—Cuando cada noche de la semana no puedas dormir por el ruido que hacen, ya volveremos a tener esta conversación.
Will vio que su novia se estaba enfadando y decidió poner paz al asunto, como siempre.
—Déjalo, Jenna. Todos hemos aprendido a ignorarlo.
Naya se apresuró a tomar la delantera de nuevo, se?alándonos a mí y a Sue y presentándonos. Sonreí un poco al ver que Jenna solo me miraba a mí al hacerlo, ignorando a Sue.
—?Ross? —podía acostumbrarme a oír mi nombre con su voz—. ?Es el diminutivo de algo?
Fingí que me centraba en cualquier otra cosa, acercándome a la comida china y deshaciendo unos palillos.
—Es mi apellido —murmuré—. Me llamo Jack Ross, pero todo el mundo me llama Ross.
—Su padre también se llama Jack —dijo Will por mí.
Sí, y no iba a dejar que me llamaran como a ese gilipollas.
—Y yo dije que, como me llamaran Jack Ross Junior, me cortaría las cenas —concluí.
Ella sonrió al adelantarse para robar comida.
Y empezó a hablar de que era del sur de estado y de no sé qué de universidades mientras yo intentaba participar y, a la vez, decía a la chica de anoche que se olvidara de mí. Estaba ocupado. Y lo que esperaba que me mantuviera ocupado estaba diciendo que tenía una relación abierta con su novio o algo así.
—No sé si se lo ha inventado él —estaba murmurando—, pero dice que es cuando dos personas se quieren, pero pueden acostarse con otras.
Yo había aprovechado mi oportunidad y la había deslizado a mi lado, por lo que ahora la tenía sentada junto a mí. Miré disimuladamente sus rodillas y ella se dio cuenta, por lo que tuve que improvisar.
—Nunca entenderé la vida en pareja. ?Te vas a comer todo eso?
—Todo tuyo —sonrió, tendiéndomelo.
Era demasiado inocente para su propio bien. Mientras recogía el plato con una sonrisita, Naya me crucificaba con la mirada desde el otro lado del salón.
—Me gusta esta chica —le dije para irritarla.
Will se giró enseguida para distraerla y evitar que me matara.
—Deberíamos intentarlo, cari?o —bromeó—. Ya sabes, eso de acostarnos con otros.
—Como lo hagas, te mato mientras duermas —casi me reí al oír a Naya, que seguía de mal humor por verme repasando a su amiga con los ojos—. Yo no podría dormir tranquila pensando que éste puede estar tirándose a otra.
—Pero sería sin amor, ?no? —sugerí.
No me importaría intentarlo con tu compa?era, te lo aseguro.
—Sí, supongo —Jenna se encogió de hombros, ajena a las miradas de asesina que Naya me lanzaba.
Me distraje un momento porque la chica seguía mandándome mensajes. Al final, decidí dejar de responderle y levanté la mirada. Fruncí un poco el ce?o cuando vi que Sue abrazaba su cojín favorito y Jenna se apartaba de ella. Por consiguiente, se pegaba a mí.
No estaba tan mal.
—Pedir perdón no soluciona nada —le dijo Sue de malas maneras.
Oh, había intentado tocar sus cosas.
Sin embargo, me distrajo el hecho de que se había acercado tanto que podía olerle el pelo. Mhm... mi pervertido interior estaba cada vez más feliz.
—No te lo tomes como algo personal —le dije—. Está así de loca con todo el mundo.
—?No estoy loca! —me dijo Sue.
—Vale, vale. Entonces, no estás loca. Solo estás mal de la azotea.
La ignoré cuando vi que me sacaba el dedo corazón. Jenna miró de reojo a Will y Naya, que se besuqueaban. Parecía incómoda. Como si quisiera irse.
Y... asumí que era mi momento de gloria.
—?Vamos arriba? —pregunté, en general, aunque mi mirada estaba clavada en ella.
Sue se marchó y la ignoré. Esos dos seguían ocupados. Jenna dudó, mirándolos.
Venga, di que sí. Di que sí.
—Yo voy —dijo, al final.
Que empiece la fiesta.
—Menos mal que hay alguien no aburrido —murmuré.
Ella se me quedó mirando cuando salí de casa y empujé la ventana del final del pasillo. Parecía confusa.
—?Qué haces? —se acercó—. Hace frío.
Déjame calentarte y no tendrás tanto frío.
—Tenemos que pasar por aquí, te ayudaré.
Y lo haré encantado.
—?A qué? —parpadeó inocentemente.
Como siguiera mirándome así por mucho tiempo, no iba a poder seguir disimulando mucho más. ?Por qué me gustaba tanto que pareciera no darse cuenta de que era un pervertido?
—?Vamos a subir por ahí? —ella puso una mueca, viendo la escalera de incendios.
Y, esta vez, tú vas delante.
—Es seguro. O, al menos, nadie se ha matado en lo que llevamos viviendo aquí.
—Seguro que yo soy la primera...
Sonreí cuando se acercó a mí. Metí una pierna en la ventana y le ofrecí una mano. Me sorprendió que no lo dudara. Su mano se sentía peque?ita y caliente en la mía. Era una sensación extra?amente agradable. Lástima no tener una excusa para alargarla.
Mierda, ?qué tenía? ?Catorce a?os? Tenía que centrarme un poco.
Empujé la ventana tras disfrutar de las vistas de ella subiendo y luego la seguí, cruzando la escalera en tiempo récord. Vi que se metía las manos en los bolsillos traseros y juro que la sangre empezó a circularme demasiado rápido en lugares demasiado inapropiados al imaginarme que esas manos eran las mías. Vale, necesitaba distraerme un poco. ?Qué me pasaba?
—No está mal, ?eh? —murmuré, pasando por su lado. Necesitaba no poder verla desde atrás si quería centrarme.
Me dejé caer en una de las sillas de cámping que teníamos ahí montadas y ella se sentó en la de al lado, mirándome.
—?Qué hacéis cuando llueve? —preguntó, mirando a su alrededor.
Me agaché a la nevera. Vale, no podía emborracharme si quería estar centrado. La cerveza parecía una buena opción.
—Correr a esconderlo todo —murmuré.
—?Y si no llegáis a tiempo?
—Entonces, esperamos a que se seque. ?Tienes sed?