Entrelazados

Al instante, la piel del vampiro se derritió, y la daga de plata le atravesó el corazón.

Dmitri siguió gritando mientras forcejeaba. Fueron gritos de dolor, de agonía. Aden se estremeció profundamente. Por fin, los gritos cesaron y el cuerpo dejó de luchar. Los demás vampiros, entre exclamaciones y jadeos de espanto, vieron como Aden le cortaba la cabeza a Dmitri antes de que pudiera atacar de nuevo. Después, cayó al suelo, jadeando, sangrando, sudando. Los jadeos se convirtieron en gru?idos, y después en murmullos de incredulidad y de ira. Y al final, sólo quedó un silencio lleno de asombro.

—Aden —gritó Victoria, luchando para conseguir que la soltaran de nuevo.

—?Dejadla! —les dijo a los guardias.

Ni siquiera tenía fuerzas para levantarse. De todos modos, no hubiera importado, porque estaba tan mareado, que perdía la visión a cada segundo que pasaba.

Un momento después, no obstante, era él quien más asombrado estaba. Los esbirros soltaron a Victoria sin la más mínima protesta, y ella se acercó corriendo a él. Con las u?as todavía mojadas, se hizo un corte en la mu?eca, y le puso la herida contra la boca. En aquella ocasión, a él no se le ocurrió rechazarla. Sin la cura que podía proporcionarle su sangre, Aden no podría enfrentarse a los demás vampiros, y sus amigos quedarían tan vulnerables como él.

Su sangre se hizo más caliente al unirse a la de Dmitri, y lo quemó, lo consumió, lo mató y lo ayudó a alzarse de las cenizas de su antiguo ser. Pocas horas después vería el mundo a través de los ojos de Victoria. ?Y Dmitri? El vampiro había muerto, así que no podría ver nada a través de sus ojos.

Aden supuso que tendría que esperar para comprobarlo. En aquel momento tenía que ocuparse de cosas mucho más importantes.

—Siento mucho lo de tu padre —le dijo a Victoria, y le acarició con ternura la mejilla. El mareo iba desapareciendo, y Aden se dio cuenta de lo pálida que estaba. Más pálida de lo normal.

—Gracias —respondió ella. Estaba temblando, aunque no tanto como antes de la batalla—. Pero el que más me preocupa eres tú. Dmitri es… era, un guerrero, y tú… bueno, tú no lo eres. Me alegro de que estés bien. Creía que iba a perderte.

él captó movimiento detrás de ella. Los vampiros se estaban inclinando ante él.

Aden frunció el ce?o y susurró:

—Eh, Victoria, ?qué hacen?

Ella los miró e hizo un gesto de dolor.

—Al morir mi padre, Dmitri se convirtió en rey. Pero tú acabas de matar a Dmitri, lo que significa que…

—Ni hablar —dijo él. Se puso en cuclillas y sacudió la cabeza—. Ni hablar.

—Sí, mi rey —dijo Riley, que se arrodilló e inclinó la cabeza, como los demás. Sólo Mary Ann permaneció en pie. Estaba abrazada a sí misma y miraba con desagrado a los vampiros—. Ahora viviremos para servirte.

Absurdo.

—Levántate, Riley, y deja de comportarte así. Ve a liberar a Tucker.

—Sí, mi rey —dijo Riley, y se apresuró a obedecer.

Aquello era muy raro. Riley estaba obedeciendo aunque odiara a Tucker. Aden debería sentirse contento, pero en vez de eso, se puso a gritar.

—?Ya está bien! —exclamó.

No quería que sus amigos lo trataran de una forma distinta, y mucho menos quería tener que controlar el destino de todas aquellas personas. Personas a las que no conocía, y de una raza de la que no sabía apenas nada.

—Aden —dijo Victoria.

él la miró, y le tomó la cara entre las manos.

—Dime la verdad. ?Estás bien? Yo nunca hubiera deseado que tú perdieras a tu padre, aunque él no me hubiera permitido estar contigo.

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