Lo primero que hice cuando llegué a casa fue coger la botella de ron.
Di un par de tragos bebiendo directamente a morro mientras me acercaba al cuarto de ba?o y me miraba al espejo. Escupí el último en el lavabo porque todavía tenía sangre. Sumé dos más dos. No me hizo falta pensarlo mucho sabiendo que Oliver había ido esa tarde a Cavvanbah . Quizá Madison había visto demasiado, mucho más de lo que yo creía. Intenté calmarme. Bebí otro poco y unos minutos después oí los golpes en la puerta. Le faltó poco para echarla abajo. Abrí.
—Jodido cabrón… —Oliver entró como un huracán.
Me llevé otro pu?etazo. Ese porque no logré esquivarlo. Pero antes de que volviese a la carga, lo plaqué por la espalda y lo puse contra la pared.
Había tanta tensión entre nosotros que me costaba respirar. Hablé entre dientes.
—Hasta ahora no me he defendido, pero te juro que, si vuelves a intentarlo, te devolveré los golpes, y créeme, no es lo que quiero, Oliver, pero me lo estás poniendo muy jodido. Así que te ruego que intentes escucharme.
Lo solté y me alejé un par de pasos.
él se sacudió los hombros y resopló como un puto animal, recorrió de un lado a otro el salón y le dio un pu?etazo a la pared más cercana a mí. Se pasó las manos por el pelo antes de ser capaz de levantar la cabeza y mirarme de una vez por todas. Vi el rechazo.
—?Cómo has podido, Axel? ?Cómo co?o…?
—No lo sé. Yo solo…
—?No lo sabes? ?Qué mierda de respuesta es esa? ?Te das cuenta de lo que has hecho?
—Simplemente pasó. —Tenía una piedra en la garganta, una que se iba haciendo cada vez más y más grande, ahogándome—. No quería, pero… la necesito.
Me salió así, sin pensar. Las palabras menos adecuadas…
—?La necesitas? Claro. ?Y qué necesita ella?
No contesté, no fui capaz de decirle que a mí, porque no estaba seguro de que fuese cierto.
—Eso no importa, ?no?
Quise borrarle de un golpe esa sonrisa sarcástica.
—Sí que me importa. Es lo único que me importa.
Oliver dio otro pu?etazo en la pared; vi cómo se le levantaba la piel de los nudillos. Cuando me atravesó con la mirada, un músculo se tensó en su mandíbula.
—?Es que no lo ves? ?Es una cría! ?Tiene diecinueve a?os!
—No. Yo no lo siento así. Y es mayor de edad.
—?Mayor de edad? ?Ah, menos mal, joder! Y dime una cosa, Axel, ?en qué momento dejaste de verla como a una hermana peque?a? ?Desde cuándo llevas esperando esto?
Me puso tan furioso que entonces fui yo el que no me pude controlar: avancé hacia él y lo estampé contra la puerta de la entrada de un empujón.
Lo sujeté del cuello.
—No vuelvas a insinuar algo así jamás.
—?Qué pasa? ?Te joden las verdades? Le has lavado el puto cerebro, ?sabes lo que me ha dicho cuando la he subido a rastras al coche? Que no quería ir a la universidad. Que quería quedarse aquí contigo. Qué bonito, ?no? Desear pasarse toda la vida encerrada en tu jodida caba?a de ermita?o.
Un futuro prometedor y brillante, ?eh?, la razón por la que me he pasado todo un a?o matándome a trabajar.
—No es verdad. Eso no es verdad.
Joder, no podía serlo. Lo solté de golpe.
—No habrías permitido que esto ocurriese si la quisieras. Dime una cosa, Axel, ?tú sabes lo que es pensar alguna vez en los demás antes que en ti mismo? No, ?verdad? No entiendes eso, no eres capaz de reprimir algo que deseas, porque primero estás tú y luego tú. Siempre tú. —Se llevó una mano al pecho—. Por delante de mí. Por delante de cualquiera.
Si al menos pudiese respirar… Pero no podía, no podía…
—No debería haber sido así. Quería contártelo, pero no sabía cómo…
Oliver tenía los ojos vidriosos. Mierda. Di media vuelta, fui a la cocina y cogí la botella de ron. Cuando regresé al salón, él estaba sentado en el suelo, con los párpados cerrados y la cabeza apoyada en la pared, respirando hondo, intentando calmarse. Me senté en el otro extremo de la pared y bebí. El silencio nos abrazó. Fue el silencio más raro de toda mi vida, porque en realidad estaba lleno de ruido. El corazón se me iba a salir del pecho. Di otro trago largo antes de hablar, porque tenía la boca seca y las palabras no me salían. Estaban atascadas.
—Lo siento, joder, lo siento —susurré—. Sé que no he hecho las cosas bien, sé que la he cagado, pero es que… la quiero. Yo ni siquiera sabía que podía sentir algo así por nadie. Y no sé cómo ocurrió ni cuándo, no hay un momento exacto; pero pasó y haría cualquier cosa por ella.
Oliver escondió la cabeza entre las rodillas. No es que eso fuese muy buena se?al. Di otro trago a pesar de que tenía el estómago revuelto y esperé, esperé, esperé…
—Entonces no la ates a ti.
Contuve el aliento y lo miré.
—?Qué significa eso?
—Significa que esto no debería haber ocurrido, que tiene diecinueve a?os y ha pasado por una situación muy jodida. Que tiene que ir a la universidad y disfrutar y salir y hacer su vida, todo lo que tú y yo tuvimos en su momento. No le quites eso.
Me tensé, dudando…, dudando porque yo ya había valorado eso mismo demasiadas veces y me frustraba que fuese cierto. Que no hubiese tenido la oportunidad de estar con más hombres antes de elegirme a mí, que sus experiencias fuesen tan limitadas. Yo la había elegido a ella después de conocer, de probar, de follar, de entender muchas cosas. Ella me había elegido a mí porque era lo único que conocía. ?Eres mi persona favorita del mundo?, me había dicho. Me preguntaba cuántas personas había conocido Leah si ni siquiera había salido de Byron Bay.
Odié la idea de que Oliver pudiese tener razón.
—No sé si puedo hacer eso —admití.
él se inclinó y me quitó la botella. Dio un trago.
—Puedes. Y me lo debes. —Se frotó la cara cansado—. Confiaba en ti, Axel. Te pedí que la cuidases, te dije que era lo único que me quedaba, lo más importante, y tú…
—Perdóname —me salió del alma.