver a encenderlo al salir de clase, ya lo había pensado, pero entonces saltaba automáticamente el buzón de voz. Esta vez, no obstante, el teléfono sonaba. A lo mejor lo tenía tan enterrado en el fondo del bolso que no lo oía.

 

Me pregunté si habría decidido ir a Darien a ver a su madre y no había conseguido salir hacia Bridgeport a tiempo para llegar a su clase. A rega?adientes, llamé.

 

—?Diga?

 

—Fiona, soy Glen.

 

Oí que, al fondo, alguien preguntaba: ??Quién es, cielo??. El marido de Fiona, Marcus. Técnicamente hablando, el padrastro de Sheila, aunque Fiona se había vuelto a casar mucho después de que Sheila se hubiese ido de casa y hubiese formado una familia conmigo.

 

—?Sí? —dijo.

 

Le expliqué que Sheila aún no había llegado de Bridgeport y que me preguntaba si a lo mejor su hija se había entretenido en su casa más de la cuenta.

 

—Sheila no ha venido a verme hoy —dijo Fiona—. La verdad es que no la esperaba. No me había dicho que pensara pasarse por aquí.

 

Me pareció raro. Cuando Sheila me había comentado que a lo mejor iba a ver a Fiona, pensé que seguramente ya le habría comunicado su intención de ir a su madre.

 

—?Va todo bien, Glen? —preguntó Fiona con un tono de voz frío. Aunque su forma de hablar traslucía más recelo que preocupación. Como si el hecho de que Sheila llegara tarde a casa tuviera que ver más conmigo que con ella.

 

—Sí, sí, todo va bien —contesté—. Sigue durmiendo. Buenas noches.

 

Oí unos pasos suaves que bajaban desde el piso de arriba. Kelly, que aún no se había puesto el pijama, entró en la cocina. Vio la lasa?a, que seguía envuelta en film transparente, sobre la encimera, y preguntó: —?Te la vas a comer?

 

—Aparta esas manos de ahí —dije, pensando que a lo mejor volvía a entrarme el apetito cuando llegara Sheila. Miré el reloj de la pared. Las diez y cuarto—. ?Por qué no estás ya en la cama?

 

—Porque todavía no me has dicho que me vaya a dormir —respondió.

 

—?Qué has estado haciendo?

 

—Estaba en el ordenador.

 

—Venga, a dormir —dije.

 

—Hacía deberes —se justificó.

 

—Mírame a los ojos.

 

—Al principio sí que eran deberes —dijo, defendiéndose—, y cuando los he acabado me he puesto a hablar con mis amigas. —Hizo una mueca con el labio inferior, y de un soplido se apartó unos rizos rubios que le caían sobre los ojos—. ?Por qué no ha llegado mamá aún?

 

—Se le ha debido de hacer tarde —dije—. Cuando llegue, le diré que suba a darte un beso.

 

—Si estoy dormida, ?cómo sabré si me lo ha dado o no?

 

—Ella te lo dirá por la ma?ana.

 

Kelly me miró con suspicacia.

 

—O sea, que puede que no me dé un beso, pero vosotros me diréis que sí.

 

—Lo has adivinado —dije—. Es un complot que se nos ha ocurrido desde hace un tiempo.

 

—Si tú lo dices… —Dio media vuelta, salió de la cocina arrastrando los pies y volvió a subir.

 

Cogí el teléfono e intenté una vez más llamar al móvil de Sheila. Cuando saltó su saludo, se me escapó un ?mierda? y colgué antes de que empezara a grabarse el mensaje.

 

Bajé la escalera hacia mi despacho del sótano. Las paredes estaban recubiertas por unos paneles de madera que le conferían al lugar una atmósfera oscura y opresiva, y las monta?as de papeles que había en mi escritorio solo conseguían aumentar esa lúgubre sensación. Hacía a?os que tenía intención de remodelar esa habitación. Para empezar quería deshacerme del revestimiento de madera y dejar la pared desnuda y pintada de color hueso para que el espacio no pareciera tan peque?o. O construir una ampliación por la parte de atrás, con un montón de ventanas y un tragaluz. Pero, como suele suceder entre quienes trabajamos en la construcción y la renovación de casas, uno nunca se ocupa de la suya propia.

 

Me dejé caer en la silla del escritorio y cambié unos cuantos papeles de sitio. Facturas de varios proveedores; planos de la cocina nueva que estábamos haciendo en una casa de Derby; algunas notas sobre un garaje doble independiente que íbamos a construir para un tipo de Devon, que quería un lugar donde aparcar sus dos Corvette de época.