—Ha estado bien —admití.
En realidad, había sido mucho más. Estimulante. Intenso. Estar flotando en medio del océano, sintiéndome liviana mientras los peces se arremolinaban a mi alrededor como puntos de colores que bailaban desordenados. Y Axel cerca acompa?ándome.
—Yo tomaré patatas fritas al punto de sal y un refresco —pidió Blair cuando la camarera nos atendió—. ?Qué quieres tú?
—Una magdalena de plátano y café con leche descafeinado.
—De acuerdo, chicas, vuelvo enseguida.
—?Sabes? Me estaba acordando de ese día que le gastamos una broma a Matt llenando su taquilla de purpurina y terminamos aquí riéndonos, hasta que lo vimos a lo lejos y echamos a correr…
—Pero nos pilló porque yo volví para coger el trozo de magdalena que me había dejado. Lo recuerdo. También que sus libros brillaron durante un par de semanas.
Blair se echó a reír y terminé contagiándome un poco de su buen humor y de esa facilidad que ella tenía para conseguir que todos los momentos sumasen en vez de restar. Ella había sido la mejor amiga del mundo y yo me había esforzado durante meses por alejarla de mí porque, de algún modo, sabía que si la mantenía cerca acabaría por hacerle da?o y decepcionarla.
—?Cómo te va en el instituto?
—Bastante mejor que antes.
—?Al final irás a la universidad?
Me encogí de hombros. No quería hablar de eso.
—?Tú estás contenta con el trabajo?
—Mucho, a pesar de que sea agotador.
—Siempre te han gustado los ni?os.
Nos trajeron el pedido y empecé a comerme la magdalena a trocitos, desmenuzándola con los dedos, distraída. La saboreé despacio, recordando las palabras de Axel, degustando el plátano que contrastaba con el amargor suave del chocolate.
Alcé la mirada hacia Blair, vacilante.
—Creo que sigo sintiendo algo por él.
—Te refieres a Axel, ?verdad?
—Sí. ?Por qué…, por qué me pasa?
—Porque te gusta. Siempre ha sido así.
—Me gustaría poder enamorarme de otra persona.
—No podemos elegir eso, Leah —me miró con cari?o—. ?Cómo es la convivencia?
Lo pensé. Llevaba cuatro meses y medio viviendo en esa casa perdida en medio de la naturaleza. No guardaba muchos recuerdos de los primeros dos meses, esos que pasé encerrada en mi habitación. Marzo había sido caótico; enfadarme con él, perder el control en el Bluesfest, empezar a pintar de verdad. Así que, al llegar abril, Axel había tensado más las cuerdas, obligándome a tomar una decisión. Y es que a veces, quedarte tal y como estás resulta más sencillo y cómodo que tener que esforzarte y afrontar cambios.
—Con altibajos. Ahora bien.
—Sé tú misma, Leah —dijo.
—?A qué te refieres? —me tensé.
—En todo. También con Axel. Tal como eras antes. Solo déjate llevar sin pensar las cosas. ?Ya no te acuerdas? Yo me reía cuando decías que ?dejabas de respirar al verlo? o ?morirías por un beso suyo?, pero estaba acostumbrada porque siempre habías sido así de exagerada.
Me llevé una mano al pecho. Blair tenía razón, pero seguía sintiéndome muy lejos de todo aquello a pesar de que, a veces, aparecía un recuerdo como un fogonazo, aunque también se marchaba tan rápido como llegaba. Eran picos desordenados; aún llevaba encima mi chubasquero, por muy agujereado que estuviese, y me costaba reconocerme en esa chica que tiempo atrás no dudaba en saltar al vacío sin preguntar antes cuánta distancia había hasta el suelo.
Alejé esa imagen y disipé la nostalgia.
—Háblame de ti. ?Sales con alguien?
—Quería comentarte algo sobre eso, pero no estaba muy segura de cómo hacerlo. —Blair se removió incómoda—. El mes pasado salí un par de veces con Kevin Jax.
Sonreí casi por inercia. Kevin no solo había sido el chico que me había robado mi primer beso delante del zarzo dorado de casa, también había perdido la virginidad con él un par de a?os después, cuando decidí que había llegado el momento de ser realista y aceptar que Axel jamás me miraría como si fuese una mujer y no una ni?a.
—?Y qué tal fue? —pregunté.
—Bien. Demasiado bien.
—?Cómo puede algo ir demasiado bien? —Me llevé a la boca un trozo de magdalena.
—Leah... —torció el gesto—, le dije que no podía seguir saliendo con él antes de…, antes de hablar contigo. Estuvisteis juntos durante un tiempo.
Y somos amigas. Eso siempre será lo primero.
Sentí un ligero picor en la nariz y parpadeé para no llorar. Miré a Blair, tan trasparente ella, con el cabello oscuro revuelto y esa expresión tan dulce cruzándole el rostro. No la merecía. No merecía una amiga así, tan leal a pesar de que había estado meses ignorando sus llamadas y fingiendo que no podía verla cada vez que venía a buscarme a casa, pidiéndole a Oliver que abriese la puerta y se inventase alguna excusa.
—Puedes salir con Kevin. Y es un chico genial, de verdad, creo que haríais muy buena pareja porque los dos sois igual de generosos. —Me froté la nariz, inspiré hondo—. Siento mucho cómo han sido estos últimos meses. Estoy intentando cambiar. Mejorar.
—Y lo estás consiguiendo —Blair sonrió.
Regresé a casa de Axel caminando a paso lento, contemplando mi alrededor como hacía tiempo que no lo hacía. El sendero pedregoso estaba rodeado por una frondosa vegetación coloreada por infinitos tonos de verde: verde oliva, verde musgo, verde botella, verde lima en las hojas más tiernas, verde menta, verde jade…
Recrear cada color siempre había sido una de las cosas que más me gustaban. Mezclar pinturas, probar, errar, seguir mezclando, aclarar, oscurecer, buscar ese matiz exacto que tenía en la cabeza y que deseaba plasmar…
Avancé más deprisa cuando empezó a llover. Las gotas de agua eran grandes y la lluvia se intensificó a mi paso, como si me diese una tregua para llegar hasta casa. Al cerrar la puerta, ya se había transformado en una tormenta.
—No sabía si salir a buscarte —dijo Axel.
—He llegado justo a tiempo.