Legendborn (Legendborn #1)

—?Que todo el mundo se calme! ?Tor, retrocede!

Tor se agita en los brazos de su novia. Se aparta, nos mira a Alice y a mí y se marcha a toda velocidad de la habitación en una ráfaga de viento.

En el silencio subsiguiente, William ordena: —?Calmaos u os sedaré yo mismo!

Lo hago, pero no evita que el mundo se tambalee. Me pregunto si alguna vez volverá a girar en la dirección correcta o si tendré que aprender a moverme en este nuevo rumbo. Sin Nick. Un mundo en el que estoy a cargo de todo esto.

?Es normal que un rey se imagine que estrangula a su propia caballera?

Los acontecimientos del ogof me dieron respuestas, aunque fueran duras y horrendas. Los mismos acontecimientos a Nick solo le dejaron preguntas. No tuvimos oportunidad de hablar de ello ni de lo que significaría para nosotros, para la Mesa y para todo lo que ambos hemos conocido.

Pronto, las predicciones y los planes de Sarah, William y Sel se arremolinan a mi alrededor, salpicados con ocasionales referencias a mi nuevo título y rango. Alice se mantiene firme e interviene con preguntas lógicas y para exigir respuestas en mi nombre.

Sel insiste en que tenemos que plantarnos ante los Regentes y buscar a Nick por nuestra cuenta, pero ni siquiera él parece seguro de que vayamos a encontrarlo sin ayuda externa; la red de la Orden se extiende por mucho terreno y están mejor equipados para una búsqueda de ese calibre.

Sarah quiere esperar las instrucciones de los Regentes, pero Sel dice que perderán el tiempo en pedirnos informes a todos sobre lo que ha pasado, sobre todo a mí. Tendré que volver a compartir la historia de Vera. Los magos senescales querrán conocer mis otras habilidades y tal vez incluso hacerme pruebas, pero no lo permitirá.

Cree que debo elegir un escudero lo antes posible, antes de subir al trono.

William argumenta que tengo que recuperarme antes de pronunciar el Juramento del Guerrero. Mientras tanto, los Regentes deberán confirmar la presencia de Arturo antes de transferirme el poder y alertar a toda la Orden de que Camlann ha llegado. Dice que, como rey, esperarán que promueva la calma entre los miembros de la Orden en lugar del pánico. Entonces, podré reunir la Mesa y designar yo misma a los miembros del comité de búsqueda. La discusión continúa y no quiero formar parte de ella.

—?Y si la línea de Morgana y los sombríos con los que trabajan encuentran a Nick primero? —Mi voz flota y me rodea como la niebla sobre un estanque. No me he dado cuenta de que la pregunta me rondaba la mente hasta que la he pronunciado. Por un momento fugaz, me preocupa un poco que no haya venido de mí—.

?Qué le harán?

Silencio. Miradas ansiosas.

Nadie sabe qué pensar de la alianza entre morganas y sombríos que acabamos de descubrir que existe.

Aprieto la mano de Alice y me levanto.

—Necesito tomar el aire.

Me deja ir y nadie más me detiene, porque soy su rey.



*

Sé, sin mirar, que es Sel quien abre la puerta del balcón y la cierra tras de sí. Incluso antes de sentir el pinchazo de su mirada en la espalda, supe que sería quien se me acercaría. Aparte de Alice, es el único que me mira como si todavía fuera Bree.

—Lo siento —dice con calma y cautelosa.

Asiento y me agarro a la barandilla hasta que cruje en se?al de protesta bajo mis dedos.

La fuerza de Arturo es aterradora.

—?Vas a preguntar por qué me disculpo?

—No.

Los árboles de hoja perenne se alzan como la última esperanza de vida en el bosque abarrotado, los pinos que se elevan como agujas hacia el cielo. Envidio su viveza. Pronto llegarán los regentes con preguntas que no sé responder y otras que no quiero.

Se acerca en silencio, como siempre, y se coloca a mi lado con los antebrazos apoyados en la barandilla.

—No sé cuánto tiempo tenemos, pero los Regentes y los magos senescales llegarán pronto. Necesitamos sus recursos e información para encontrar a Nick.

—Lo sé.

—Lo encontraremos, Bree. Lo juro. —Sel se vuelve hacia mí y aparta mi atención de los árboles para que lo mire a los ojos dorados. Observo sus oscuras cejas de halcón, la curva aguile?a de su nariz y el pelo negro como la tinta que se le enrosca como plumas sobre las orejas.

Asiento.

—Lo haremos. —Se me encoge el pecho—. Lo que le hicieron a su madre, los abusos de su padre… Todo fue por una mentira.

Me mira con solemnidad. Sus sacrificios también se basaron en una mentira.

—Tu madre…

Se tensa.

—?Qué pasa con mi madre?

Le cuento entonces la peque?a mentira por omisión del interior de la logia. Le explico que vi a su madre en el paseo por la memoria, que era amiga de la mía y que estuvo allí la noche del hospital, de luto. Que se había hecho pasar por el merlín asignado al caso, si es que existía siquiera. Que cuidó de mi familia durante quién sabe cuántos a?os para asegurarse de que estábamos a salvo de la Orden. Nuestras madres eran amigas. Aliadas. Como Nick, nuestras líneas de sangre están conectadas de maneras que nunca imaginamos.

Cuando termino de hablar, se ha quedado con la boca abierta en una conmoción muda.

—?Sel?

—No es que no te crea. Es que… —Niega con la cabeza y se recupera—. Incluso si escapó de la prisión, dominó y encantó a los guardias merlines como Isaac a mí, ?cómo podría haber sobrevivido? ?A su edad y nivel de poder? Lejos de la Orden, habría sucumbido a la sangre hace a?os.

—Pero en el hospital —digo con cuidado—, estaba lúcida y centrada. De luto, pero en completo control de sus habilidades.

Le tiemblan los párpados.

—Es imposible.

—Lo es —susurro—, si lo que te ha contado la Orden es cierto.

Levanta las cejas en se?al de sorpresa.

—Bree.

—?Y si no es verdad que los merlines sucumben a la sangre?

Solo piénsalo.

Suelta un largo y lento suspiro.

—Cambiaría todo lo que nos han ense?ado sobre cómo progresan nuestros poderes, cómo funciona nuestra sangre, por qué hacemos los juramentos y por qué nos encierran. —Estrecha los ojos en se?al de advertencia—. Si eso fuera cierto, sería un conocimiento muy peligroso de poseer. Y de compartir. Incluso para ti.

—Me lo imaginaba. —Asiento y hurgo en la madera con los dedos—. Por eso he esperado a que estuviéramos solos.

Permanecemos en silencio un largo rato mientras consideramos lo mucho que han cambiado nuestros mundos y todo lo que está por venir.

Siento la atención de Sel en las mejillas y me pregunto cuándo las chispas de sus ojos se convirtieron en un calor reconfortante.

—?Qué? —murmuro y levanto la vista.

—Ahora eres mi rey, cariad. —Su voz grave tiene la intimidad de una caricia y sus ojos relucen del color del oro fundido. Me doy la vuelta, abrumada por lo que ambos implican.

No le pregunto qué significa cariad, porque, en el fondo, tengo miedo de la respuesta. Miedo a que me parta en dos una vez más cuando mi realidad no ha dejado de desmoronarse toda la ma?ana.

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