No nos encontramos con la banda de Cliff hasta que nos acercamos a la tienda de los hombres gordos y del autobús de la Invasión Asiática. Pero lo hacemos; nuestros amigos nos saludan con cánticos de Baskett porque el número 84 ha hecho una gran carrera.
Teniendo los playoffs para discutir, todos somos reacios a marcharnos, por lo que bebemos cervezas y hablamos sobre el 8-8 de los Giants, contra los que los Eagles jugarán en la primera ronda. Cuando Cliff me pregunta si creo que nuestro equipo ganará a los Giants, le digo a mi terapeuta:
—No solamente ganarán, sino que Hank Baskett anotará otro touchdown.
Cliff asiente, sonríe y dice:
—Antes incluso de que la temporada empezara, tú ya decías: ?Hank Baskett es el hombre!
Jake se va antes porque él y Caitlin tienen una fiesta de Nochevieja a la que acudir en ese hotel, así que todos nos burlamos de él y lo llamamos calzonazos. Pese a que nos deja por su mujer, le doy un abrazo y le vuelvo a dar las gracias por haberse quedado, haberme dado un pase de temporada, y habérmelo pagado para los pases de playoff también, que son bastante caros. Y sé que Jake me ha perdonado por hacer que se perdiera el segundo juego contra Dallas porque me devuelve el abrazo y me dice:
—Sin problemas, hermano. Te quiero. Siempre. Lo sabes.
Después de que Jake se vaya bebemos cerveza durante otra media hora o así, pero poco a poco muchos de los chicos admiten que también tienen planes para Nochevieja con sus mujeres y yo cojo el autobús de la Invasión Asiática a casa hacia New Jersey.
Los Eagles han ganado los últimos cinco partidos y la NFC Este, así que no hay razón para que Ashwini deje de tocar la bocina de la Invasión Asiática cuando llega a la casa de mis padres, y cuando lo hace, todos los indios borrachos cantan: ??E! ?A! ?G! ?L! ?E! ?S! ?EAGLES!?, lo que hace que mi madre salga a la puerta.
De pie, en el escalón de la entrada, mamá y yo decimos adiós al autobús verde.
El día de Nochevieja cenamos tarde todos juntos como una familia, pero incluso después de que los Eagles hayan ganado otro partido y con las esperanzas para la Super Bowl vivas, mi padre no habla mucho y se dirige al estudio antes de que mamá acabe su comida, probablemente para poder leer novelas históricas.
Mamá me pregunta si quiero salir a la calle y golpear sartenes y cazuelas como hacíamos cuando era un ni?o. Le digo a mamá que en realidad no quiero golpear sartenes y cazuelas, más que nada porque estoy cansado por haber pasado el día a la intemperie con el frío, de modo que desde el sofá vemos a la gente en Times Square.
2006 se convierte en 2007.
—Este va a ser un buen a?o para nosotros —dice mamá, y luego fuerza una sonrisa.
Le devuelvo la sonrisa a mamá, no porque crea que va a ser un buen a?o, sino porque mi padre se ha ido a la cama hace una hora, Nikki nunca volverá, y no hay nada que indique lo más mínimo que 2007 vaya a ser buen a?o ni para mamá ni para mí, y mamá aún está buscando ese resquicio de esperanza del que me habló hace mucho tiempo. Ella aún se aferra a la esperanza.
—Va a ser un buen a?o —digo.
Cuando mamá se queda dormida en el sofá, apago el televisor y la observo respirar. Aún es guapa, y verla descansar tan plácidamente hace que me sienta furioso con mi padre. A pesar de que sé que no puede cambiar su forma de ser, me gustaría que, al menos, intentara apreciar más a mamá y pasara algo de tiempo con ella, sobre todo ahora que ya no tiene a los Eagles para ponerlo gru?ón, porque esta temporada ya está siendo un éxito sin tener en cuenta lo que ocurra en los playoffs, especialmente después de haber llegado tan lejos sin McNabb. Y aun así sé que mi padre no está por la labor de cambiar porque lo conozco desde hace treinta y cinco a?os, y siempre ha sido el mismo hombre. Mamá se acurruca acercando las rodillas y los hombros al cuerpo y empieza a temblar, así que me levanto, cojo las muletas y ando hacia el armario. Cojo una manta de la parte inferior del armario, camino con las muletas hacia mamá y la tapo, pero continúa temblando. Vuelvo al armario, veo una manta más gruesa en el estante de arriba, así que la alcanzo y tiro hacia abajo. Me cae en la cabeza justo después de que oiga un peque?o golpe. Miro hacia abajo y veo una cinta de vídeo a mis pies en una funda de plástico que tiene dos campanas en la cubierta.
Camino con las muletas hacia mi madre y la tapo con la manta más gruesa.