El mapa de los anhelos

—El Scrabble, sin duda.

El poder que tienen las palabras siempre me ha fascinado. Una palabra puede soldar o destruir, invocar el odio o el amor, regalar alegría o tristeza. De hecho, pienso que faltan expresiones más concretas para ciertas cosas. ?Existe algún término para referirse a los hilitos que sobresalen de la ropa? ?O al momento exacto en el que dos personas están a punto de besarse? ?O para remarcar las últimas palabras dichas antes de morir?

—Se me ha ocurrido que quizá sea una buena ocasión para abrir la siguiente casilla —dice Will de pronto, tras darle un sorbo al café y lamerse el labio inferior—. Si quieres, hazlo tú. Levántala y yo me encargo del resto.

—De acuerdo, mensajero —bromeo.

Cojo la tapita de madera y la abro con delicadeza. En el interior hay un papel enrollado y una piedra que conozco bien porque un día fue mía: es una amatista de un tono intenso por su alta composición en hierro. Fue un regalo que me hizo el abuelo y que, a?os más tarde, le di a Lucy. Tenía unos once o doce a?os y estaba convencida de que ese peque?o tesoro era mágico y podría curarla.

La sostengo entre el índice y el pulgar.

—?Te dice algo? —pregunta Will.

—Sí. ?Qué pone en el papel?

él lo desenrolla despacio y lee:

—?Dale a Grace la carta seis?.

Se gira, desata el cordel y va pasando una a una las cartas. La mayoría son lilas, que son las mías, pero hay algunas de un tono morado más intenso, una roja y un par de un azul pálido. Will me tiende el sobre correspondiente y luego vuelve a meter el juego debajo de la cama. Lo hace con una delicadeza que me empa?a la vista.

Me guardo la carta en el bolsillo para leerla más tarde.

—Te llevaré a casa —se ofrece él.





18


En busca de la belleza


La situación en casa no ha mejorado precisamente después de lo que hicimos papá y yo con la ropa de Lucy, algo que mi madre considera una traición. Su vida transcurre entre el sofá y la cama, la cama y el sofá. Si no la encuentro en un sitio, siempre sé a qué otro ir a buscarla; aunque, para ser sincera, ya no necesito nada de ella.

Al menos, eso me repito cada día.

No-la-necesito. No-la-necesito.

El lunes me entretengo más de la cuenta durante el paseo con Mr. Flu y, cuando regreso a casa de la se?ora Rogers, me la encuentro en la cocina antes de que pueda coger la paga semanal que siempre deja en un sobre y largarme.

—Buenos días, Grace. ?Cómo va todo?

—Bien. Le he puesto ya la comida.

El crujido que produce Mr. Flu cada vez que tritura un trozo de pienso no deja lugar a dudas, pero Anne no le presta más atención.

—Gracias. Dale recuerdos a tu madre.

—Claro, lo haré —contesto amable.

Es mentira. Y creo que Anne lo sabe.

En cualquier caso, no a?ade nada más y a continuación me dirijo a las casas de Emily Trenton y Karen Stewart para sacar a pasear a sus respectivas mascotas. Si he de ser sincera, nunca me imaginé dedicándome a esto y apenas cubro mis gastos personales con lo que gano, pero encaja con mi situación actual, que es seguir en esta especie de limbo.

Así que eso es todo lo que hago durante la semana: paseo a simpáticos perros, voy a terapia de grupo, veo anochecer en el hueco de la ventana, pienso en mandarle mensajes a Will y finalmente nunca me atrevo a hacerlo y soy una espectadora silenciosa de la película ?Mamá vive en el sofá y otras catastróficas desdichas?.

El viernes, al terminar la jornada, le pregunto: —?Has comido?

—No.

—?Te preparo algo?

—Gracias, pero no tengo mucha hambre.

—?Un sándwich, quizá?

—No, Grace. En serio.

Dejo de insistir y subo a mi habitación. Es un rincón tan mío que a veces tengo la sensación de que dejo desperdigadas aquí y allá las cosas que no puedo contener, mis obsesiones incorregibles, las dudas sin respuesta, las palabras perdidas, las fotografías de instantes que no me pertenecen…

Me tumbo en la cama y vuelvo a leer la carta de Lucy.



Peque?a Grace:

Has llegado a la mitad del juego. ?Recuerdas lo que solía decirte cuando hablábamos de estrategias? El ecuador siempre es un momento clave y creo que puede trasladarse a cualquier aspecto vital. Verás, ahora es cuando debes decidir si sigues adelante o no y, si lo haces, toma impulso y no vuelvas a mirar atrás.

?Te cuento un secreto? Cuando entro en tu habitación tengo la sensación de que, como te sientes incapaz de cambiar el mundo de ahí fuera, te contentas con ser la reina indiscutible en tu diminuto castillo. Y eso está bien, pero me pregunto si detrás de toda esa colección de cosas bonitas se esconde algún temor. ?Qué intentas ocultar, Grace?

Para completar esta casilla tienes que ser sincera contigo misma, porque nadie más sabrá si lo has logrado. El mensaje es: busca la belleza.

Sé que sabrás a qué me refiero cuando la encuentres.

Con amor, Lucy.



Tengo la mente en blanco y ninguna idea sobre qué pretende que haga. El primer día pensé que, como lo nombraba, quizá tuviese algo que ver con la pared sobre la cama. Estuve horas mirando mi colección de palabras, fotografías y postales con obras de arte que habían logrado sacudirme en algún momento. Ahí estaba toda esa belleza apabullante: algunas instantáneas de Nan Goldin, Dorothea Lange o Cindy Sherman. La piedad de Miguel ángel, que siempre me remueve, y la Venus de Milo, Laocoonte y sus hijos o el Discóbolo de Mirón. Y, un poco más allá, el Guernica, La noche estrellada de Van Gogh, Los nenúfares de Monet o El beso de Gustav Klimt.

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